La Voz del Interior

Larevancha­de Siena: la vacuna contrael meningococ­oB

En la ciudad donde mató la peste negra, se desarrolló la vacunologí­a inversa para llegar a la inmunizaci­ón contra el meningococ­o B. Evita muertes y graves secuelas en niños de 1 a 5 años. Está disponible en el país.

- Josefina Edelstein Especial

La Siena que quiso sellar su riqueza y poder exhibiendo la Catedral más grande del mundo quedó derruida en cuatro meses por el paso de la peste negra. De mayo a septiembre de 1348, la ciudad de color terroso que aparece sobre una colina de la región Toscana de Italia, a 70 kilómetros de Florencia, perdió dos tercios de su población. La peste aniquiló a los arquitecto­s y constructo­res del Duomo; los feligreses a los que estaba destinada murieron; y de la nave mayor, quedó la fachada a medio camino, sin ventanas, tal como se ve hoy.

“Es el monumento más grande a las enfermedad­es infecciosa­s”, sostuvo el microbiólo­go Rino Rappuoli, durante una entrevista en Córdoba, cuando vino para presentar la vacuna contra la meningitis B en el 38° Congreso Argentino de Pediatría.

Como contrapunt­o, su ciudad natal y sitio de residencia alberga un centro de investigac­ión y desarrollo de donde surgen muchas de las vacunas que evitan enfermedad­es mortales. Allí nació una tecnología innovadora, la vacunologí­a inversa, con la que se logró desarrolla­r la primera vacuna contra el meningococ­o B que, con el método convencion­al, era imposible conseguir.

Y fue Rappuoli quien tuvo la idea de buscar la solución en la secuenciac­ión genética de la bacteria Neisseria meningitid­is grupo B, cuando en 1995 supo que el biólogo Craig Venter había logrado el genoma del primer organismo vivo.

“Fui a visitarlo a Estados Unidos y le pregunté si quería colaborar con nosotros”, contó Rappuoli.

La vacunologí­a inversa parte de la secuenciac­ión genética de microorgan­ismos. Los datos se introducen en una computador­a que los analiza y permite detectar antígenos imposibles de hallar con la técnica convencion­al. Por lo tanto, el proceso comienza en un software bioinformá­tico, después se elabora la vacuna, y finalmente, se coloca en las personas.

En cambio, con el método tradiciona­l, primero, se cultivan bacterias o virus y, luego, se purifican o atenúan para obtener el antígeno que se inyecta a los seres humanos.

La vacuna se formuló en el año 2000, en 2013 se aprobó en Europa y este año la Anmat – el ente regulador de la Argentina– autorizó su comerciali­zación y está disponible en vacunatori­os privados.

Vienen las vacunas sintéticas Las dosis que llegan al país vienen desde Rosia, la planta productora de vacunas del laboratori­o GSK ubicada a 23 kilómetros de Siena. Tanto en el centro de desarrollo como en la planta elaborador­a, el personal explicó con orgullo a un grupo de periodista­s argentinas invitadas, los pasos para obtener esta hija tan preciada. En tanto, Rappuoli, científico líder del grupo reafirmó que “todos ellos intervinie­ron en una etapa u otra del desarrollo y se sienten orgullosos porque contribuye­ron para lograrla con éxito”.

“Los niños que nacen hoy tienen una expectativ­a de vida de 85, quizá 90 años y eso es porque hemos logrado controlar las enfermedad­es infecciosa­s con agua potable, antibiótic­os y vacunas”, agregó.

“La diferencia – subrayó– es que con las vacunas se puede erradicar una enfermedad, mientras que con los antibiótic­os se curan”.

Sobre las vacunas del futuro y la Sin protección, los que las resisten exponen al resto.

Si hoy se habla de enfermedad­es erradicada­s, es porque se logró proteger a las personas con vacunas para que no se enfermaran gravemente ni murieran.

La mayoría de los grupos antivacuna­s no conoce lo que son las consecuenc­ias de la poliomieli­tis ni de tantas otras enfermedad­es infecciosa­s, porque nacieron y viven en una comunidad inmunizada.

“Lo que ha dado fuerza a esos grupos son las redes sociales donde se juega la posverdad; es decir, se eliminan mediadores como los médicos o periodista­s y se crean comunidade­s y se comparten experienci­as”, apunta Pier Luigi Lopalco. posibilida­d de desarrolla­r una para el virus del Zika, Rappuoli adelantó que están trabajando en un método totalmente sintético. Se llama SAM, sigla que viene de la expresión en inglés “self amplifying messenger” ácido ribonuclei­co ( ARN).

“Con esta tecnología producimos un segmento de ARN que contiene la informació­n para hacer la vacuna. Entonces, lo que se inyectará al paciente es la informació­n genética de una porción de ARN para que el organismo la encuentre, desarrolle el antígeno y produzca su vacuna”, explicó.

Ya probaron en laboratori­o con 20 virus y “con todos funcionó muy bien”, señaló. Agrega que en breve comenzarán las pruebas en seres humanos y estima que en uno o dos años estará lista.

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( RAMIRO PEREYRA) Investigad­or. Rino Rappuoli, en su última visita a Córdoba.

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