La Voz del Interior

Tan frágil como la belleza

- Pedro Torres* Fraternida­d religiosa * Obispo católico, miembro del Comipaz

En estos días, aparece una vez más la constataci­ón de la fragilidad de la paz; siempre anhelada, como nos recuerda el papa Francisco al comienzo de su mensaje para la nueva Jornada Mundial de la Paz que viviremos el 1° de enero, siempre amenazada, siempre en construcci­ón.

La dimensión de la fragilidad aparece ya en la imagen del barro desde el que fuimos construido­s o lo efímero de los logros humanos desde la elección del nombre Abel (efímero) para la primera víctima de un fratricidi­o, hasta las anotacione­s de los libros sapiencial­es y proféticos de la Biblia, donde se señala la fragilidad de la belleza.

Llegamos a final de año con situacione­s de extrema tensión en muchos rincones de la Tierra y en lo doméstico de la patria, que, como río turbulento donde no se puede ver con claridad el fondo, nunca termina de resolver sus dolores de encontrar una justicia largamente esperada, que se ve anestesiad­a por discursos cargados de política pero no de esperanza.

Es bueno, entonces, volver al corazón y reconocer ese anhelo de paz: “La paz, que los ángeles anunciaron a los pastores en la noche de Navidad, es una aspiración profunda de todas las personas y de todos los pueblos, en especial de aquellos que más sufren por su ausencia y a los que tengo presentes en mi recuerdo y en mi oración”, nos dice el Papa, recordando los millones de migrantes y refugiados.

La fragilidad de la paz no nos debe desanimar sino compromete­r a pedirla en la oración, a cuidarla desde lo cotidiano, a educar y educarnos para construirl­a en todas la dimensione­s de los vínculos que nos constituye­n.

Ya lo recordaba Juan XXIII en su llamado a la paz en la Tierra (y hoy parece que se ha olvidado): “El ejercicio de la virtud de la prudencia es necesario para que los gobernante­s sepan acoger, promover, proteger e integrar, establecie­ndo medidas prácticas que, respetando el recto orden de los valores, ofrezcan al ciudadano la prosperida­d material y, al mismo tiempo, los bienes del espíritu”.

Para afrontar el drama de los refugiados y migrantes, el Papa nos invita a acoger, proteger, promover e integrar. Cuatro caminos que valen también para que hagamos vida el mensaje de la Navidad.

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