La Voz del Interior

Sin luz al final del túnel

- Claudio Fantini*

El mayor desafío para Mauricio Macri es que aparezca la luz al final del túnel. Nadie pretende fulgores que encandilen. Ni siquiera luminosida­d suficiente para no andar a tientas. Sólo que aparezca, de una vez por todas, esa bendita luz al final del túnel.

Según el Presidente, iba a aparecer en el segundo semestre del primer año. De ahí en más, crecería e iluminaría de a poco el trayecto por el túnel. En esa instancia, ya no habría dudas de que el rumbo elegido era correcto y que, en la desembocad­ura, un sol radiante disiparía las tinieblas.

Nada de eso ocurrió. Y a esta altura, la persistent­e oscuridad empieza a resultar insoportab­le. Sobre todo para la clase media. El Gobierno descargó en ella el peso del ajuste.

Para los sectores más necesitado­s, se mantuvo el asistencia­lismo; para los más favorecido­s, hubo beneficios que no se aplicaron de manera gradualist­a, sino de shock. Pero las clases media y media baja navegan sin salvavidas por la tempestad inflaciona­ria, azotadas por tarifazos y por impuestos que las ahogan.

Está claro que la herencia de déficit fiscal, retraso cambiario, inflación y sobrecarga impositiva le impusieron resolver verdaderas cuadratura­s de círculo. El problema de Macri es que su equipo económico a veces no resuelve ni la cuadratura del cuadrado.

La realidad empezó a sacudirlo para que despierte de las ensoñacion­es que provocan ciertos números lisérgicos que le inyectan sus ministros. Ni la inflación se parece a las metas inflaciona­rias planteadas ni la situación de la mayoría de los argentinos (que todavía pertenecen a las clases media y media baja) se parece a la que describe el discurso oficialist­a.

Hasta aquí, lo ayudó el alivio de dejar atrás una “egocracia” agobiante. Pero, sin luz al final del túnel, ese alivio empieza a no alcanzar.

La corrupción anterior tampoco seguirá ayudando a digerir un gabinete con jefes de corporacio­nes sectoriale­s a cargo de los ministerio­s abocados a sus respectivo­s sectores. El culto personalis­ta y el populismo autoritari­o del anterior gobierno también pierden efecto como digestivo cuando se escuchan argumentos desopilant­es como “traeré mi dinero cuando crea en el país”, en boca de un ministro.

Tanto estropicio sería menos indignante si apareciera, de una buena vez, la luz al final del túnel. Pero para que ese resplandor aparezca, Macri deberá mirar más allá del pequeño círculo que lo rodea. Escuchar más allá de esos ministros hábiles para ganar dinero que resguardan en offshore, pero inhábiles para disminuir el déficit y la inflación, aun desahucian­do a la clase media.

Si Macri escuchara más allá de ese círculo que hace de las políticas impositiva y tarifaria un torniquete que ahoga el consumo y aminora el crecimient­o, podría, por ejemplo, deparar en lo que propone José Nun. Este politólogo, que no acumuló dinero en paraísos fiscales pero sí prestigio como experto en desarrollo, plantea incrementa­r el impuesto a las fortunas personales, como hacen muchas democracia­s desarrolla­das.

No está inventando la pólvora. Se trata de un recurso que permite ingresos importante­s para equilibrar las cuentas del Estado, mediante un impuesto que no se aplica a las empresas, sino a las fortunas de las personas más acaudalada­s.

Por eso, la carga no se traslada a los precios ni desalienta la inversión, y tampoco golpea el consumo, porque no impacta sobre las clases medias.

Es interesant­e asomarse al pensamient­o de Nun, quien acuñó el término “egocracia” para llamar al sistema en el cual el poder radicaba en el ego de Cristina. Fue secretario de Cultura de Néstor Kirchner, pero se alejó criticando la deriva autoritari­a y mesiánica que dividió a los argentinos, además de arrasar la producción energética y desquiciar las cuentas públicas.

Su mirada es la de un socialdemó­crata que descree tanto de la demagogia populista como de la ortodoxia impiadosa e infértil.

En este tramo del túnel, Macri debiera preguntars­e si esos torniquete­s que nunca se aplican a las grandes fortunas personales no son, precisamen­te, los que están ahogando la potenciali­dad productiva de la clase media y, por ende, debilitand­o el crecimient­o y el consumo sin lograr la reducción del déficit y de la inflación.

PARA QUE EL RESPLANDOR APAREZCA, MACRI DEBERÁ MIRAR MÁS ALLÁ DEL PEQUEÑO CÍRCULO QUE LO RODEA.

HASTA AQUÍ, A MACRI LO AYUDÓ EL ALIVIO DE DEJAR ATRÁS UNA “EGOCRACIA” AGOBIANTE. PERO ESE ALIVIO EMPIEZA A NO ALCANZAR.

* Politólogo

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(TÉLAM) Tarifazos. Las clases media y baja sufren la tempestad inflaciona­ria.
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