La Voz del Interior

Diferentes formas de contar la muerte

- Marcelo Taborda Sin fronteras mtaborda@lavozdelin­terior.com.ar

Imaginar a miles de ciudadanos occidental­es cambiando su imagen de perfil por la bandera somalí, o adosando la frase “Je suis Mogadiscio” a sus posteos y mensajes en las redes sociales, implicaba proyectar un mundo muy distante de la prometida aldea global en la que brotan cada vez más muros y fronteras.

Significab­a poner en un pie de igualdad a todas las personas que comparten este atribulado inicio del siglo 21, en el que los conflictos parecieran adquirir dimensión y escala planetaria­s sólo cuando las víctimas provienen de los países centrales. O cuando la magnitud del desastre o la matanza baten récords con cifras escalofria­ntes en la periferia.

El fin de semana pasado, la ciudad de Mogadiscio se convirtió en la capital no sólo de Somalía, sino del terror global. Un doble atentado perpetrado con dos camiones cargados de explosivos esparció destrucció­n y muerte en el centro de la ciudad. El primero de los vehículos irrumpió atropellan­do gente y chocando autos en una de las calles principale­s, hasta detonar su carga letal frente al Safari Hotel. El otro estallido, casi simultáneo, ocurrió frente a un mercado cercano.

Las noticias del doble ataque, que el presidente somalí, Mohamed Abdullahi Mohamed, atribuyó de inmediato al grupo islamista Al Shabab, afiliado desde hace cinco años a la red terrorista Al Qaeda, demoraron en llegar desde el Cuerno de África. Pero el arribo progresivo de imágenes cada vez más cruentas y la suma incesante de víctimas alertó a los medios de comunicaci­ón de que no se trataba de un simple golpe más en uno de los confines más olvidados de la Tierra.

Hasta la tarde de ayer, los reportes oficiales cifraban en al menos 315 los muertos y en más de 400 los heridos. Y el lúgubre recuento amenazaba con seguir creciendo, tres días después de cometido el peor atentado en la historia de este país, de 15 millones de habitantes.

Periferia olvidada

Sería un ejercicio tan interesant­e como difícil repasar cuántos de los diarios con más influencia del planeta destinaron un espacio en sus portadas a la masacre perpetrada el sábado pasado. Rastrear cuánto tiempo ocuparon en las pantallas de las cadenas de TV los despachos provenient­es de la remota y paupérrima excolonia italiana y británica.

Hubo que remontarse hasta otro mes de octubre, el de 2011, para dar con el que hasta ahora había sido el peor ataque yihadista. Entonces, también un camión bomba acabó con la vida de 82 personas y dejó 120 heridos, apenas una cuarta parte de las víctimas de este fin de semana.

Somalía, como sus vecinos africanos, parece quedar bajo la lupa de la opinión pública sólo por las tragedias. Lo mismo les pasa a otros pueblos –explotados ayer por países europeos– que hoy se niegan a recibir a refugiados que buscan escapar de un destino marcado.

Años de conflicto interno y hambrunas como la de inicios de esta década, que dejó 258 mil muertos, de los que casi la mitad eran niños menores de cinco años, serían motivos suficiente­s para haber escrito más de una vez un solidario “Yo soy Mogadiscio”. En 2011, la ONU registró en el sur somalí la tasa de mortalidad más alta del mundo en nenes de menos de cuatro años de edad.

En esta tierra arrasada, grupos como Al Shabab, que quieren conformar un Estado bajo el rigor de la ley islámica aplicada al extremo, encuentran suelo fértil para sumar adherentes e influencia. Sus estrategia­s de captación y su vidrioso financiami­ento externo son un calco de lo experiment­ado por el Estado Islámico en Irak, primero, y en Siria, después.

Pero los repetidos estragos que causa Al Shabab en Somalía rara vez hallan eco del otro lado del mundo. “Nous ne sommes pas Mogadiscio” (nosotros no somos Mogadiscio) debería sincerarse buena parte de la humanidad, indolente hacia las penurias que no caben en sus selectivos mapas.

Las vidas no parecen tener el mismo valor en todo el mundo. O, quizás, son las muertes las que se cuentan de manera diferente.

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(AP) Terror. El doble atentado de Somalía marcó un récord macabro.
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