Sin luz al final del túnel
El mayor desafío para Mauricio Macri es que aparezca la luz al final del túnel. Nadie pretende fulgores que encandilen. Ni siquiera luminosidad suficiente para no andar a tientas. Sólo que aparezca, de una vez por todas, esa bendita luz al final del túnel.
Según el Presidente, iba a aparecer en el segundo semestre del primer año. De ahí en más, crecería e iluminaría de a poco el trayecto por el túnel. En esa instancia, ya no habría dudas de que el rumbo elegido era correcto y que, en la desembocadura, un sol radiante disiparía las tinieblas.
Nada de eso ocurrió. Y a esta altura, la persistente oscuridad empieza a resultar insoportable. Sobre todo para la clase media. El Gobierno descargó en ella el peso del ajuste.
Para los sectores más necesitados, se mantuvo el asistencialismo; para los más favorecidos, hubo beneficios que no se aplicaron de manera gradualista, sino de shock. Pero las clases media y media baja navegan sin salvavidas por la tempestad inflacionaria, azotadas por tarifazos y por impuestos que las ahogan.
Está claro que la herencia de déficit fiscal, retraso cambiario, inflación y sobrecarga impositiva le impusieron resolver verdaderas cuadraturas de círculo. El problema de Macri es que su equipo económico a veces no resuelve ni la cuadratura del cuadrado.
La realidad empezó a sacudirlo para que despierte de las ensoñaciones que provocan ciertos números lisérgicos que le inyectan sus ministros. Ni la inflación se parece a las metas inflacionarias planteadas ni la situación de la mayoría de los argentinos (que todavía pertenecen a las clases media y media baja) se parece a la que describe el discurso oficialista.
Hasta aquí, lo ayudó el alivio de dejar atrás una “egocracia” agobiante. Pero, sin luz al final del túnel, ese alivio empieza a no alcanzar.
La corrupción anterior tampoco seguirá ayudando a digerir un gabinete con jefes de corporaciones sectoriales a cargo de los ministerios abocados a sus respectivos sectores. El culto personalista y el populismo autoritario del anterior gobierno también pierden efecto como digestivo cuando se escuchan argumentos desopilantes como “traeré mi dinero cuando crea en el país”, en boca de un ministro.
Tanto estropicio sería menos indignante si apareciera, de una buena vez, la luz al final del túnel. Pero para que ese resplandor aparezca, Macri deberá mirar más allá del pequeño círculo que lo rodea. Escuchar más allá de esos ministros hábiles para ganar dinero que resguardan en offshore, pero inhábiles para disminuir el déficit y la inflación, aun desahuciando a la clase media.
Si Macri escuchara más allá de ese círculo que hace de las políticas impositiva y tarifaria un torniquete que ahoga el consumo y aminora el crecimiento, podría, por ejemplo, deparar en lo que propone José Nun. Este politólogo, que no acumuló dinero en paraísos fiscales pero sí prestigio como experto en desarrollo, plantea incrementar el impuesto a las fortunas personales, como hacen muchas democracias desarrolladas.
No está inventando la pólvora. Se trata de un recurso que permite ingresos importantes para equilibrar las cuentas del Estado, mediante un impuesto que no se aplica a las empresas, sino a las fortunas de las personas más acaudaladas.
Por eso, la carga no se traslada a los precios ni desalienta la inversión, y tampoco golpea el consumo, porque no impacta sobre las clases medias.
Es interesante asomarse al pensamiento de Nun, quien acuñó el término “egocracia” para llamar al sistema en el cual el poder radicaba en el ego de Cristina. Fue secretario de Cultura de Néstor Kirchner, pero se alejó criticando la deriva autoritaria y mesiánica que dividió a los argentinos, además de arrasar la producción energética y desquiciar las cuentas públicas.
Su mirada es la de un socialdemócrata que descree tanto de la demagogia populista como de la ortodoxia impiadosa e infértil.
En este tramo del túnel, Macri debiera preguntarse si esos torniquetes que nunca se aplican a las grandes fortunas personales no son, precisamente, los que están ahogando la potencialidad productiva de la clase media y, por ende, debilitando el crecimiento y el consumo sin lograr la reducción del déficit y de la inflación.
PARA QUE EL RESPLANDOR APAREZCA, MACRI DEBERÁ MIRAR MÁS ALLÁ DEL PEQUEÑO CÍRCULO QUE LO RODEA.
HASTA AQUÍ, A MACRI LO AYUDÓ EL ALIVIO DE DEJAR ATRÁS UNA “EGOCRACIA” AGOBIANTE. PERO ESE ALIVIO EMPIEZA A NO ALCANZAR.
* Politólogo