Espionaje, extorsión y suciedad Horacio French
Nada le permitió suponer al hacker australiano Julian Assange las consecuencias personales que le traería su arriesgada incursión en el mundo del espionaje.
Tras un impactante comienzo en 2008, cuando dio a conocer al mundo los secretos políticos que las grandes potencias guardaban bajo siete llaves, revelando también detalles de la vida privada y financiera de origen dudoso de varios personajes de la política internacional, la adversidad apareció de repente en su vida cuando dos mujeres suecas lo denunciaron, con pruebas contundentes, por intento de violación.
Debido a esta situación (causa que fue archivada en mayo de 2017) y ante la inminencia de su detención, Assange –que residía en Londres– logró asilarse en la embajada de Ecuador en ese país.
Estos hechos sucedieron en 2012, y según el entonces presidente de Ecuador, Rafael Correa, el asilo fue otorgado por razones humanitarias, ya que si Assange era extraditado a los Estados Unidos podía ser condenado a muerte por violar secretos de Estado de ese país.
Por otra parte, estas afirmaciones fueron rechazadas por distintos sectores de Ecuador. Según el analista Internacional Javier Giner, la protección diplomática al mencionado hacker obedeció a otras razones, porque la mayor habilidad –y por ende peligrosidad– de Assange consiste en su capacidad para burlar los controles de la inteligencia financiera y ocultar el dinero de la corrupción de los gobiernos, entre ellos el de Ecuador.
Asimismo, el cuestionamiento al asilo de Assange ha recrudecido en los últimos tiempos a raíz de que el actual gobierno del presidente Lenín Moreno acaba de concederle la ciudadanía ecuatoriana.
Según los expertos, esto es a todas luces porque consideran que “el nuevo ciudadano ecuatoriano” declaró tener domicilio en la parroquia Chupicruz situada en Quito, dato que es falso, y además que la afiliación no respetó los pasos legales exigidos para obtener la ciudadanía definitiva, como lo es la carta de naturalización, que fue otorgada de modo irregular.
Por otro lado, Assange hasta ahora no necesitaba visa para permanecer en Londres porque era australiano, aunque ahora deberá necesariamente tramitarla para no ser un residente ilegal ecuatoriano en ese país.
O sea, que el famoso hacker yano es un asilado político, y los británicos podrían exigir su entrega para arrestarlo. Por último, Assange fue inscripto bajo un trámite denominado “registro tardío” solo reservado para los hijos de los inmigrantes ecuatorianos que viven en el exterior, cuestión que le otorga la ciudadanía por nacimiento, encuadre legal ajeno a Assange.
Por otro lado, no sólo el gobierno inglés pretende que Assange deje la embajada de Ecuador. También los empleados de esa sede lo anhelan porque denuncian que el antipático huésped que deben soportar –que se quedó con el baño para mujeres como su dormitorio principal– se baña muy poco, come con las manos y se las limpia en sus grasientos pantalones.
Ahora bien, según Javier Giler, el hacker mantiene casi intacta su temible red de penetración ilícita, que le permite continuar recopilando información privilegiada, donde cuenta con precisos datos de las millonarias cuentas que tanto Lenín Moreno como Rafael Correa poseerían en un centro financiero internacional y, sobre todo, información sobre los fraudes electorales y el desvío de fondos robados al pueblo ecuatoriano.
De todas formas, a estos amorales personajes, acérrimos enemigos entre sí, los une la búsqueda de la impunidad y cada uno desde su lugar presiona para zafar de semejantes acusaciones.
Correa ha regresado al Ecuador (residía en Bélgica) para defenderse a los gritos de las denuncias de corrupción en su contra y de paso atacar a su vez al presidente Lenin Moreno quien intenta contener la verborragia venenosa de Assange, que este podría utilizar para mejorar su incómoda situación procesal.