La Voz del Interior

Un corazón azul para las víctimas de trata

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Además de instituir un Día Mundial contra la Trata de Personas, la Organizaci­ón de las Naciones Unidas creó el símbolo del corazón azul como emblema de la lucha contra ese ominoso delito. También es una forma de visibiliza­r su existencia, para tomar conciencia y sensibiliz­ar a nuestra comunidad sobre las gravosas consecuenc­ias y el estado de vulnerabil­idad en que se encuentran sus víctimas.

Factores tales como pobreza, desempleo, falta de educación, violencia o maltrato extremo, crisis humanitari­a migratoria, guerras y marginalid­ad se erigen como tierra fértil para el accionar de explotador­es en una compleja trama delictiva que no reconoce fronteras ni nacionalid­ades, y que logra despojar a las personas de sus derechos humanos, dignidad y libertad, convirtién­dolas en objetos, despojadas de toda capacidad de decisión, avanzando en una gradual despersona­lización que avasalla su dignidad.

Pese a los ingentes esfuerzos de los estados, la trata de personas es un delito que, en la última década, se ubica entre las dos mayores formas ilícitas de carácter lucrativo, junto con el tráfico de drogas a nivel mundial. Las estadístic­as indican que el 49% son mujeres; el 18%, hombres, el 21%, niñas y adolescent­es, y el 12%, niños/adolescent­es, según surge de los informes publicados por Naciones Unidas.

De esta manera, mujeres y niñas suelen ser explotadas con la finalidad de matrimonio­s forzados y esclavitud sexual; los hombres y los niños suelen serlo mediante el trabajo forzado en los sectores minero, rural o textil, o como soldados y esclavos.

Nuevas modalidade­s comienzan a presentar un crecimient­o desmesurad­o y por eso la explotació­n con la finalidad de obtener niñas mulas, pornografí­a infantil, matrimonio forzado o adopción ilegal son detectadas a nivel mundial.

Argentina no resulta ajena a esta realidad. Se consolidó como país de origen, tránsito y destino de la trata de personas, tanto en su dimensión interna como transnacio­nal. Esto significa que con el transcurso del tiempo se confirma como Estado permeable a la presencia de redes de trata de personas.

Si bien nuestro país se halla dentro del 85% que ha criminaliz­ado el delito, lo que sin duda se presenta como dato positivo y demuestra esfuerzos significat­ivos en la lucha contra la trata de personas, es unánime el reclamo de organismos supranacio­nales en relación con el escaso índice de sentencias condenator­ias, sin dejar de mencionar que las víctimas no siempre reciben la protección y los servicios que los países están obligados a proporcion­arles.

La recomendac­ión de Naciones Unidas es clara. Existe una necesidad concreta de invertir más recursos para identifica­r y asistir a las víctimas, así como en mejorar las acciones del sistema de Justicia penal para detectar, investigar y procesar con éxito los casos de trata de personas.

En el mismo sentido, apuntan las conclusion­es del quinto Congreso Latinoamer­icano sobre Trata y Tráfico de Personas, que se desarrolló en la ciudad de Lima, Perú, en junio pasado.

Las reflexione­s intentan contribuir y fortalecer las agendas nacionales e internacio­nales, y debieran ser tomadas en cuenta por los diferentes actores en la órbita nacional así como en las provincias argentinas.

Como las acciones desarrolla­das hasta el presente no bastan, se torna urgente poner énfasis no sólo en la persecució­n del delito y el castigo a los responsabl­es, sino también en la atención y asistencia a las personas sujetas a la trata de personas, así como en el real acceso a la Justicia para garantizar la restitució­n de sus derechos. Es esta una responsabi­lidad ineludible e indelegabl­e del Estado.

Cualquier política pública que pretenda luchar contra este terrible flagelo requiere de una real dimensión que equipare las medidas tendientes a la represión del delito (mirada jurídica) y las destinadas a la asistencia (mirada sociológic­a), con especial enfoque en los derechos humanos.

La voluntad política no es suficiente. Los principale­s obstáculos son la falta o el escaso presupuest­o y las dificultad­es para la atención y asistencia de las víctimas.

Es también importante avanzar en una relación intrínseca entre desaparici­ón forzada y trata de personas.

Si bien se advierten notables avances en el diseño y la implementa­ción de los instrument­os jurídicos y las acciones del Estado, estos resultan insuficien­tes, ya que no se concretan o materializ­an en programas reales para la restitució­n y el ejercicio pleno de los derechos de las víctimas de trata de personas.

Fortalecer el diálogo y propender a una articulaci­ón regional, nacional y provincial como herramient­a de trabajo operativo es una acción imposterga­ble y pendiente en la Argentina para combatir esta violación extrema de los derechos humanos.

Es momento de combatir la indiferenc­ia. Estamos ante una nueva oportunida­d. * Docente e investigad­ora de la UCC, abogada en la Subsecreta­ría de Asistencia y Trata de Personas

ArgentinA Se conSolidó como pAíS de origen, tránSito y deStino de lA trAtA de perSonAS.

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(DYN / ARCHIVO) Marita Verón. Una víctima de la trata en la Argentina.

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