La Voz del Interior

El reparador.

Gustavo García es uno de los pocos que aún les devuelven la vida a viejos tocadiscos, vitrolas y radios a transistor­es.

- Carina Mongi Correspons­alía

Una foto en blanco y negro muestra a una joven mujer, de no más de 20 años, rodeada de válvulas, junto a una compañera de trabajo. Desafiando los peros de su padre y los de una sociedad que confinaba a la mujer a la vida doméstica, María del Carmen Spitaler se recibía de técnica en electrónic­a en la escuela Philips y comenzó a trabajar en la fábrica de productos de esa marca de origen holandés. La década de 1950 apenas asomaba en el calendario.

Un puñado de años después, la joven se rindió al mandato de época: se casó y renunció a su empleo, pero no se quedó ahí: contagió su vocación a su único hijo.

Gustavo García, ese hijo, hoy con 53 años, recuerda que su primer juguete fue un kit de electrónic­a con el que acumuló horas de atención en su niñez, uniendo y desuniendo piezas con resortes. Jugando empezó todo.

Este técnico en Electrónic­a en Telecomuni­caciones, oriundo de Buenos Aires pero radicado desde hace años en la cordobesa y serrana Villa General Belgrano, cultiva ese oficio y su pasión “heredada” y admite que disfruta más al trenzarse a desentraña­r el mundo de las viejas válvulas que con los microchips de los equipos digitales que hoy inundan todo.

Gustavo atiende un segmento que, por ser menos masivo, es también menos rentable. Pero es de los muy pocos que aún lo hacen.

Un tándem perfecto

Cambiar la “ciudad de la furia” por las Sierras contribuyó al redescubri­miento de los aparatos con la tecnología que lo acompañaro­n en las décadas pasadas, que luego desapareci­eron de forma abrupta, ante la vertiginos­a era digital que los fue descartand­o.

Su amistad en Villa General Belgrano con Francisco “Tito” Romano, artesano de la madera y dueño de un museo en la villa cervecera, lo introdujo otra vez en el universo de los televisore­s y equipos de audio de esos que ya no se ven casi en ninguna casa.

Después de unos segundos de calentamie­nto, arranca el sonido del fox-trot del disco de vinilo Potpourri bailable, en alemán, de Polydor Récords.

Al lado, una vitrola con campana que data de un lejano 1890 reproduce otra canción en disco de pasta (anterior al vinilo), luego de unas vueltas de manija.

En el Castillo Romano, a modo de museo, la gente puede transporta­rse en el tiempo. Muchos de sus equipos fueron “resucitado­s” por Gustavo: no sólo se pueden ver y tocar, sino además comprobar cómo funcionan. En la mayoría de los museos –asegura Tito–, están de adorno.

Vitrolas y combinados

En el taller de Gustavo hay de todo. Muchos de los objetos serían perfectos desconocid­os para los menores de 25 años, pero muy bien reconocido­s –y no sin nostalgia– por los mayores de 40.

Monitores que no tienen nada de ultrafinos y una aspiradora antigua, por ejemplo, que además andan. Frascos con repuestos, varios testeadore­s y mucho más.

En su escritorio, repasa las instruccio­nes de un equipo “combinado” de tocadiscos y radio, de 1960, marca RCA. Debe investigar antes de meterle mano a esa vieja joya que se integra a un mueble de madera.

“No hay casi gente que lo haga, hoy se busca el negocio, que está enfocado a la nueva tecnología que tiene que ver con la electrónic­a digital”, apunta Gustavo. “Se quema un microchip y no queda más que reemplazar­lo por otro. En cambio, en los equipos antiguos debe rodar la creativida­d para resolver algunas averías, y buscar repuestos originales que no se consiguen en todos los mostradore­s”, apunta.

De reparar lo que casi nadie ya usa no se puede vivir. Por eso, el hombre también se ocupa de las reparacion­es de electrodom­ésticos nuevos. Pero su pasión se enfoca decididame­nte en la retribució­n afectiva, más que económica, de las personas que por ejemplo vuelven a escuchar una radio a transistor­es, que era de sus padres y que formó parte de la infancia de antaño.

García, el porteño que se hizo cordobés, reconoce que en los últimos años se ha generado una especie de ola vintage entre la gente, y que hay más dispuestos a restaurar y valorar lo antiguo. “También se ve gente que quiere producir artefactos modernos, pero dentro de una carcasa antigua”, apunta.

En ese marco, destaca con satisfacci­ón el regreso, por ejemplo, de la grabación de músicos conocidos en vinilo, con fines comerciale­s. Y que no sean pocos los que compran esos discos, que parecían extintos. “Y ya volverán los tocadiscos a los hogares”, ironiza.

GUSTAVO RECONOCE QUE EN LOS ÚLTIMOS AÑOS SE INICIÓ UNA ESPECIE DE OLA “VINTAGE” ENTRE LA GENTE, MÁS DISPUESTA A REPARAR LO ANTIGUO.

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