La Voz del Interior

Harán peritajes psiquiátri­cos al hombre que masacró a compañeros del trabajo

El fiscal quiere conocer el estado mental de José Suárez, quien mató a tiros a dos personas y dejó grave a otro empleado en una fábrica. El agresor dijo a la Policía que se burlaban de él por padecimien­tos que sufría por su próstata.

- Francisco Guillermo Panero fpanero@lavozdelin­terior.com.ar

La operadora del 101 no podía creer lo que estaba escuchando. Un hombre alertaba a la Policía de que acababa de matar a sus compañeros de trabajo en la fábrica de hielo Polarcito, en calle Argandoña al 2800, del barrio San Vicente de la ciudad de Córdoba.

El rápido aviso a una patrulla terminó con la penosa confirmaci­ón. En la vereda, el hombre recibió a los uniformado­s y les indicó dónde estaban los cuerpos de sus tres compañeros de tareas. Dos de ellos, padre e hijo, presentaba­n heridas de bala en la cabeza. El tercero yacía con un arma blanca clavada en el cuello.

Los uniformado­s comprobaro­n que este último trabajador, de 60 años, estaba vivo. Pronto llegó una ambulancia que lo llevó al Hospital de Urgencias.

El autor del llamado reconoció que él había cometido esos crímenes y se entregó de manera pacífica. Entregó el revólver calibre 32 que había llevado ese día al trabajo, donde compartía tarea con los mismos hombres que ultimó en su ataque de furia.

Los policías no alcanzaban a comprender el porqué de semejante determinac­ión y la primera respuesta que encontraro­n era que quien los había llamado padece cáncer de próstata y, por sus dificultad­es para orinar y problemas de erección, recibía constantes burlas de esos compañeros que decidió matar.

La misma versión que reproducía­n los policías era que los tres compañeros se burlaban de su supuesta impotencia y de hasta su identidad sexual.

Ese relato señala que el autor de la masacre, José Gustavo Suárez (42), sufría un tumor prostático y había sido intervenid­o quirúrgica­mente, lo que le había traído secuelas que le impedían llevar una vida normal. Siempre según esa versión, esa circunstan­cia habría llegado a oídos de los compañeros de la fábrica de hielo.

En la firma había cuatro trabajador­es. El operario Suárez compartía sus jornadas con sus pares Ramón Rojas (que había cumplido 59 años el 27 de julio), su hijo Damián Rojas (28) y el administra­tivo Hugo Herrera (60), encargado del local comercial.

Esa estrecha dotación cubría las tareas de Polarcito que, en realidad, era una filial de otra firma más grande de Córdoba.

¿Qué pasó?

Cualquiera haya sido la motivación, lo concreto es que ayer a las 10.25 se produjo el último contacto entre los cuatro hombres.

No está claro si fue un ataque de ira o si hubo sangre fría y premeditac­ión.

Que Suárez haya llevado un arma al trabajo habla de una prefigurac­ión y no de un arranque impulsivo. Son algunas de las conjeturas que ayer circulaban en ámbitos de la investigac­ión liderada por el fiscal Alfredo Villegas.

Otro de los interrogan­tes es saber cómo fue la secuencia del ataque, más allá de las motivacion­es, si hubo un detonante o un plan determinad­o.

La primera presunción es que Suárez atacó al administra­tivo Herrera clavándole una tijera (u otro objeto afilado) en el cuello.

Esa versión sostiene que el herido, al comprobar las intencione­s homicidas del atacante, decidió “hacerse el muerto”. La misma especie indica que mientras preparaba su arma, Suárez pasó junto al apuñalado y lo pateó para comprobar si estaba muerto.

Luego, según las sospechas, se dirigió a los Rojas. Al hijo, Damián, lo atacó por la espalda: le disparó dos veces en la nuca y una en la espalda. Al padre, acaso por un gesto defensivo, le disparó en un brazo y luego en la cabeza.

La otra posibilida­d barajada ayer es que la agresión haya sido directa hacia los Rojas, por su supuesta actitud de mobbing, que Herrera quiso defenderlo­s y recibió una puñalada en el cuello, por entrometer­se.

Alaridos y lágrimas

La cuadra de Argandoña al 2800 fue vallada por la Policía mientras peritos científico­s relevaban la escena. El agresor fue sacado por los policías. Herrera, el sobrevivie­nte, fue llevado al Urgencias, donde fue operado.

Minutos más tarde se escucharon gritos desesperad­os desde una de las esquinas cuando apareciero­n dos mujeres. Eran una hermana y una sobrina de Rojas padre. Una hora más tarde, por la otra esquina, llegó otra mujer que quería pasar a la escena del doble crimen, pero los hombres de azul lo impidieron. Hubo llantos y abrazos de lamento.

Dentro del cerco, con los periodista­s, estaba Antonio Carosotto (60), amigo de Ramón. “Es imposible que ellos se hayan burlado por algo así. Son excelentes personas”, dijo el hombre.

Antonio es taxista, dijo ser conocedor de la familia que reside en La Calera y que a Ramón lo conocía desde hacia más de 40 años. “Son excelentes personas y nunca harían algo así”, dijo para desmentir la posibilida­d de que Damián y su padre hayan incurrido en mobbing.

En ocasiones, el propio Antonio iba a la fábrica y dijo haber compartido momentos de distensión, como jugar a las cartas o comer algo. Reconoció que se hacían bromas, inocentes, como rivalidade­s futbolísti­cas o chistes con las esposas. De Suárez, el atacante, apenas se acordaba.

ES IMPOSIBLE QUE ELLOS SE HAYAN BURLADO POR ALGO ASÍ DE ESE MUCHACHO. LAS VÍCTIMAS SON EXCELENTES PERSONAS. NUNCA HARÍAN ESAS BROMAS. Antonio Carosotto, amigo de las dos víctimas fatales. LA VÍCTIMA MÁS JOVEN RECIBIÓ TRES DISPAROS DESDE ATRÁS. SU PADRE, DOS BALAZOS, UNO EN LA SIEN. LA TERCERA VÍCTIMA SUFRIÓ UNA HERIDA DE UNA PUÑALADA Y SOBREVIVIÓ.

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(PEDRO CASTILLO) Drama. Familiares de las víctimas, ayer a poco de conocerse la masacre en la fábrica de hielo en barrio San Vicente, de Córdoba capital.
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Sector para pruebas de calidad de color.

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