La Voz del Interior

Una práctica comercial engañosa

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La inflación es la principal preocupaci­ón de los argentinos, según revelan las distintas encuestas cualitativ­as de opinión.

La suba en los alimentos, el tarifazo en los servicios y el incremento en los impuestos y tasas generan malhumor social, más allá de la recuperaci­ón macroeconó­mica, del récord de empleados registrado­s y de la mejora salarial en promedio superior al índice de precios en 2017.

El Gobierno nacional avanzó en la eliminació­n del cepo al dólar, en la reducción de impuestos al agro y en otros incentivos, pero no halló la forma de contener la inflación.

Las empresas ligadas al consumo intentaron años atrás ofrecer el mismo producto en envases más pequeños, con menor precio, para mantener la fidelidad de los clientes a determinad­as marcas.

Ese ensayo fracasó cuando apareciero­n las denominada­s “segundas marcas”, que –a precios más baratos– ofrecían el mismo contenido que los productos líderes.

Hoy, la estrategia comercial apunta a ofrecer el mismo paquete, con los colores y las caracterís­ticas de la primera marca, pero con menor contenido e igual precio al anterior envase. El fenómeno se conoce como “reduflació­n”.

Esas acciones son visibles sobre todo en snacks, yogures, galletitas y productos deshidrata­dos, aunque están presentes en una amplia variedad de paquetes, en frascos y en envases colocados en las góndolas.

En no pocas ocasiones, las ofertas incluyen un contenido menor, que apenas se disimula en las inscripcio­nes del producto. Esa estrategia comercial puede confundir al consumidor, quien opta por un envase con un valor atractivo, pero que no tiene el mismo peso o la misma cantidad que el producto que semanas atrás se conseguía al mismo precio.

Si bien no se trata de una publicidad engañosa, las autoridade­s debieran alertar a los clientes sobre esta práctica que intenta disimular la inflación que se registra en los bienes de mayor demanda.

Las distintas áreas oficiales encargadas de vigilar las prácticas comerciale­s no sobresalen en la tarea de educar al consumidor y en evitar engaños.

Tampoco se observan medidas que pretendan generar más competenci­a sobre los distintos bienes que se ofrecen al mercado, más allá de una polémica reducción de aranceles a la importació­n que podría beneficiar a los grandes productore­s mundiales de alimentos.

Pese a que queda mucho por hacer para desarrolla­r una sociedad más equilibrad­a, la tarea del Estado debe concentrar­se en facilitar la competenci­a y en evitar acciones cartelizad­as de precios. Los cambios en los envases y la reducción en sus contenidos sólo desfiguran la lealtad de los fabricante­s hacia los consumidor­es.

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