Los escolares como rehenes
Para esta época del año y en proximidades del comienzo del ciclo lectivo, el sistema educativo en general queda a merced de las engorrosas negociaciones salariales entre los gremios del sector y las patronales estatales y de gestión privada, lo cual augura no pocas complicaciones.
No es novedoso que el grado de fricción, que suelen alcanzar algunas tratativas en la mesa de paritarias, se traduzca en medidas de acción directa de parte de los sindicatos y, con ello peligre el normal inicio de las clases.
Es normal que cualquier actividad laboral pública y privada aborde una agenda periódica en materia salarial y de condiciones de trabajo para sus dependientes, pero en el ámbito de la enseñanza no resulta prudente posponer hasta último momento asuntos clave, que puedan afectar el calendario escolar en todos sus niveles.
Son actividades prioritarias (como es la atención de la salud) que no deben quedar enredadas en posiciones intransigentes de enorme perjuicio público.
En una decena de jurisdicciones del país, el arranque del ciclo lectivo continúa en suspenso a raíz de las gruesas diferencias porcentuales que existen entre lo que reclaman los representantes sindicales y lo que ofrecen las patronales, todo en el marco de una economía incierta e inestable que no alienta a ensayar proyecciones creíbles.
En Córdoba, el entramado se repite como cada año, sin avances concretos y con el gobierno y el gremio que agrupa a los educadores estatales manejando números disímiles respecto de la pauta salarial para este año.
También es incierta la apertura de las aulas, prevista para el 5 de marzo. Si bien el titular de la Unión de Educadores de la Provincia, Juan Monserrat, dio indicios de que el dictado de clases comenzará ese día, dejó abierta la posibilidad de un agravamiento del conflicto a nivel nacional, lo cual repercutiría en la provincia, ante un eventual paro general decretado por la central nacional docente.
Es decir, nunca está dicha la última palabra y todo parece desarrollarse en un estado de alerta, mientras miles de estudiantes quedarán otra vez a expensas de la vieja táctica sindical de presionar y amenazar con el no inicio de clases.
Un escenario de tribulaciones recurrente que suele complicarse aún más por el deficiente estado edilicio que presentan muchos colegios. Otra asignatura que compete al Estado y que es habitual que se intente remediar a las apuradas y con el calendario escolar encima.
Son plausibles las tratativas en un clima de entendimiento. Pero no se puede recurrir a la crispación y a la amenaza constante y dejar a los escolares expuestos como rehenes de pujas ajenas, de las que siempre salen perdiendo.