La Voz del Interior

El matón de un barrio zafó del máximo castigo

“Chocolate”, confeso autor de un crimen y de ataques contra varios vecinos en Villa Urquiza, podría haber recibido 25 años de cárcel. En un juicio “exprés”, le aplicaron 17 años. Usaba una pistola de la Policía.

- Claudio Gleser cgleser@lavozdelin­terior.com.ar

Tiene 21 años y en su haber ya cuenta con dos asesinatos. Cuando niño, a sus 8 años, probó la droga por primera vez y no paró más. Hoy, se confiesa un “poliadicto”. A los 13, ya disparó con una pistola. Y tampoco frenó. Desde joven estuvo preso y así aprendió a tener –según sus propias palabras– resentimie­nto, dolor y frustració­n que lo llevaron a salir “maldito”.

Los dos crímenes que cometió ocurrieron en pocos años en Villa Urquiza, la barriada cordobesa donde se crió, creció y se hizo temer por muchos vecinos, a fuerza de amenazas, robos y balazos.

El primer homicidio sucedió en medio de una disputa a los tiros entre dos bandas, cuando le faltaba poco para ser mayor. La víctima fue una chica que recibió un balazo de manera accidental.

El segundo asesinato sucedió ya en 2016 y la víctima fue un muchacho, un vecino, a quien se la tenía jurada. Si no hubo más muertos aquella trágica noche fue por mera cuestión de puntería y del destino: es que otro joven y una chica resultaron gravemente heridos, pero pudieron salvar sus vidas.

Para cometer el ataque se valió de una pistola calibre 9 milímetros, casualment­e de las que fueron robadas en 2014 del corazón de la Jefatura de Policía de Córdoba. Se llama Carlos Ariel Murúa. En el barrio todos lo conocen de una manera: como “Chocolate”.

Ayer, empezó y terminó un juicio en su contra por una colección de delitos que iban desde portación de armas, pasando por tentativas de homicidio reiteradas, hasta el asesinato sucedido en 2016, donde la víctima fue Ramiro Augusto Bazán (18), quien cayó ultimado de un certero balazo.

“Chocolate” podría haber recibido el máximo de condena que la ley prevé: 25 años de cárcel.

Sin embargo, la pena fue sustancial­mente menor: 17 años de prisión efectiva. Se trató de una condena a mitad de escala entre el mínimo y el máximo previstos por la ley: 8 y 25 años.

¿Qué pasó, entonces? Sucede que Murúa fue sometido a un juicio de tipo abreviado en la Cámara 3ª del Crimen de Córdoba.

El juicio abreviado consiste en una sola audiencia en los Tribunales en la que un acusado admite los cargos en su contra, se muestra arrepentid­o y pide perdón. Asimismo, es necesario que su defensor, fiscal y juez se pongan de acuerdo en la pena a imponer.

Esto fue lo que pasó con “Chocolate”. El muchacho, pronuncian­do las palabras de forma estudiada pero sin convencer demasiado, se mostró arrepentid­o en la sala de audiencias, pidió perdón a las familias de las víctimas y lloró incluso por su propia hija.

“Fue un fallo justo y acorde a derecho”, le dijo a La Voz el fiscal Marcelo Hidalgo, quien destacó, por un lado que fue una “pena severa y, además, el acuerdo logrado con el defensor y el abogado que representa a la víctima fatal.

Siempre a los tiros

Según surge del expediente y de quienes lo conocen, Carlos Ariel Murúa siempre fue un joven que se hizo temer en el barrio Villa Urquiza a fuerza de amenazas y ataques a vecinos, ya sea solo o bien junto con la patota que lideraba y en la que había menores.

“Chocolate” llegó a juicio por una escalada de hechos de violencia urbana en 2016 (por lo general, ataques armados contra otras personas, algunas de las cuales resultaron heridas) y que terminaron en el episodio más grave y que ocurrió el 20 de junio de ese año.

Aquella noche, el joven junto a dos amigos menores de edad (uno es inimputabl­e porque tenía 15 años) llegaron caminando a una despensa de calle Igual esquina Porto y Mariño. Todos iban armados con pistolas automática­s.

“Chocolate” llevaba una Bersa robada a la Policía de Córdoba.

En segundos abrieron fuego contra un grupo de jóvenes.

¿Las razones? Es el gran misterio de todo. Que una venganza por drogas, que un ajuste por una denuncia tras un ataque, que enemistade­s antiguas…

Lo concreto es que, desesperad­as, las víctimas salieron corriendo, mientras los matones avanzaban a pie, sin dejar de gatillar.

Ramiro Bazán cayó ultimado de un balazo en el tórax y murió. Sus amigos Jean Franco Castro y Eliana Yacoretti terminaron heridos y sobrevivie­ron con lo justo.

“Pido perdón”, dijo ayer “Chocolate” y la disculpa bastó. Acto seguido, el juez Alejandro Weiss le impuso 17 años de prisión y lo mandó a la cárcel de Cruz del Eje.

Arma policial. ¿Cómo llegó a tener una de las pistolas robadas de la Jefatura de Policía? ¿Quién se la dio o vendió? Nadie lo sabe.

Difícilmen­te se sepa algún día.

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A prisión. “Chocolate” fue condenado por graves delitos.

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