Despertar la conciencia
Un periodista extranjero manifestó su asombro porque en la carta publicada la semana pasada (en la que la Conferencia Episcopal Argentina animó a que la Primera Jornada Mundial de los Pobres, convocada por el papa Francisco para el 19 de noviembre, sea una “fiesta de la misericordia junto a los más pobres y a los que sufren”) se hace un referencia muy explícita a la necesidad de la honestidad.
De hecho la carta señala que “el espíritu de pobreza anunciado y vivido por Jesús corrige dos desmesuras: la avaricia y el despilfarro. Inspira y libera nuestra capacidad solidaria y hace que cada ser humano resulte un dispensador de bienes. La vida es un don y no una propiedad, y debemos crecer en la capacidad de ser administradores de bienes que liberen el sufrimiento de tantos. Ser artífices de una justicia nueva empeña el trabajo y un esfuerzo especial de honestidad frente a la corrupción tan extendida”.
Aunque suene con fuerza, esta no es una palabra nueva, ni en Argentina ni en América latina. De hecho, San Juan Pablo II, después de escuchar a los Obispos de América en el Sínodo de 1999, habló de la corrupción presente entre las causas de la agobiante deuda externa, diciendo que es un problema grave que debe ser considerado con atención.
La corrupción, decía, “afecta a las personas, a las estructuras públicas y privadas de poder y a las clases dirigentes”.
Se trata de una situación que “favorece la impunidad y el enriquecimiento ilícito, la falta de confianza con respecto a las instituciones políticas, sobre todo en la administración de la justicia y en la inversión pública, no siempre clara, igual y eficaz para todos”.
Es bueno recordar que en el mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 1998 enseñaba que la lacra de la corrupción ha de ser denunciada y combatida con valentía por quienes ostentan la autoridad y con la colaboración generosa de todos los ciudadanos, sostenidos por una fuerte conciencia moral.
Sorprenderse frente a la necesidad de honestidad puede ser signo de ceguera o de haber connaturalizado tanto la corrupción que hemos anestesiado la conciencia.
Es de esperar que la Jornada Mundial de los Pobres sea una oportunidad sanante.
* Obispo católico. Miembro del Comipaz