¿Hay un efecto dominó? Francisco Panero
Por distintos carriles, ya son tres las denuncias que están siendo analizadas en contra del fiscal General Adjunto José Gómez Demmel por supuestas maniobras de “presión” o “interferencia” en actuaciones o decisiones judiciales.
Mientras algunos, con la tercera denuncia, se preguntan si estas presentaciones se han convertido en un “efecto dominó”, pocos pueden disimular que esto se inscribe en una interna del Ministerio Público Fiscal, que no es más que un escenario de los escarceos entre fracciones vinculadas al poder político cordobés por ganar influencia en el seno de la Justicia provincial.
Más allá de las motivaciones y de lo funcional que todo esto pueda resultar a esa batalla más que elocuente, a Gómez Demmel no le resultará liviano hacer frente al nuevo escenario.
Seguramente, consciente de las complicaciones de esa coyuntura, el hombre de impecable elegancia contrató al penalista Justiniano Martínez para que lo asista como defensor.
Los frentes son, al menos, tres. Por un lado, la investigación administrativa que el Tribunal Superior de Justicia ordenó a pedido del titular del Ministerio Público, Alejandro Moyano.
En este ámbito, las sanciones pueden ser leves o derivar hacia un jury de destitución.
Por otro, el Tribunal de Ética Judicial analiza el aspecto deontológico que puede terminar con una sanción moral al proceder que se atribuye a Gómez Demmel.
El tercero de esos frentes es el Penal, con el juez Anticorrupción iniciando una investigación que acaso pudiera derivar en una imputación.
Más allá de esos frentes de conflicto, los contactos, reuniones, cabildeos y otros esfuerzos se entrecruzan en el subterráneo entramado de Tribunales, con esfuerzos que no se agotan en el plano del Poder Judicial. Ya es innegable que hay quienes lo atacan y quienes lo defienden.
Pero, más allá de eso, el fiscal Adjunto sabe que, objetivamente, debe oponer defensa a las acusaciones.