Independiente, grande como el Maracaná
“El Rey de Copas” volvió en Río de Janeiro: empató 1-1 con Flamengo y se consagró campeón por el 2-1 de la ida.
En el estadio Maracaná, donde los grandes se hacen leyenda, hay un grande que es leyenda: es Independiente. El que se consagró anoche campeón sobre Flamengo en una Copa Sudamericana que viaja directo a Buenos Aires, a Avellaneda, para integrar la vitrina del “Rey de Copas”. Independiente está de vuelta. Desde 2010 que no ganaba un título; justamente había sido la Copa Sudamericana su última consagración.
Fue hace siete años y en ese tiempo a Independiente le pasó de todo y no todo fue bueno. Cayó a la B Nacional, le brotaron técnicos y problemas, y las soluciones recién empezaron a llegar en este cierre de 2017. No es que Independiente sea una Disneylandia futbolera o el Barcelona de Guardiola, pero se armó con un equipo competitivo, “presente” y ubicado expectante en la Superliga, y de largo alcance en el ámbito internacional.
Independiente empató 1-1 en Río de Janeiro y le valió el triunfo 2-1 de local en Avellaneda, en el estadio Libertadores de América, lugar que tiene el nombre del torneo que el Rojo volverá a jugar en la temporada que viene por su título en esta Sudamericana. Ezequiel Barco fue el hombre que pateó el penal más pesado de la última década.
El Rojo perdía 0-1 por el gol de Lucas Paqueta, y el bajito que muestra un factor H inmenso definió para que los miles de hinchas rojos en el Maracaná callaran al club que “tiene la hinchada más grande del planeta”.
El director técnico Ariel Holan, el DT hincha, el que llora en las alegrías y sufre en las tristezas, fue el conductor de un Independiente que vuelve al plano internacional como dueño de un trofeo. Fabricio Bustos, el cordobés que parece delantero desde el lateral derecho, es otro nombre para la historia reciente del club de Avellaneda, que llegó a la final de la Sudamericana. Y que no sólo llegó, sino que la ganó. Y de visitante, en Brasil. Independiente es una leyenda más grande que el Maracaná. Los reyes (de copas) tienen eso, de ganar cuando otros pierden.
Fue un partido dramático, pesado, sufrible, pero disfrutable al final. Pudo haberse festejado antes si Gigliotti y Barco metían algunas de las chances claras que tuvieron en el segundo tiempo. Pudo haber ido a penal si “el Fla” no se devoraba un gol hecho en el último minuto. Pero las pelotas que Barco y Gigliotti no metieron en el segundo tiempo se compensaron con lo que metieron con el alma en cada jugada. Metieron ganas y cabeza, inteligencia al servicio del triunfo de un Independiente que siempre estuvo a la altura de las circunstancias desde el inicio de esta Copa Sudamericana que no hay manera de desprestigiar.
Un Independiente que siempre estuvo a la altura, desde que dejó en el camino a Alianza Lima de Perú, Deportes Iquique de Chile, Atlético Tucumán, Nacional de Paraguay y Libertad de Paraguay, el último escollo antes del choque con el Flamengo, antes de la noche de anoche, la noche mágica de Río de Janeiro. Lo dicho: Independiente es una leyenda más grande que el Maracaná. Volvió “el Rey de Copas”.