Un fracaso memorable
Se cumplen 10 años del show de Bob Dylan en el Orfeo, un espectáculo suntuoso con una concurrencia muy pobre. Aquí, los entretelones de aquel concierto mítico e histórico por varias razones.
A 10 años del show de Bob Dylan ante menos de tres mil personas.
Cada nuevo mojón en su vida agiganta el mito del concierto de Bob Dylan en el Orfeo Superdomo el jueves 13 de marzo de 2008, de cuya realización hoy se cumplen 10 años.
El caso más resonante fue cuando el cantautor norteamericano ganó el Nobel de Literatura (2016), por cuanto cayó definitivamente la ficha de que años antes había pasado por aquí un artista clave de nuestra era, ante una gran indiferencia popular.
Porque ese espectáculo tuvo una concurrencia pobre y muy difícil de calcular, ya que en aquel momento se cerró en 2.700 personas y ahora el productor José Palazzo, su organizador, la limita a pocos más de mil. “Más allá del fracaso económico, porque tengo claro que en esta industria todo va y viene, lo extraño fue que el tipo no saludó a nadie: ni al público, ni a los promotores, ni a los empleados del hotel. A nadie”, rearma Palazzo a pedido de VOS.
“Para traer a Dylan negociamos con agencias gringas durante dos años. Es un artista muy difícil de bajar, al punto de que algunos dicen que una vez que trabajaste con él te dan el diploma de productor. Nos habían adelantado que era un tipo muy especial, que demandaba un cuidado similar. Lo cierto es que un día Fénix anuncia a Dylan en Buenos Aires y yo metí una oferta para hacerlo en Córdoba”, añade el productor sobre la única presentación indoor de Dylan en esa gira, que tenía como lanzamiento por presentar el suntuoso Modern times (2006).
Ahora bien, ¿de cuánto fue esa oferta? “De 200 mil dólares, pero finalmente me la subieron a 350 mil, que es lo que finalmente le pagamos”, responde Palazzo, con un tono en el que subyace un mayúsculo fracaso económico.
En principio, el show iba a realizarse en el estadio Mario Alberto Kempes, pero una semana antes sólo se habían vendido 1.300 entradas. Finalmente, se reprogramó en el domo de Rodríguez del Busto. “Como el Orfeo se iba a ver muy vacío con lo que se había vendido hasta el momento, pusimos unos livings en la pista. Fue entonces que tuvimos una discusión muy grande con la producción, que no quería esa disposición del público… ¡Estuvimos a minutos de cancelar todo!”, relata Palazzo.
Dylan llegó a las cuatro de la mañana del día anterior en un avión privado. Palazzo fue al Sheraton a una reunión con su mánager por cuestiones operativas y estuvo con sus músicos. Testeó la posibilidad de saludarlo y le dijeron que no era lo habitual que Dylan se encontrase con el promotor. “Una leyenda dice que salió en bicicleta a un gimnasio para boxear, pero no puedo dar fe. Eso fue Dylan en Córdoba, gran concierto, muy poquita gente”, finalizó Palazzo sobre el show que antecedió a un Vélez (sábado) y a un Hipódromo de Rosario (martes).
Las mil y chirolas de personas redondearon una convocatoria magra para un momento histórico que tuvo al tótem de la contracultura en un parco esplendor. Y abordando el repertorio con una interpretación nasal y arrastrada, como si complotara contra los originales.
Aquel concierto comenzó temprano (20.45) y mostró a Dylan como un genio discreto y distante. Un genio vestido con canchero ambo negro y sombrero al tono. “Nolucíacomoun cowboy, tampoco como un crooner a punto de expresarse en Las Vegas. Lucía como lo que es: una leyenda austera en las formas y profunda en los mensajes. Una vez con su Fender Stratocaster dispuesta, Dylan hizo gala de su celebrada parquedad, de esa distancia infranqueable que tuvo a mal traer al personal del cinco estrellas en el que se hospedó en Córdoba”, expresó la crónica de La Voz del Interior.
En esta parada del Never Ending Tour, Dylan estuvo acom- pañado por Tony Garnier (bajo y cello), George G. Receli (batería), Stu Kimball (guitarra), Denny Freeman (guitarra) y Donnie Herron (guitarra, viola y mandolina).
Bob tocó y cantó de ‘costeleta’, casi poniendo a su guitarra en posición de metralla y a la comisura de sus labios a la altura del micrófono. No pareció aquel un gesto descomprometido, de esos que dejan a las obras libradas a su suerte, sino una postura inevitable, que abandonó cuando se pasó al teclado. ¿La armónica? La sopló cada tanto, pero nunca con tanta insistencia como cuando llegó Blowin’ in the Wind (1963)”.
La lista de temas se enfocó en el ya citado Modern Times y en clásicos de los ’60 (Blowin’ in the Wind, Highway 61 Revisited y Like a Rolling Stone). La década de 1980, tan vilipendiada por la crítica, no fue tenida en cuenta por Dylan para este tour.
El público fue variopinto y se mostró en estado contemplativo, una actitud acorde con un acontecimiento que no daba para exclamaciones ni correspondía convertirla en un examen para ver qué tan “dylanólogo” era uno. “Me quedé con la misma sensación con el show acústico de Duran Duran en el Chateau (1993). En este caso, la gente pedía Knockin’ on Heaven’s Door cuando el tipo venía a tocar rhythm & blues con una banda notable. Celebré la fecha, pero lamenté la desinformación general y la falta de criterio de algunos arribistas a los que les habían regalado la entrada y llegaron sobre la hora”, dice Marcelo “Palo” Cáceres, propietario de la disque ría L ad oBytanf ande Dylan como León Gieco, uno de los invitados especiales al concierto, junto con Germán Daffunchio e Iván Noble.
“Él es muy importante para mí, algo que nunca sabrá porque es una especie de fantasma, alguien que nunca está”, observó Gieco en contacto con La Voz del Interior .Luego sorprendió con una declaración sobre cierta esterilidad de la obra de Dylan: “Cuando lo conocí, dije: ‘Qué suerte que aparecen canciones contra Vietnam’, pero ¿de qué sirvió? Ahora los yanquis votaron dos veces a Bush, quien ya mató a un millón de iraquíes y ahora se mete con Colombia. O sea que no sirvieron de nada aquellas canciones. El arte no sirve de nada. El poder es muy superior. La música a lo sumo colabora a que no te vuelvas más loco, a que tengas una espiritualidad mucho mayor”.
El expediente “Dylan en Córdoba” no se terminó cuando el trovador abandonó nuestra ciudad. Es que unas imágenes del concierto difundidas por El Doce, y luego posteadas en LaVoz.com.ar , pusieron “de los pelos” a su mánager, quien amenazó con suspender el resto de la gira por Argentina. “La producción no quería que hubiera un camarógrafo profesional en el Orfeo. Era 2008, cuando aún no había smartphones ni redes sociales para transmitir en vivo. Recuerdo que detectaban con láseres a los que se animaban a grabar”, reconstruye Silvia Pérez Ruiz, especialista en Espectáculos de El Doce. Y añade: “Vi que una persona había grabado algo antes de que la echaran; la contacté después del concierto y le pedí esas imágenes, que se difundieron en Arriba Córdoba, el primer noticiero del canal. Luego La Voz del Interior levantó esa nota y se armó el revuelvo que todos conocemos”.
En resumidas cuentas, vimos a un Dylan intratable y genial.