Cuál es la mejor forma de afrontar que un hijo repita de año
Ante una situación que causa frustración, la mejor respuesta posible es encarar estrategias de afrontamiento. Es importante no confundir el “ser” con el “hacer” ante la ausencia del logro académico.
Después del esfuerzo del verano, de la inversión económica en docentes particulares, privaciones de tiempos libres y en algunos casos de salidas familiares. Llegó la noticia de que el examen del estudiante no alcanzó los objetivos y debe repetir el ciclo escolar.
Tanto en el nivel primario como en el secundario, la escena es similar y nos plantea una nueva realidad a la cual adaptarse. Para los padres, la frustración del esfuerzo invertido confrontado con los resultados, los fantasmas de “no ser buen padre o madre”, el temor a la crítica y comentarios familiares. Para los chicos, la frustración que representa no continuar con el mismo grupo de amigos, las fantasías de no haber colmado “las expectativas de su padres”, el temor a la desaprobación de ellos y la incertidumbre de la nueva realidad.
Es importante reflexionar y probar nuevos planes de acción familiar para afrontar esta situación.
Como padres, muchas veces se cae en la trampa del sistema, que es ligar absolutamente el “ser” con el “hacer”. En consecuencia, se asocia lo que nuestro hijo no logró con su persona, sus capacidades y su esencia.
La realidad es que una frustración académica no dice nada acerca del ser padres ni del ser hijos. Un traspié académico no habla de la persona, sino de su quehacer. De todas formas, es bueno reflexionar sobre qué podríamos mejorar para el nuevo año académico en la función paterna y materna e implicarnos en los resultados, pero no desde un lugar de “autocondena”, sino de permitirnos (y permitirles) el error para tener una nueva oportunidad. Esta actitud enseña a nuestros hijos una estrategia de afrontamiento de la frustración, ya que la vida se compone de muchas situaciones de este tipo.
Para que los chicos experimenten la repitencia escolar de la mejor manera posible, es necesario que los adultos lo afronten desde el lugar de una “nueva oportunidad”. Se puede elegir vivirla como fracaso, frustración, pérdida (del año, de dinero, de reputación, etcétera) o como nueva posibilidad (de aprendizajes, de experiencias).
Volver a empezar
Para poder afrontar así esta situación, es importante enseñar que siempre se puede volver a empezar y aprender del error, que somos falibles y que no siempre todo termina como quisiéramos o esperábamos. Se enseña a valorar esfuerzos y logros.
Es real que el año académico se debe cursar nuevamente, pero también es cierto que se multiplicarán los compañeros, porque están los anteriores y los nuevos. Se optimizarán los conocimientos, porque, por más que el rendimiento no fue el esperado, siempre se producen aprendizajes y el estudiante que repite el ciclo siempre conoce un “poco más” que sus nuevos compañeros.
Es muy importante dialogar esta situación en familia, no sólo para readaptarse a una nueva realidad y expectativa, sino para revisar errores con el objetivo de fijar nuevas metas y hábitos de estudio y dinámicas familiares, para el año en curso.
Si bien es muy importante revisar lo que no hicimos tan bien (tanto hijos como padres), para fijar nuevas metas, es necesario quitarle a esta situación el “matiz catastrófico”.
Quizás ayude repensar el nivel de las altas demandas sociales al respecto y reflexionar: “¿Qué tan importante es para el estudiante o familia no repetir el ciclo escolar?”. Habría sido bueno rendir bien y ser promovido a un nuevo año académico, pero ¿cuál es la “catástrofe” si esto no sucedió? Después de todo, ¿quién dice que repetir es fracasar? ¿Quién dice que en un proceso no se puede fallar y volver a intentar? ¿Quién dice que promover de ciclo, en tiempo y forma, garantiza ser “buen estudiante”? ¿Quién dice que ser buenos o malos padres depende del “éxito” académico de nuestros hijos?
Es positivo avanzar académicamente como se propone, pero si esto no se da, es bueno recordar que aprender siempre se trata de volver a empezar. Sembremos estrategias de afrontamiento saludables en nuestros hijos.