Lady Gaga, una estrella al margen del artificio
Netflix estrenó “Five Foot Two”, un documental que humaniza a la diva pop. Dirigido por Chris Moukarbel, el filme balancea momentos de tensión y emoción. Imperdible.
Hace unas semanas, el crítico inglés Simon Reynolds ofreció en Córdoba una conferencia sobre su libro dedicado al glam y, entre otras cosas, destacó que Lady Gaga era la estrella pop que mejor había asimilado el legado de Bolan - Bowie- Cooper en eso de desdibujar los límites entre el artista y la persona. O que mejor había trabajado en la industria cultural del último tiempo la oposición de fantasía marciana a una lectura lineal de la realidad a partir de valores como la “honestidad”.
Reynolds, incluso, destacó que Gaga trascendió algunos límites al adoctrinar fans como “pequeños monstruos”, con la idea de subvertir en la medida de lo posible la opaca vida que les tocaba en suerte. “Híper glam” caracterizó el ensayista a la neoyorquina Stefani Germanotta, al tiempo que observó que en un clip podía recrear infinidad de personajes, algunos contradictorios entre sí.
Bueno, en el documental Gaga: Five Foot Two, dirigido por Chris Moukarbel y recientemente estrenado en Netflix, recorre el camino contrario a la reivindicación de Reynolds. Fundamentalmente, porque trata de humanizar a una popstar que ya había iniciado ese proceso con la publicación de Joanne, un disco de canciones fuera del catálogo dance. Es la obra con la que la cantante rinde tributo a su tía paterna fallecida a los 19 años, de quien heredó sus aptitudes para el canto y la música.
No tan freak y popular Además de documentar el proceso creativo de ese disco, Moukarbel resuelve su intención en una sola escena. Se da cuando Gaga enfrenta a sus “little monsters” a la salida de un estudio neoyorquino, en el que estaba ultimando el clip de Perfect Illussion antes de estrenarlo. Gaga los enfrenta con minishort de jean, remerita y sombrero de ala ancha; es decir, como una chica normal que nada tiene que ver con la freak del vestido de carne, los diseños estrambóticos, los raros peinados nuevos- viejos y la mirada teletransportada que puede verse en ráfagas presentadas en contrapunto.
Otros aspectos que refuerzan la humanización de Gaga y que el documental exalta: el modo entra- ñable con el que se relaciona con el productor Mark Ronson; los dolores que su cuerpo acusa tras años de performances al límite; la necesidad de ponerle ese cuerpo maltrecho a la promoción luego de que el disco se haya filtrado en la web ( en este punto, es impresionante ver a Gaga en la sección “música” de un Wal Mart tratando de visibilizar Joanne en las bateas); las lágrimas por no encontrar un hombre que la complete del todo en una vida tan frenética; su rol como madre e hija ejemplar de una familia italiana con graníticos códigos de pertenencia.
En estas cuestiones merece un párrafo aparte la visita a su abuela paterna, a quien Gaga le hace escuchar Joanne ( la canción diáfana de acústica y voz) reproducida desde su iPhone.
De todos modos, la reconstrucción de la Gaga asequible en detrimento de la Gaga pasada de rosca de Artpop ( 2013) no soslaya aspectos dictatoriales del show bizz en este nivel. Porque en el filme se ve a Stefani en su faz más competitiva y petardeando a Madonna nada menos. “Soy italiana de Nueva York y las cosas nos las decimos en la cara”, se le oye cuando cruza a Madge, quien había relativizado su impacto en la cultura pop. Y retando con mucha altura a sus asistentes en la previa del show del Super Bowl, al que sin decirlo de modo manifiesto lo considera como su punto más alto en materia de despliegue y compromiso.
Tampoco se pasa por alto a la Gaga empoderada que sienta las bases de un feminismo nada tribunero: “Conmigo se terminó el macho productor que te dice ‘ sin mí, no tenés ninguna chance’. Fuck you”. Para ovacionar de pie.