Jack White, ilimitado a la hora de los caprichos
El músico de Detroit publicó “Boarding House Reach”, una obra enrarecida porque no filtró impulso alguno. Desbordante y autocomplaciente, el disco trasciende el purismo blusero analógico.
El comienzo es engañoso. Primero se insinúa un disco de electrónica atmosférica y amenazante, pero al toque llega Jack White para recordarnos que nadie como él para encontrarle otra vuelta más al blues enraizado en el gospel. Se trata de Connected By Love, el downtempo que abre Boarding House Reach, el nuevo disco del renacentista rockero de Detroit.
Después de ese arranque, la obra tarda poco y nada para entrar en una lógica apabullante de cortes abruptos, movimientos progresivos y gemidos dementes, ya sea para llamar al armado de una corporación (Corporation) o para advertir que estamos sampleando a Dios (Ice Station Zebra).
Efectivamente, en el primer caso White se pregunta quién está con él para abrir una firma que forme un nuevo ejército y compre cunas y hectáreas para una granja gigantesca. Esa ¿refundación? se plantea arriba de un funk aceitado con clavinet y acelerado con congas. En el segundo caso, muestra las cartas sin más rodeos: “Nunca voy a ir adonde quieras que vaya... Escuchá si querés escuchar, y si no podés soportarlo... ”
White avisa, y por eso no traiciona, cuando presenta material complementario al señalado repleto de alocuciones enrarecidas y ejercicios de patchwork, de anexos caprichosos, que hablarían de megalomanía
insoportable si no tuvieran un mensaje subyacente como el que tienen.
Porque así como White cosecha tempestades en términos de lírica, también advierte que si seguimos empachados de materialismo autómata nos vaciaremos de algo tan elemental como el deseo. Tal cosa expresa el recitado de Everything You’ve Ever Learned, donde intenta empatar sus intenciones a los legados de provocadores como Frank Zappa y Captain Beefheart.
Sumásallá
Si aún se lo toma como un revitalista de las raíces, es probable que moleste este atrevimiento de White, quien además se permite vocalizaciones robóticas (Get in The Mind Shaft), deslices de world music (Abulia and Akrasia) y muestreos de construcción en tiempo real.
El último punto se expone en Respect Commander, donde un loop orgánico arranca en un ritmo medio y luego se interrumpe para adoptar otro absurdamente veloz.
Con respecto a la cuestión tímbrica, White ha extendido aún más los límites de la guitarra eléctrica, y sólo con el material tecnológico, con el que cuenta desde adolescente, según informó en reiteradas oportunidades el exlíder de The White Stripes.
Ayudaron al montaje general colaboradores habituales de Beyoncé, Jay Z, Kanye West y Talib Kweli, mientras que para la recreación en directo White reclutó a Quincy McCrary (teclados), Carla Azar (batería), Dominic Davis (bajo) y Neal Evans (teclados). Deberán ensayar duro para recrear semejante delirio.