La Voz del Interior

“Lo más lindo es el patio y una soga larga para la ropa”

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Luciana (35) y Gustavo (39) salieron sorteados en 2013 en el Procrear, en la versión del gobierno anterior, para compra de vivienda por estrenar. Ella es docente y, por aquel entonces, tenía dos cargos, pero la cuota era alta y, además, debían integrar un porcentaje de ahorro que por entonces no tenían.

Se volvieron a anotar el año pasado y salieron beneficiad­os en la primera tanda del Procrear, la que ayudó a hacer escuela, tanto para beneficiar­ios como para bancos.

Tienen a Fabrizio, de 11, y una nena de 17 meses, Antonella. “Escrituram­os el 17 de abril y el 22 nos vinimos a vivir, como la casa estaba vacía en esos días instalamos alarma y reforzamos unas puertas, pero enseguida nos mudamos”, cuenta.

Los dos son de Barrio Santa Isabel Segunda Sección y vivían de prestado en una casa prefabrica­da que los padres de ella habían levantado arriba de la propia. Compraron en el mismo barrio, a unas 10 cuadras de los padres de ambos. “Ahora se fue mi hermano a vivir ahí, dejó de alquilar y él también está viendo si puede comprar su propia casa”, cuenta Luciana.

Pagaron por la vivienda que acaban de comprar un millón de pesos: 600 mil de préstamo Bancor, 300 mil de subsidio y 100 mil de ahorro.

“Tuvimos que vender el auto, porque además nos tuvimos que hacer cargo de los planos de la casa”, explican. Por un depósito no declarado al fondo de la vivienda, el municipio les cobró 40 mil pesos. “Encima acá Rentas cobra sellos en las escrituras, algo que en Buenos Aires no pasa; por eso pagamos 19 mil pesos”, se queja.

Accesible

La última cuota que pagaron del crédito fue de 4.330 pesos. “Viene subiendo unos 90 pesos por mes, pero hasta ahora nos parece superacces­ible”, dice.

“Yo creo que Dios nos tiene destinada la casa a cada uno. Nosotros buscamos, miramos varias y esta fue la última, era la casa que estaba para nosotros: tratamos con el dueño y rápidament­e llegamos a un acuerdo”, dice Luciana.

“Lo más lindo de nuestra casa, lo que más nos cambió la vida, es el patio. Arriba de mi mamá tenía dos por dos y colgaba la ropa en tendedero, este es un patio inmenso, los chicos juegan todo el día y yo puedo colgar la ropa en una soga larga”, cuenta.

No todo fue alegría tras la mudanza. Lo bravo llegó hace unos días, cuando a Gustavo lo despidiero­n del comercio en el que trabajaba. Lo indemnizar­on, pero en cinco cuotas. “Ahora busca en lo que salga”, asegura Luciana.

“TUVIMOS QUE VENDER EL AUTO, PORQUE SE SUMARON COSTOS INESPERADO­S, COMO HACERNOS CARGO DE LOS PLANOS”.

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