Claudio Bonadio, el más famoso de los jueces “de la servilleta”
“como el primer encuentro” la reunión en Alepo, Siria, el 24 de enero de 2011, entre Timerman, el presidente sirio, Bashar al Assad, y el canciller iraní Alí Salehi.
Bonadio citó como pruebas dos artículos publicados por el periodista José Eliaschev en el diario Perfil, el 26 de marzo y el 2 de abril de 2011, en los que se señala el inicio de negociaciones para “dejar de lado la investigación de los atentados”.
En su descargo, Timerman presentó el intercambio de e-mails en los que Ronald Noble, por entonces titular de Interpol, ratificaba las alertas rojas (pedido de captura) sobre los imputados iraníes pese a la firma del Memorándum.
“No pudo lograrse que Noble preste declaración testimonial”, dijo Bonadio. “Todo ello nos lleva a dudar de la imparcialidad que tendría que tener Noble por su cargo de secretario General de Interpol y que por su relación con Timerman prestó colaboración a los imputados para armar una puesta en escena”, afirmó el juez.
Bonadio también cree que el acuerdo fue redactado por Irán, y no en forma conjunta entre ambos países. “No resulta creíble que Timerman, sin tener la mínima formación universitaria, mucho menos ningún conocimiento jurídico –ni qué decir de procesal penal o de derecho internacional–, redactó un instrumento de tal naturaleza e importancia, sin contar con opinión de expertos”.
El juez, en la página 464, explica por qué dictó las prisiones preventivas. Afirma que los hechos imputados y el estado de la investigación “configuran una desfavorable impresión sobre las condiciones personales” de los imputados y “permiten concluir que, en caso de seguir en libertad, no habrán de someterse a la Justicia”.
Hasta fines de 2014, Claudio Bonadio, con 51 denuncias en el Consejo de la Magistratura (aunque la mayoría desestimadas), estaba segundo, detrás del ya retirado Norberto Oyarbide, en la tabla de jueces controvertidos.
Tras ser colaborador de Carlos Corach a principios del primer gobierno de Carlos Menem, accedió a la Justicia federal en 1992. Cuatro años más tarde nacía una leyenda: Domingo Cavallo dijo haber visto una servilleta escrita por el propio Corach, con los nombres de los jueces federales amigos del gobierno. Allí figuraba Bonadio. El apelativo del “juez de la servilleta” nunca lo abandonó.
Su fama de duro se agigantó en 2001: mató a dos delincuentes en una esquina del conurbano bonaerense cuando quisieron asaltarlo cuando bajó de su Audi. Usó una Glock calibre 40.
Pese a estar a cargo de la causa por “traición a la patria” referida al atentado de la Amia, un grupo de familiares de las víctimas no tienen una buena opinión sobre Bonadio. Siempre recuerdan que en 2005 el juez fue apartado de la causa que investiga el encubrimiento del atentado por “cajonear” el expediente. Allí está implicado, y actualmente en juicio oral, su exjefe Corach.
En 2010, paradójicamente, fue denunciado por el fiscal especial Alberto Nisman. “Se resalta la particular inquina que el magistrado tendría para con mi accionar como fiscal en la investigación contra el atentado a la sede de la Amia”, sostuvo Nisman en aquella presentación.
En 2013, Bonadio pidió la captura del exsecretario de Transporte Ricardo Jaime por malversación de fondos.
Ayer fue quien procesó y dictó la prisión preventiva de Cristina Fernández de Kirchner. A la expresidenta también la procesó en los casos conocidos como “dólar futuro” y “Los Sauces”.
Que esto ocurriera en el último día hábil previo a la asunción de la expresidenta como senadora fue observado con suspicacia.
La dos veces presidenta de la Nación acusó a Mauricio Macri de estar detrás de la imputación de Bonadio. Un conocedor de las intrigas en los Tribunales federales negó a este diario esa lectura política. “No, Bonadio actúa por las suyas. En todo caso, si quieren encontrar una explicación, busquen por el lado del peronismo y sus internas, o por el lado de alguna revancha”, dijo la fuente.
Bonadio, trascendió, inició no hace mucho los trámites para jubilarse.