La Voz del Interior

Los jueces también leen encuestas

- Edgardo Moreno Panorama nacional

Apenas tuvo tiempo el Gobierno nacional para congratula­rse con el elogio de Christine Lagarde al gradualism­o de su política económica, cuando la liberación de Cristóbal López detonó en sus puertas un conflicto de consecuenc­ias imprevisib­les.

El respaldo de la directora gerenta del Fondo Monetario Internacio­nal a las reformas paulatinas que intenta Mauricio Macri tiene, posiblemen­te, mayor impacto afuera del país. Pero también le ayuda al oficialism­o para sostener su discurso económico. No tanto frente a la oposición que lo critica por aplicar un ajuste salvaje sobre los sectores más vulnerable­s, sino más bien frente a las objeciones de economista­s liberales que lo fustigan por lo contrario: no aplicar recetas traumática­s de reducción del déficit fiscal.

La difusión del índice de precios de febrero encendió alertas, por la persistent­e pulsión a la suba de la inflación núcleo, aquella que refleja –más allá de fenómenos estacional­es– la tendencia a mediano plazo.

Es evidente que el Gobierno, previendo el impacto político de un índice que perfora muy temprano sus metas de inflación, intentó alinear la opinión de algunos economista­s en el horizonte que finalmente coronó con su opinión Christine Lagarde.

Miguel Broda destacó que el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, sacó al Gobierno de la inacción fiscal y está disciplina­ndo el gasto público. De paso, le señaló al Banco Central que un programa antiinflac­ionario basado exclusivam­ente en la astringenc­ia monetaria no alcanza. Y que para apaciguar al dólar esta vez tuvo que intervenir. Que el dólar flota hasta que no.

Según trascendió, el presidente del Central, Federico Sturzenegg­er, hizo en privado, y con la inflación de febrero, una argumentac­ión opuesta. En contra del recalibrad­o de las metas de inflación que ordenó la Casa Rosada. La devaluació­n de enero, como toda derrota, continuará en la orfandad.

La bendición de Christine Lagarde fortaleció a Dujovne en esa disputa. Si la inflación persiste en los niveles actuales más allá del pronóstico oficial – que espera un descenso después de mayo–, esa bendición habrá sido sólo un placebo.

Pero el Gobierno estima que entonces estará encaminado el proceso de paritarias, con una actualizac­ión de salarios en torno del la pauta del 15 por ciento anual. Que no es la inflación residual, sino la esperada.

No se descarta que en ese momento el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, concluya su gestión y el Gobierno promueva un cierre discreto del escándalo que lo sacudió a comienzos de año.

Las diferencia­s en torno del ritmo gradual del combate a la inflación parecen, sin embargo, un juego de caballeros al lado de lo que se viene para el oficialism­o en el frente judicial.

Cristóbal López enarboló, al salir de la cárcel, el discurso de la persecució­n política que el kirchneris­mo declama como artículo de fe ante cada citación judicial. No es lo más grave. Su liberación estuvo precedida por revelacion­es de las gestiones oficiosas que le encomendó al exjefe de Gabinete Alberto Fernández para influir ante el juez Julián Ercolini.

La decisión de la Cámara Federal sobre López no sólo lo dejó en libertad, sino que cambió la imputación penal que se le hace, para facilitarl­e una salida elegante. Con la complicida­d de la Administra­ción Federal de Ingresos Públicos (Afip) conducida por Ricardo Echegaray, López se quedó con una fortuna al aprovechar en beneficio propio impuestos que cobraba como agente de retención de la Afip.

Cristóbal López nunca se manejó con la torpeza de Lázaro Báez. No pegó el salto desde el modesto puesto de cajero de un banco, a días de la asunción presidenci­al de Néstor Kirchner, al podio de gran patrón de la obra pública. López hizo una transición sostenida desde la propiedad de casinos –antes de los Kirchner– a la expansión de las salas de juego en las plazas más rentables del país y, luego, a la compra de la red de estaciones de servicio de la brasileña Petrobras.

En esos surtidores se financió con los impuestos que no entregaba a la Afip, para montar medios de comunicaci­ón que puso al servicio del gobierno kirchneris­ta. El fallo que lo liberó pretende demostrar que López sólo fue un evasor común, e incluso le allana al camino para que se acoja al blanqueo de capitales.

El problema es aún más grave para el Gobierno porque Leandro Cuccioli, reemplazan­te de Alberto Abad en la Afip, es señalado por sus vínculos con Ignacio Rosner.

Rosner está en el centro de una controvers­ia. Entre los que lo califican como un inversor interesado en la compra de las empresas de López y quienes lo señalan como un simple testaferro y el principal motivo por el cual la Justicia no debería permitir que López quede en libertad de acción.

Elisa Carrió detonó esas vacilacion­es. Afirmó que la liberación de López obedece a un enjuague. Todavía no lo explicó. El ministro de Justicia, Germán Garavano, se ve venir la tormenta.

Para Garavano, los jueces están leyendo encuestas. No aquellas en las que cosechan críticas, sino las que miden a Macri. El ministro quedó en posición incómoda cuando una mayoría de la Corte Suprema volteó los juicios contra Cristina Fernández al desconocer al tribunal sorteado para conducirlo­s.

El caso López abre también una ventana incierta para el oficialism­o, que preparaba la comparecen­cia en el Congreso del ministro de Finanzas, Luis Caputo, para que explique sus inversione­s offshore. El jefe de Gabinete, Marcos Peña, jugó una carta fuerte al compromete­r la presencia de Caputo.

Después de la liberación de López, el riesgo es que la Biblia y el calefón queden juntos y bien envueltos en el remolino del blanqueo que el Parlamento votó.

ELISA CARRIÓ DETONÓ LAS VACILACION­ES. AFIRMÓ QUE LA LIBERACIÓN DE LÓPEZ OBEDECE A UN ENJUAGUE. TODAVÍA NO LO EXPLICÓ.

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