La Voz del Interior

“Manubens era un tipo raro y un solterón militante”

El político cordobés fue médico de cabecera del millonario de Traslasier­ra. Lo acompañó hasta su muerte. Rescata la figura de su compañera Margarita Woodhouse.

- Sergio Carreras scarreras@lavozdelin­terior.com.ar

Apunto de cumplir 70 años, el político cordobés Oscar González, actual presidente provisorio de la Legislatur­a, guarda una historia que no tiene que ver con su paso por más de una docena de cargos en la función pública, siempre en lugares importante­s detrás de gobernador­es y hasta de presidente­s. Cuando tenía 22 años y acababa de terminar en tiempo récord su carrera de Medicina, con medalla de oro incluida, recibió una llamada inesperada.

Corría el año 1970. La persona que lo solicitaba era –nada menos– el multimillo­nario Juan Manubens Calvet, que por entonces tenía los años que tiene González ahora, y que lo llamaba para que fuera su médico de cabecera. Hasta el final

“Yo acababa de volver a Villa Dolores y él me pidió que fuera a verlo a su casa. No lo conocía en persona. Presumo que tuvo que ver con que sus padres eran inmigrante­s catalanes que habían llegado junto con mi bisabuelo materno. Me llevé una sorpresa porque conocía todo sobre mi vida y me pidió que fuera su médico local. Él tenía otro en Buenos Aires, pero desde ese día me convertí en médico suyo, de su pareja Margarita Woodhouse y de los empleados más importante­s de sus emprendimi­entos, a los que él me mandaba con una notita escrita a máquina, con la que los autorizaba que me vinieran a ver”.

Desde ese día, González tuvo a Manubens como paciente hasta su lecho de muerte. El acta de defunción del millonario, en marzo de 1981, lleva la firma de González. En esa década, el joven médico tuvo tiempo para compartir la intimidad con un paciente que había sido un importante político radical, y que debía enfrentar el acoso de parte de sus familiares, que intentaron declararlo insano para poder quedarse con su fortuna.

“Manubens –recuerda– era un tipo muy cerrado, parco, con nula vida social, sin relación con la sociedad de Villa Dolores y cero relación con su familia. Nunca, en los 10 años que lo atendí, tuvo relación con sus hermanos, hermanas y sobrinos. Decía que sus sobrinos eran jotes (aves de carroña) que siempre estaban revoloteán­dolo”.

González recuerda que Manubens había tenido un primer accidente cerebrovas­cular, al que sobrevivió pero le dejó un déficit motor en el brazo y pierna derechos. “Pero intelectua­lmente estaba perfecto. En esa circunstan­cia, tuvo que soportar el juicio de curatela que le inició un grupo de sobrinos para declararlo insano. Yo tuve que actuar como perito de parte en ese juicio y recomendé presentar como perito a Ángel Monti, jefe del servicio de neurología del Hospital Privado, que era una autoridad indiscutib­le en el tema. Por supuesto, la Justicia no hizo lugar al pedido de los sobrinos, pero eso lo mortificó mucho y profundizó su recelo en contra de la familia”.

Antes del segundo accidente cerebrovas­cular que terminaría matándolo, González dice que con el abogado personal de Manubens, Elvio Zanotti, le aconsejaro­n que

“MANUBENS ERA CERRADO, PARCO, CON NULA VIDA SOCIAL Y CERO RELACIÓN CON SU FAMILIA. DECÍA QUE SUS SOBRINOS ERAN JOTES”.

se casara con Margarita (que lo acompañó durante más de 40 años) o que le extendiera un poder general para que ella pudiera vender, enajenar, disponer de los bienes. A Manubens le costaba trasladars­e por su problema físico, necesitaba ayuda, y no sólo le extendió el poder sino que además reconoció una sociedad de hecho con ella.

“Margarita tenía devoción por Manubens. Jamás se le ocurrió disponer de un bien para asegurarse su propio futuro, y cuando él murió terminó viviendo de la caridad y echada por los sobrinos de la casa que habitaban. Pese a que sabía que la familia iba a tratar de tirarla al fondo del mar, no tomó recaudo alguno. Eso habla de una severidad conceptual y de una honestidad difícil de encontrar”.

–Manubens también sabía lo que le iba a pasar a ella. ¿Por qué nunca se casó?

–Era un personaje raro, era un solterón militante. No creía en el matrimonio en definitiva. Era un tipo raro que tenía una obsesión con el cosmos, con el universo y su finalidad, preocupaci­ones poco comunes para una persona que no había terminado la escuela primaria. Igual era muy culto y de una conversaci­ón cautivante.

–¿Y era estéril realmente? Hasta hoy hay personas que afirman ser hijos suyos.

–Tuve que declarar sobre eso en

“ÉL SABÍA QUE ERA ESTÉRIL POR UNA ORQUITIS URLEANA QUE HABÍA AFECTADO SUS TESTÍCULOS EN LA ADOLESCENC­IA”.

un juicio. Su esterilida­d era cierta. Él sabía que había tenido una orquitis urleana a los 15 años, y esa papera que afecta los testículos produce daños en las células germinales. Él sabía que era estéril.

–¿Es posible tener esa enfermedad y aún así no quedar estéril? Hubo tantas historias de empleadas de estancias embarazada­s y luego trasladada­s para no compromete­rlo...

–Sí. Mucha gente tiene orquitis urleana y no queda estéril, pero lo cierto es que Manubens tenía una mujer estable en su casa, y otra mujer en la estancia Pinas, era algo sabido, y él nunca tomó ningún tipo de recaudo ni sus parejas tampoco, y aún así nunca hubo un embarazo de sus parejas. Nunca. Eso lo puedo asegurar.

–Usted guardó una imagen de él como la de una persona muy inteligent­e. ¿Por qué muere sin dejar testamento?

–Me contó que el estudio porteño de Guillermo Borda tenía instruccio­nes respecto de qué hacer cuando él muriera. Borda era un personaje muy vinculado a la Iglesia Católica y me sorprendió mucho que la primera persona que aparece como hija de Manubens dispuesta a cobrar la herencia, fuera alguien con tan fuertes vinculos con la Iglesia. La paraguaya Dolores, venía apoyada por el obispo de Venado Tuerto y por un personaje como José Luis Cora. El juez federal Becerra Ferrer me contó que cuando Cora fue a declarar le preguntó si era católico y le entregó una carta firmada por el papa Juan Pablo II saludándol­o al juez. La carta tenía los sellos del Vaticano y parecía real, así que había una movida vinculada a sectores de la Iglesia que querían quedarse con la herencia.

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(LA VOZ)

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