La Voz del Interior

“No estaba lista para morir”

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Cuidándose de no soltar los tubos que tiene conectados en las venas, Natalie Vanderstay se coloca una almohada sobre el estómago, en el lugar por donde entró la bala. Una manta cubre la pierna que resultó destrozada.

Esta enfermera de Los Ángeles de 43 años no puede creer que esté viva. Vio cadáveres y gente que se moría mientras trataba de escapar de la masacre del domingo por la noche en Las Vegas.

Vanderstay recuerda que fue pisoteada, recibió un balazo y que a esa altura primó su instinto de superviven­cia. Pasó por encima de otras personas con tal de salvarse y dice que eso es algo que jamás podrá olvidar.

“Me dije: ‘No puedes quedarte aquí, vas a desangrart­e’. Me dolía mucho”, relata Vanderstay entre lágrimas en su cama del Centro Médico Universita­rio. “Sabía que no quería morir. No estaba lista para morir”, dice.

Más de 500 personas sufrieron heridas de distinta magnitud en el ataque que dejó 59 muertos, contando al atacante. Algunas heridas son sencillas, pero otras requerirán múltiples operacione­s. Todas van acompañada­s de traumas psicológic­os asociados con la matanza más grande en la historia moderna de Estados Unidos.

Vanderstay es una de las 130 personas que permanecen hospitaliz­adas, 48 de ellas en estado grave. Sabe que sus heridas tardarán muchas semanas, si no más, en cicatrizar. Ya se sometió a una operación para que le extrajeran partes del colon y los intestinos.

“La gente gritaba desesperad­a. Sentí algo en el estómago y supe que había recibido un balazo”, comenta. Para sobrevivir, saltó como pudo sobre una valla y escapó del sector del concierto. Luego se agazapó junto a varias personas y todos esperaron que dejasen de llover las balas.

Cuando cesaron los disparos, Vanderstay vio un taxi y se subió a él. Ya había tres personas adentro. Le dijo al chofer que estaba herida y que necesitaba ir a un hospital.

El chofer se dio cuenta de que no convenía llevarla al hospital más cercano sino al Centro Médico Universita­rio, que es el único del estado con una unidad de traumatolo­gía de Nivel 1.

“De no haber sido por el chofer del taxi, no estaría aquí. Y no sé quién es. Hizo de todo para traerme aquí”, expresó entre sollozos.

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Se recupera. Natalie Vanderstay.

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