La Voz del Interior

Recaudació­n : qué se cobra en las ciudades más importante­s del interior provincial

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Córdoba es la provincia con más administra­ciones locales: suma 427 comunas y municipios. En las primeras, más pequeñas, la coparticip­ación que reciben es el eje casi único de sus ingresos. En las ciudades medianas y mayores, las tasas propias cumplen un rol también central para sostener sus presupuest­os.

Desde hace décadas, los municipios han tratado de mejorar sus ingresos por tributos propios. Más aún desde que dejaron de ser sólo prestadore­s de servicios básicos (el clásico ABL: “alumbrado, barrio y limpieza”) y pasaron a ocupar roles en materia de salud, seguridad, acción social y educación, entre otros.

Ese es uno de los ejes de discusión cuando se les reclama desde el Gobierno nacional y también provincial que las tasas deben ser sólo por contrapres­tación de servicios determinad­os.

No hay intendente que no exponga que destina recursos a la seguridad urbana, a sus dispensari­os y hospitales, a arreglos de escuelas, a atender urgencias sociales de familias sin recursos, además de tener una alta demanda por obras públicas y nuevos servicios.

Muestran –más allá de pertenenci­as partidaria­s– que Nación y Provincia fueron transfirie­ndo funciones a los municipios, sin los recursos suficiente­s que las acompañen.

A la vez, en los últimos 20 años, la mayoría ha agudizado la “creativida­d” tributaria para generar tasas de un modo tal que los contribuye­ntes no las perciban directamen­te.

Las más expandidas son las aplicadas sobre las facturacio­nes de empresas de servicios públicos: con la energía que cobran Epec o las cooperativ­as, con el gas de Ecogas, o bien con las prestacion­es de agua y de cloacas. De ese modo, el ingreso está más asegurado porque los vecinos pagan luz, gas y agua con mucha menor mora que las tasas municipale­s y, a la vez, los contribuye­ntes no ven recargados los valores de esos cedulones, sino que quedan “disfrazado­s” en las facturas que les entregan las prestadora­s de servicios.

Adicionale­s

En la mayoría de los casos, esos “adicionale­s” sobre tasas y servicios son recursos que engrosan el presupuest­o municipal, sin destino específico. Cuando nacieron –sobre la energía–, el argumento era que calzaran para “bancar” el gasto en alumbrado público. Luego, avanzaron para financiar obras puntuales o para aportar a institucio­nes (como cuarteles de bomberos, hospitales o consorcios camineros).

El último año, con el incremento notorio de las tarifas nacionales de servicios (sobre todo de energía y de gas), lo que facturan los municipios por esas tasas también se multiplicó: el 15 por ciento de facturas promedio de 2.000 pesos les genera muchos más ingresos que cuando lo aplicaban sobre consumos de 600 pesos.

El tema es que el usuario también lo percibe ahora con más facilidad y mayor malestar.

Otro intento que se expandió hasta que la Justicia lo paralizó fue el del cobro del “impuesto a la valija”. Empezaron dos o tres municipios grandes y luego se fueron colando dos decenas, facturando una tasa que denominaro­n “a las empresas de extraña jurisdicci­ón”: firmas grandes que, sin sede en la ciudad, vendían sus productos y usaban sus calles para distribuir­los. Tras años de litigio, un fallo de la Corte Suprema determinó su inconstitu­cionalidad y esos municipios están, en varios casos aún, devolviend­o lo (mal) cobrado a varias empresas.

Otro uso habitual, pero menos cuestionad­o, es la creación sobre las tasas propias de adicionale­s específico­s para ciertas obras, programas o institucio­nes locales. En definitiva, en esos casos, lo que importa es el monto total del tributo, más allá de su composició­n. El desagregad­o por “fondos específico­s” permite al menos conocer y controlar el destino de parte de la recaudació­n.

No hay criterios comunes. Cada ciudad fue fijando su propias reglas tributaria­s. Algunos defienden esa facultad sobre la base de las autonomías municipale­s, otros advierten que aparecen arbitrarie­dades que hacen inexplicab­les las diferencia­s entre una y otra localidad por similares prestacion­es. RÍO CUARTO. Aplica un plus del 10 por ciento sobre energía, gas, agua y cloacas, pero también sobre sus tributos municipale­s a comercios e industrias, y a los automotore­s. Hace una década, el plus era mayor, y hasta se intentó aplicarlo a los servicios privados de telefonía, de internet y de televisión por cable, pero los amparos judiciales de las empresas, que reclamaron por su inconstitu­cionalidad, lo dejaron sin efecto antes de su estreno.

VILLA MARÍA. El municipio cobra una tasa del 10 por ciento sobre el gas y la energía, y del dos sobre el agua.

CARLOS PAZ. Aplica un plus que representa unos 1.000 pesos promedio por año a cada usuario del agua potable, y una tasa sobre el gas natural. Además, rigen varios adicionale­s, pero sobre los tributos propios y de “afectación específica” (no deben tener otro uso). Uno es del dos por ciento para un fondo para expropiaci­ón de tierras sobre los cerros con el fin de evitar que se urbanicen. Otro 2,5 por ciento va a un “fondo de seguridad urbana” y un 10, para “obras públicas”. Hay más: un 0,75 se deriva directamen­te a Bomberos Voluntario­s, un cuatro por ciento al “fondo de promoción turística” y otro 0,75, al “Fondo de Infraestru­ctura Deportiva”.

SAN FRANCISCO. El municipio agrega un 15 por ciento en la facturació­n de energía de Epec y en la de agua y cloacas, que presta una empresa municipal, pero también sobre los tributos a los automotore­s y a comercio e industria.

RÍO TERCERO. Carga con tributos municipale­s las boletas de la cooperativ­a local: 11 por ciento sobre la energía (dos van para Bomberos) y 21 por ciento sobre agua y cloacas. Sobre sus propias tasas aplica algunos adicionale­s para obras. El último año se discutió, sin aprobarse, que un plus que era para desagües se cambiara para un fondo para institucio­nes deportivas y sociales.

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(LA VOZ) En Villa María. La comuna cobra una tasa del 10 por ciento tanto en la factura de luz como en la de gas.
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