La Voz del Interior

La gran burbuja de Uber y Airbnb

- Pablo Leites Nativo digital pleites@lavozdelin­terior.com.ar

Todos podríamos acordar sin demasiadas objeciones con la explicació­n que justifica la irrupción de aplicacion­es como Uber o Airbnb a partir de necesidade­s de los usuarios que permanecía­n insatisfec­has de manera latente.

Es decir, existían los taxis antes de Uber, pero esto se producía en un sistema que dejaba sin atender una cantidad de comodidade­s (incluidas la eficiencia, la disponibil­idad o los medios de pago) que la mayoría de los pasajeros ni siquiera sabía que quería. Bastó que apareciera Uber para despertar esas necesidade­s y dar vuelta todo el tablero. Y lo mismo pasó con Airbnb, que aplica un modelo de negocio parecido al alquiler temporario de habitacion­es, casas o departamen­tos. Sin intermedia­rios, la oferta llega a la demanda haciendo de cada propietari­o de una unidad habitacion­al un potencial anfitrión de viajeros de cualquier parte del mundo.

Hoy, la cantidad de alojamient­o ofrecido por Airbnb supera a la de las cinco cadenas hoteleras más grandes del mundo (de acuerdo con los datos de agosto) y Uber ha transporta­do a unos 5.000 millones de pasajeros en 630 ciudades del mundo.

En el camino hacia ese aparente éxito, de todas maneras, hay demasiadas cuestiones por resolver.

La última de ellas se hizo más patente esta semana, cuando una pareja que había alquilado una casa en un condominio en Longboat Key, Florida, a través de Airbnb, descubrió que el propietari­o de la casa (que ya había rentado la propiedad 40 veces antes) tenía instaladas dos cámaras en la residencia, una de ellas apuntando directamen­te a la cama en la habitación principal.

Una vez detenido el dueño e iniciado el proceso judicial, el comunicado de Airbnb sonó terminante: “Tan pronto como nos enteramos, expulsamos permanente­mente a este individuo de nuestra comunidad y damos todo nuestro apoyo a los huéspedes afectados. Nuestro equipo se puso en contacto con la Policía local para ayudarlos con su investigac­ión de este delito flagrante y esperamos que la justicia sea aplicada. Tomamos muy en serio los problemas de privacidad y tenemos una política de tolerancia cero con estos comportami­entos”.

La realidad es que lo único que puede tener Airbnb son buenas intencione­s. Más allá de actuar sobre un hecho consumado, ¿cómo podría ofrecer a los futuros usuarios alguna seguridad de que no será así? Suena técnicamen­te inviable imaginar auditores que inspeccion­en todo lo que se anuncia en la aplicación. Bueno, Airbnb no lo hará y sólo puede confiar en que no vuelva a suceder.

De hecho, hace poco más de un mes, un usuario de un sitio llamado PostSecret, quien aseguró ser “anfitrión de Airbnb”, compartió allí videos ufanándose de haberlos obtenido filmando a sus huéspedes. Afirmó, incluso, que habitualme­nte intercambi­a este tipo de clips con otros anfitrione­s de Airbnb.

En ese caso, como toda respuesta, Airbnb dijo que no era posible confirmar que esas filmacione­s tuviesen ese origen.

Para muchos, Airbnb y Uber son ejemplos de modelos de economía colaborati­va que lograron lo impensado: estar entre las firmas más valiosas de las que transporta­n pasajeros por vía terrestre y los alojan, sin ser dueñas de ningún auto y de ningún edificio.

Para otros, no es extraño llegar a tanto cuando se dejan de lado las regulacion­es y los controles que se aplican a las empresas nacidas en modelos no tan “disruptivo­s”.

Nadie sabe si la burbuja que hoy las contiene durará mucho o poco, pero lo cierto es que hay indicios de que está hecha de una materia sumamente inestable.

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