“Hay pocas cosas de las que no consumo marca propia”
De acuerdo con el Código Alimentario Argentino, que en su capítulo V establece las normas para el rotulado y la publicidad de los alimentos, es obligación identificar información nutricional, fecha del lote, ingredientes, modo de preparación, contenidos netos, nombre o razón social del importador (cuando corresponda), fecha de duración e identificación de origen. Este ítem comprende el nombre (razón social) del fabricante o productor, fraccionador o titular de la marca, el domicilio de la razón social, el país de origen y localidad, el RNE y el RNPA. Bien podrían indicar el fabricante, pero cuando el súper indica su razón social como titular de la marca, cumple con el rotulado, aunque no con lo que espera el consumidor.
Federico Priotti, director de Control de la Industria Alimenticia del Ministerio de Industria de Córdoba, coincide en que es poco transparente, pero subraya que es el Código Alimentario “el que permite diferentes formas de identificación del producto”. Dice que la Provincia implementará un código QR, voluntario, que de manera progresiva se podrá ir imprimiendo en el empaque y que le permitirá al consumidor conocer toda la información declarada por el fabricante sobre ese producto.
Por el momento, hay bases de datos parciales para consultar el RNE, y saber, por ejemplo, quién envasó esas arvejas, pero no es de simple acceso al ciudadano. Al etiquetado le puede faltar información o no ser claro.
La información que exige el Código Alimentario para las normas de etiquetado comprende el nombre del fabricante o fraccionador, su domicilio y los números de Registro Nacional de Establecimiento (RNE) y Registro Nacional de Producto Alimenticio (RNPA). A menudo, sólo figuran estos dos datos, que no son útiles para el consumidor que busca saber quién fabricó y envasó el producto. La Provincia quiere implementar un sistema de código QR con mejor acceso a la información.
¿Por qué no adoptar ese ejercicio de transparencia? “No lo dicen porque la marca propia se tiene para tener una mayor rentabilidad, y a veces está más cara”, dice Benjamín Blanch, titular de la Cámara de Supermercados de Córdoba y dueño de la cadena Buenos Días. “Nosotros, los medianos, no vendemos marcas propias porque a la industria no le interesan nuestros volúmenes”, se queja. Sostiene que cuando se esconde el fabricante, el consumidor no puede cotejar precios. “¿Contra qué marca comparás la mermelada Carrefour?”, se pregunta.
“Yo me recorro siempre los supermercados, voy mirando y compro un poco en cada lado”, asegura Paola, al frente del hogar que comparte con su esposo y con sus hijos Matías y Thiago.
“Voy probando las marcas de cada súper. Hay muchos en los que siempre compro lo propio”, dice. Entiende que en Carrefour, con su campaña de “Precios corajudos”, que congeló por seis meses 1.300 productos marca propia, hay una oferta más que abundante. “Ahí compro las pastas y las galletas”, dice. Busca también en Vea y en WalMart. “Hay cosas en las que no cambio las marcas, como en la leche fluida, el puré de tomates o la manteca, pero son pocas”, revela. “¿Si me fijo en el fabricante del producto? No, jamás me fijo quién lo hace. Si veo que tiene el sellito de la marca Carrefour, por ejemplo, me quedo con que lo hace Carrefour”, asegura.
Paola es fiel ejemplo del consumidor organizado y capaz de plani- ficar sus compras sin ceder a las tentaciones. Intercambia con algunos contactos los datos de ofertas y, medida y controlada, es capaz de ingresar a un gran súper para buscar solamente lo que está rebajado. “Voy a unos cuatro lugares por semana, y siempre elijo las ofertas”, asegura.
Un caso que expresa una tendencia y que tiene a las marcas propias de los grandes centros de venta como un aliado a la hora de hacer rendir la compra.