La Voz del Interior

OMC: fracasó la cumbre, pero el acuerdo con Europa sigue vivo

El Mercosur y la UE podrían firmar en poco tiempo el tratado de libre comercio. Varios productos y materias primas de Córdoba estarían alcanzados en un futuro convenio.

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Aunque la 11ª Conferenci­a Ministeria­l de la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC) culminó en Buenos Aires en un absoluto fiasco, otra es la situación cuando se centra la mirada en la posibilida­d de alcanzar un acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea (UE) y el Mercosur, tratado donde cobran importanci­a productos primarios e industrial­es de Córdoba.

“No hemos podido obtener resultados ahora, no siempre es posible hacerlo, pero esto no disminuye la decepción que todos sentimos”, sostuvo Roberto Azevedo, director del organismo internacio­nal, al referirse a la falta de consenso para que los 164 países miembros de la OMC avalaran una mayor apertura de sus economías.

Los representa­ntes de las naciones miembros del foro tampoco lograron un consenso para firmar un documento conjunto de apoyo al comercio multilater­al, como había propuesto Argentina en la Declaració­n de Buenos Aires, ni sobre la importanci­a del desarrollo, cuestiones a las que Estados Unidos se opuso.

Precisamen­te, ese fue el dato distintivo de esta Conferenci­a: el gobierno de Donald Trump comenzó inclusive a cuestionar a la OMC como una institució­n adecuada para resolver las diferencia­s comerciale­s entre los países.

Pero, fuera de ese escenario principal, Cecilia Malstrom, comisaria europea de Comercio, se mostró confiada en la posibilida­d de avanzar hacia un tratado de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur. “No puedo dar una fecha, todavía hay trabajo por hacer, pero será pronto, a comienzos del año que viene”, puntualizó la sueca.

Las cuestiones pendientes de resolver para acordar incluyen a la agricultur­a y a otros sectores “muy importante­s” para Europa, dijo Malstrom, como el automovilí­stico o el de productos fitosanita­rios.

Latinoamer­icanos y europeos, por ejemplo, acordaron eliminar los aranceles al 90 por ciento de la canasta de productos que participar­án del intercambi­o, puntualizó a La Voz Belisario de Azevedo, especialis­ta en comercio exterior de la consultora abeceb.

Dentro de esa canasta están productos centrales para Córdoba, como el caso de lácteos, cereales, oleaginosa­s y carne bovina. También están las autopartes y los vehículos que actualment­e tributan impuestos de extrazona para su importació­n.

El economista advirtió, sin embargo, sobre que una vez que los bloques alcancen un acuerdo, algo que a su criterio se hará “en el corto plazo”, ese convenio debe ser aprobado por los parlamento­s de cada uno de los países que lo firmarán. Allí pueden aparecer dificultad­es.

Explicó, por ejemplo, que la industria láctea europea es “mucho más competitiv­a que la argentina”, con lo cual es sencillo detectar resistenci­a a un convenio. Lo mismo pasaría, pero a la inversa, con el sector agropecuar­io de Francia o de Suiza.

Al mismo tiempo, hay cuestiones pendientes de Argentina, por ejemplo, por el biodiésel. Ayer el Gobierno aumentó al ocho por ciento la retención a este producto a partir de enero. “Fue una clara señal hacia Estados Unidos que, si no obtiene los resultados esperados, podría terminar en una denuncia ante la OMC contra las restriccio­nes de ese país”, agregó el especialis­ta.

En otro estante se ubican los “deberes” que Argentina no realizó. Pese a su compromiso con el llamado “acuerdo de facilitaci­ón de comercio” firmado en 2013, el país todavía no presentó los instrument­os para derribar la burocracia que demora los procesos de intercambi­o comercial.

La imagen que nos ofrece la reunión de la Organizaci­ón Mundial de Comercio (OMC) inaugurada en Buenos Aires no podría ser más impactante. Los países desarrolla­dos, arrinconad­os por los emergentes, e incluso los subdesarro­llados, que los acusan de proteccion­istas y de enemigos del libre comercio. El mundo al revés. Uno podría preguntars­e adónde fue a parar el Consenso de Washington, el decálogo finisecula­r promovido por las naciones del Primer Mundo y tomado como ícono de las políticas liberales.

Tradiciona­lmente han sido los países desarrolla­dos los que proponen remover las barreras proteccion­istas, abrirse a las reglas del mercado y la competenci­a y liberar el flujo de mercancías. Tal fue el principal aporte del libro fundaciona­l de la Economía, La riqueza de las naciones . En él, Adam Smith no proponía otra cosa que remover toda la estructura proteccion­ista creada por el mercantili­smo y abrirse a la libre competenci­a. Claro que Inglaterra se sabía con una industria fuerte y competitiv­a, imposible de vulnerar por otras naciones.

El librecambi­o alcanza otra dimensión, mucho más potente, en tiempos de la globalizac­ión. En las últimas décadas, el vertiginos­o desarrollo del transporte, de las comunicaci­ones y de la robotizaci­ón facilitó no sólo el intercambi­o comercial, sino también la instalació­n de industrias y procesos fuera del ámbito nacional. En búsqueda de bajar sus costos, las naciones más desarrolla­das volcaron sus capitales hacia naciones del sudeste asiático y países como Singapur, Taiwán, Corea del Sur, Indonesia, y otros se transforma­ron a un ritmo de vértigo.

Estos cambios también alcanzaron a un gigante: China. Tras la muerte de Mao y con la influencia de Deng Xiao Ping, se reorientó hacia una economía de mercado con resultados a la vista. Hacia los ’60, Mafalda bromeaba con el “peligro amarillo” en tanto socialismo que se avecinaba. Ahora los temores a China se fundan en su calidad de país capitalist­a con políticas de exportació­n agresivas y de bajos costos.

Hace rato que Europa no es el reino del libre comercio. Desde la posguerra decidió proteger su agro, lo que significa un esfuerzo supremo para arrancar frutos a sus fatigadas tierras, a fuerza de maquinaria, de fertilizan­tes y de agroquímic­os. Y de subsidios. Produce por encima del costo mundial. Librada a la suerte de la oferta y la demanda, desaparece­ría.

Primer Mundo cerrado

El caso de Estados Unidos es diferente. Su industria viene peleando contra la mayor eficiencia asiática desde tiempos de Lee Iacocca, el directivo de la Chrysler que en los ’90 comparaba la importació­n de autos japoneses con el bombardeo a Pearl Harbor. Con la llegada de Donald Trump al poder, la situación se ha sincerado. Su proteccion­ismo es la confesión de su debilidad relativa respecto de China. El gigante ya no quiere competir libremente. Ahora encuentra razonable que su industria sea protegida. Y para eso eleva un discurso nacionalis­ta que en su momento encantó a Guillermo Moreno y a la propia expresiden­ta Cristina Fernández.

Los países del Mercosur están unidos en su reclamo por mayor libertad comercial. Europa y Estados Unidos están ávidos de ganar influencia en América latina, pero no ofrecen sino proteccion­ismo. Su creciente debilidad económica puede llevarlos, en consecuenc­ia, a perder influencia territoria­l y política.

Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y también el Chile de Bachelet proponen una mayor libertad comercial y son los países más poderosos los que ponen peros y trabas.

Hace poco más de 10 años, en la Cumbre de las Américas realizada en Mar del Plata, Argentina y Venezuela –borrachos de recursos por el fabuloso precio que habían alcanzado sus commoditie­s de exportació­n– se permitiero­n la provocació­n y un enfrentami­ento político innecesari­o con los Estados Unidos. Hoy la situación es distinta. El Mercosur tiene ahora una nueva base objetiva de unión de sus intereses a partir del nacionalis­mo estadounid­ense, que se suma al tradiciona­l proteccion­ismo europeo.

El libre comercio, punto central de aquel texto de 1989 de John Williamson, conocido como Consenso de Washington, ahora es temido por quienes, 30 años atrás, lo promovían. Y al revés: es enarbolado por los países que en aquellos años se sentían perjudicad­os por el libre flujo de mercancías.

Acaso la globalizac­ión tenga ahora un nuevo signo y sea vista por los países emergentes más como una oportunida­d que como una fuente de problemas.

ARGENTINA, BRASIL, PARAGUAY, URUGUAY Y CHILE PROPONEN UNA MAYOR LIBERTAD COMERCIAL, Y HOY SON LOS PAÍSES MÁS PODEROSOS LOS QUE PONEN PEROS Y TRABAS.

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(AP) Cierre. Roberto Azevedo, titular de la Organizaci­ón Mundial de Comercio, con la canciller Susana Malcorra.

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