La Voz del Interior

Comer a puertas cerradas

Crece el circuito informal de la gastronomí­a. Cómo funcionan y se llega a las distintas opciones.

- Noelia Maldonado nmaldonado@lavozdelin­terior.com.ar

Unos son más populares y baratos, otros son exclusivos y refinados. Lo que tienen en común todas las propuestas de restaurant­es a puertas cerradas es que, para llegar, hay que tener un “dato” o una recomendac­ión.

El circuito informal en Córdoba está en aumento, y se ha convertido en una opción muy interesant­e para descubrir.

Para arribar a los espacios más populares, lo más sencillo es sondear entre trabajador­es de la construcci­ón cuáles son los lugares en los que se come “bueno, bonito y barato”. Para conocer las propuestas más sofisticad­as o gourmet, basta con preguntarl­e a algún sibarita cercano o a alguien que conozca mucho de cocina.

En la zona de Alberdi y de Providenci­a se encuentran bodegones de cocina peruana en los que uno tiene que tocar un timbre o una puerta para poder ingresar a una casa en la que funciona informalme­nte un comedor que casi nunca tiene más de 10 mesas.

Simón, por ejemplo, fue cocinero de un importante restaurant­e durante varios años hasta que decidió abrir su propio lugar en su casa y hoy cuenta con una impagable fama en su zona. Según los comensales, “no hay platos como los suyos”, sin contar que el menú cuesta sólo 70 pesos y consta de una entrada, un plato fuerte a base de carne y bebida.

De boca en boca

Manuel es habitué y llevó a Catalina para que conociera el lugar al que tiempo atrás lo trajo su papá. A su vez, a su padre lo trajo un albañil que trabajaba para él, y la cadena sigue sucesivame­nte.

“Lo más interesant­e de esta experienci­a es que vos entrás a una casa y cuando pasás, te encontrás con un restaurant­e con un montón de comida. Es mi primera vez y recién voy probando la sopa, pero puedo decir que está exquisita”, dice Catalina. Manuel agrega que si bien es interesant­e probar un menú diario de comida que no es el típico menú argentino, cree que lo más atractivo está en los platos a la carta que se comen los fines de semana.

Consultado sobre su clientela, Simón asegura que de lunes a viernes van muchos trabajador­es por el menú, pero que los fines de semana vienen otras personas con sus familias a disfrutar de un plato de mariscos o de comida típica.

Revela, además, que la Municipali­dad ha pasado varias veces a controlar la higiene. “Revisaron la limpieza y se dieron cuenta de que estaba todo bien”, dice. En la casa se ven matafuegos y baños señalizado­s, mezclados con objetos personales traídos del Perú.

Más ejemplos

El comedor de Dina es otro ejemplo del éxito de estos emprendimi­entos. Hace más de 10 años comenzó dándole de comer a sus pensionist­as y hoy goza de renombre gracias a sus buenos precios (el menú cuesta 60 pesos) y la atención personaliz­ada. “Empecé con una mesa, y mis pensionist­as comenzaron a traer amigos y familiares. Entonces cerré la pensión y lo transformé en restaurant­e”.

Cristian, cliente habitual de Dina, trae a sus compañeros de trabajo a comer todos los mediodías. Si no llegan con el tiempo, pasan a la noche: “Hoy venimos de zona norte y nos vamos a trabajar a barrio General Paz, y aprovecham­os para comer rico”, dice.

El lado gourmet

Todos estos lugares comparten la idea común de atender a sus clientes por su nombre y conocer sus gustos y preferenci­as. También hay propuestas de restaurant­es a puertas cerradas que priorizan el renombre del chef o apuntan a grupos de empresario­s o entendidos de la cocina. Ellos prefieren no hablar de precios.

Lucas Galán abrió su propio restaurant­e a puertas cerradas mientras trabajaba con Aldo “Lagarto” Guizzardi en El Show de la mañana. Entre sus clientes, había empresario­s e interesado­s en conocer no sólo sus platos, sino también su casa y su forma de vida. Fue el primero en su tipo en Córdoba. “Vivía en Cofico en un espacio que daba para esta propuesta. Entonces, investigué cómo eran en Europa y fui a Buenos Aires a probar un par de lugares”, dice el conductor y cocinero de Justo al Mediodía.

“La experienci­a era básicament­e ir a la casa del cocinero. Estos lugares son un híbrido entre casa y restorán. La idea es tener un servicio profesiona­l, pero con un entorno familiar. Yo les hacía un tour por mi casa y les mostraba mi colección de cactus”, revela el chef y cuenta que en el comedor mantuvo los portarretr­atos de su familia.

Hestia, otro ejemplo de restaurant­e a puertas cerradas, funciona desde hace un año. Su propuesta se define como “rústico-mediterrán­ea” y tiene como idea “hacer viajar” al cliente hacia las costas de Grecia, Italia, Francia y España, con un toque americano dado por su chef de origen estadounid­ense.

Rodrigo es uno de los encargados de llevarlo adelante y cuenta que el trato exclusivo es imprescind­ible. “Nuestro tope son 10 personas, sino el servicio decrece porque nosotros valoramos mucho el detalle”, explica. En el caso de su propuesta, cocinar para los fines de semana les lleva, además, tres días de selección de ingredient­es y de preparació­n.

La “experienci­a Hestia” comienza con una charla en la que se le cuenta al cliente la propuesta para esa fecha y se atienden luego los pedidos especiales. Los dueños sólo trabajan con personas que lleguen con referencia, “por cuestiones de seguridad”. “Hablamos por Facebook y controlamo­s el flujo de gente. Hace casi un año que estamos y ahora ya tenemos reservas para junio”, cuenta.

El lugar ofrece siete pasos y cambia el menú todas las semanas para sorprender a sus clientes, que en el 70 por ciento de los casos son recurrente­s. “La mayoría viene una o dos veces al mes”, explica.

En Capilla

Federico Schiraldi tiene su restaurant­e a puertas cerradas en su propio hotel, en Capilla del Monte, pero años atrás desembarcó en Córdoba con la misma modalidad a pedido de sus clientes. “No pude seguir porque cuando estaba acá, me pedían que cocinara allá; y cuando estaba en Córdoba, me lla- maban de Capilla”, relata.

Schiraldi cuenta que a su cocina se llega con reserva previa y su atención es tan personaliz­ada que mientras les sirve una entrada, charla con los comensales.

“Cuando te sentás, te sirvo una bandeja con un appetizer, como bondiola de cerdo, salamín, berenjenas italianas, aceitunas griegas y focaccia farcita. Luego, si gustás pescado, yo te lo cocino como vos lo querés comer. Para cerrar todos los pasos, podés elegir entre dos o tres postres”, explica. Y luego sentencia: “A veces no hay que hacer comida gourmet para que sea rica o no hace falta comer cosas extrañas para que sea agradable. En mi caso, me esfuerzo en que cada sábado sea una fiesta hecha con amor”.

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(CASA GALÁN) Como en casa. Casa Galán fue uno de los que inauguraro­n la tendencia, y luego pasó al mercado formal.
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(PEDRO CASTILLO) En la casa de Simón. Manuel y Catalina almuerzan en un comedor peruano de Alberdi. Él es habitué, ella fue por primera vez.
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(GENTILEZA HESTIA) “Hestia”. Es uno de los secretos mejor guardados de Córdoba. Sólo se contacta por Facebook.
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El comedor de Dina. Empezó con una pensión que daba de comer.

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