La Voz del Interior

Wilson, la otra pasión

Llevaba un año sin jugar y volvió para retirarse contra River. Wilson Serverino, ícono del humilde Atlas, es cordobés. Está escribiend­o el libro de su vida. Y hoy va por otro capítulo.

- Hernán Laurino hlaurino@lavozdelin­terior.com.ar

“Hace un año estaba pensando sólo en trabajar y hoy voy a jugar contra River. Si vos me preguntaba­s cuando era chico un sueño, yo te decía: jugar contra River, que jueguen todos los titulares y en un estadio lleno. Vos decís, es recontra imposible. Hermano, con el fútbol, te puede pasar cualquier cosa”.

Wilson Severino (37 años) está tirado en la cama de un hotel salteño. Hace dos semanas, la rutina de su vida era su trabajo en el ferrocarri­l. Pero como en el fútbol “te puede pasar cualquier cosa”, Wilson hoy jugará contra River, por Copa Argentina, después de estar un año retirado de las canchas. El delantero que pasó a la fama por la participac­ión en el programa de TV Atlas, la otra

pasión, le pidió al DT (César Rodríguez) y al presidente (“Maxi” Ambrosio) este regalo: jugar contra River y que sea su despedida profesiona­l, su retiro definitivo.

“Uno dice... de qué manera te gustaría retirarte. Y sí, sería así. Tan sólo saber que vas a enfrentar a un equipo de la talla de River, compartir el mismo césped con esos jugadores, es algo maravillos­o. Más para pibes como nosotros, que somos de potrero, del ascenso, de mucho sacrificio. Gracias a Dios soy cordobés y ahora tengo otra bendición: retirarme así del fútbol”, le cuenta a Mundo D.

Criado en barrio Arenales (Córpasó- doba capital), de padre brasileño y madre salteña, su vida fue hacer goles en los potreros para gambetear su origen humilde. Pero jamás esperó lo que la vida le tenía preparado. “Vine a Buenos Aires con las dos manos atrás. Me fui de mi casa donde la situación económica era difícil. Un tío en Buenos Aires había sufrido un accidente y necesitaba que lo cuidaran. Tuve la suerte de que un primo sea encargado del ferrocarri­l y encontrar el trabajo, el sustento ahí. Y empecé a jugar en los potreros de Buenos Aires. No habré jugado seis o siete partidos y al toque me vieron. En seis meses ya estaba jugando en Primera D. Gracias a la tele me volví conocido... Mirá las cosas lindas que me pasaron. Me cruzo con jugadores de Primera y me dicen: ‘Hola, Wilson...’. Y yo no puedo creer que me conozcan. Me con una banda de jugadores, sabes lo lindo que es...”.

En 2004 inició su camino en Central Ballester, que lo rescató de los potreros. De allí pasaría a Atlas, donde se volvió un ícono de ese pequeño club del ascenso porteño. Hizo goles a montones (en Atlas, 109 en 258 partidos). También vistió la camiseta de San Martín de Burzaco y Riestra.

“Yo soy un jugador de potrero de Córdoba, empecé a jugar en Buenos Aires a los 22, 23 años, sin inferiores. Y me bastó para que equipos de la D me quieran. Y no pegué nunca el salto, porque no tuve apoyo económico de la familia. Siempre tuve que laburar. El ferrocarri­l me daba una seguridad terrible. Ir a jugar a la B Metropolit­ana capaz me ayudaba a dar el salto a B Nacional o Primera A. Quién te dice...”.

Actualment­e, es encargado de la parte de deportes de la Unión Ferroviari­a. “Manejo toda la parte del fútbol, soy coordinado­r. Acá hace 15 años que estoy sufriendo con los loros porteños... ¿Sabes lo que es aguantar? ¿Sabes lo difícil que es irte de Córdoba? ¿Sabés que duro es, amigo?”.

Nunca se probó en los clubes de Córdoba y es una espina que tendrá clavada para siempre. “Antes era milagroso conseguir una prueba en un club grande de Córdoba. Encima el pibe que se va a probar, tiene que ser muy virtuoso. Te dan una pelota y 10 minutos. Y te prueban con jugadores que vienen entrenando todos los días. Están a otro nivel. Te comen vivo”.

Wilson destaca al fútbol cordobés y a sus jugadores. Y se pone feliz de ver a Belgrano y a Talleres en Primera: “Talleres me encantó lo que hizo, la gente se lo merece, la provincia se lo merece. Somos

una provincia muy grande, muy rica en jugadores, no puede ser que tengamos un solo equipo en Primera. Me pareció maravillos­o lo de Talleres, el campañón que hizo. Ahora nos tenemos que preocupar por el Pirata. A la provincia le viene bárbaro que haya dos componente­s de Córdoba, porque tendríamos que tener más. El material, Córdoba lo tiene. Los otros días anduve por barrio Arenales y me fui al potrero... ¡Los jugadores que vi, hermano!”.

Córdoba siempre estará en su corazón. Y por eso el sueño del regreso siempre estará presente.

“Mi vida en Córdoba estuvo siempre en barrio Arenales. Me acuerdo de la familia Zorzini, los Astudillo, que me conocen desde chico, que saben que mi vida no fue fácil. También de barrio Argüello, una parte de la ciudad que me abrazó desde el fútbol y el potrero. Mi mamá Lili, mis hermanos... Tengo todo en Córdoba. ¡‘La Mona’ Jiménez! Me escapo de mi señora en Buenos Aires cuando viene ‘La Mona’. Hago 700 kilómetros para ir a ver a los amigos del barrio y la frutilla del postre es terminar un viernes en el Sargento con Jiménez”.

En Buenos Aires formó su familia con su señora Gabriela y sus tres hijos Joel, Macarena y “Gabrielita”. “Ellos son el pulmón”, dice Wilson. “Para nosotros el fútbol es una necesidad de vida. Yo me perdí los mejores años de mis hijos, por el fútbol. Y no estoy arrepentid­o. Laburaba y jugaba. Llegaba cansado a casa. ¡Volaron los años de mis hijos! Hoy el más grande tiene 14 años y este año que estuve parado lo empecé a conocer. Todo por el fútbol. Yo espero que mi hijo cuando sea grande me sepa entender”, avisa.

Una vida para un libro

En la actualidad, Wilson acaba de terminar el segundo año de curso de técnico de la AFA y su ilusión es poder ayudar a los chicos que pasan hoy las dificultad­es que él vivió de niño.

“Me gustaría poder ayudar a los chicos que son como yo, y no pudieron torcer su destino. Mi historia es la de miles. Muchos la remaron y no tuvieron el reconocimi­ento, la dicha que se sepa los esfuerzos que hicieron. Yo creo que a mí me tocó la varita mágica. Ahora estamos escribiend­o el libro de mi vida con un amigo. ¡Y no lo puedo terminar! Cuando le vamos a poner el punto final, aparecen nuevos capítulos. Hace un año que dejé de jugar y con esto de River tengo para escribir un libro nuevo”.

Wilson Severino apoya la cabeza en la almohada y sueña con esos 15, 20 minutos que jugará hoy ante River (el ganador va con Instituto). Sabe que la diferencia es “abismal”. Pero como en su vida, en el fútbol “todo es posible”.

“River está a una distancia abismal de lo que somos nosotros, a nivel institució­n, jugadores. Sé que las entradas están agotadas, sé que vienen mis hermanos que nunca me vieron jugar. Después, espero que el equipo haga el papel más digno que se pueda. Y que a mí me toque entrar esos 15, 20 minutos que me regalaron el presidente y el entrenador, que son dos grandes amigos. Después de un año de inactivida­d, empecé a correr el lunes pasado. Estoy para esos 15, 20 minutos... Si me queda una le voy a pegar al arco. Aunque sea de la mitad de la cancha, voy a probar, ja ja ja. Soy un agradecido a la vida que me tocó vivir. Y que no te queden dudas: voy a disfrutarl­o. Y nos vemos cuando nos toque contra Instituto en la próxima fase, hermano...”.

GRACIAS A DIOS SOY CORDOBÉS Y AHORA TENGO OTRA BENDICIÓN: RETIRARME ASÍ DEL FÚTBOL, CONTRA RIVER. WILSON SEVERINO, JUGADOR DE ATLAS

 ??  ?? Una vida de película. Wilson es oriundo de barrio Arenales. Jugaba en los potreros de Córdoba. Se fue a Buenos Aires para trabajar en los ferrocarri­les y terminó jugando en la Primera D.
Una vida de película. Wilson es oriundo de barrio Arenales. Jugaba en los potreros de Córdoba. Se fue a Buenos Aires para trabajar en los ferrocarri­les y terminó jugando en la Primera D.
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