Córdoba, de ser pionera y ejemplo en el país a colista
La ciudad de Córdoba fue precursora en descentralización. Apenas ganó las elecciones a intendente, en 1991, Rubén Martí viajó por algunas ciudades latinoamericanas y por París, y a su regreso planteó a sus colaboradores que Córdoba era ingobernable desde el Palacio 6 de Julio.
Alfredo Blanco fue secretario de Gobierno en la primera gestión de Martí, cuando se lanzaron los centros de participación comunal (CPC).
“La primera discusión fue cómo gestionar descentralizadamente”, recordó. Y, por otro lado, la ubicación. “Se imitó el funcionamiento de un banco, con las sucursales”, comentó. De hecho, originalmente los directores de los CPC se llamaban “gerentes”.
Y, sobre la ubicación, Martí quería que fuera en las vías de acceso a la ciudad. Así, en 1994 se inauguraron los primeros tres CPC: el de Argüello, el de Centro América y el de Pueyrredón. “Hablábamos de la descentralización administrativa y de la desconcentración operativa”, afirmó el economista.
Hacia 1999, Martí ya había habilitado nueve CPC, pero no pudo avanzar en la cuestión operativa.
“La gente se apropió de los CPC de una manera espectacular, pero llegamos hasta ahí”, manifestó el exfuncionario.
“Las gestiones posteriores no pudieron avanzar en la descentralización. El eje de preocupación se desplazó a lo cotidiano por complicaciones, porque fueron gestiones pobres”, agregó Blanco.
Lo operativo quedó pendiente. Y en algún momento, en 2002, el entonces intendente Germán Kammerath planteó la posibilidad de la descentralización política: que los vecinos pudieran elegir a los directores de los CPC.
En paralelo, Rosario y Buenos Aires imitaron el modelo de descentralización cordobés y no se detuvieron. Hoy, por ejemplo, la Capital Federal tiene sus comunas donde los vecinos votan para elegir a sus comuneros y tienen injerencia en las decisiones.