Gente del futuro jubilando a Monzó
¿ Y
dónde estás tú, famoso gurú, ahora que se fueron y apagaron la luz?
Es probable que el presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, haya pensado en Jaime Durán Barba antes de comunicarle al presidente Mauricio Macri que no seguirá en el Congreso Nacional. Que después de haber ocupado la silla eléctrica de la Cámara Baja en un gobierno no peronista y en minoría parlamentaria, no lo acompañará en las listas del día en que se juegue la reelección.
Durán Barba logró convencer al núcleo ejecutivo del gobierno de Macri con una idea seductora: que el oficialismo ganó y volvió a ganar sólo por méritos propios. Que en la ola de cambio pesó menos la voluntad de huir de los delirios de Cristina y más la convicción colectiva de que el presidente es un líder de proyección global.
Monzó se siente más cercano a la primera de esas ideas. Cree que es más adecuada a lo que ocurrió en la realidad.
Marcos Peña y su equipo de comunicadores guiados por el gurú ecuatoriano piensan distinto. Creen que el voto a Macri fue siempre equivalente a la decisión mayoritaria de jubilar – al mismo tiempo– a kirchneristas, peronistas y populistas en general.
Como todos los consultores políticos de este mundo, Durán Barba nunca está cuando las papas queman. Por lo general, los gurúes de la política hacen disección de papas quemadas. O escriben su receta explicando que a las papas las quemaron otros.
El territorio de Monzó es diferente: las excusas no forman cuórum.
Estas percepciones tan disímiles se hicieron evidentes cuando el Gobierno decidió instrumentar una actualización de tarifas justo en el pico de un rebrote inflacionario. Y sin explicar que el ajuste de precios regulados es una necesidad del programa antiinflacionario y no lo contrario: la imagen del Estado acelerando la inflación.
En diciembre, la oposición aprovechó la resignada doctrina comunicacional de Marcos Peña. Que no es necesario explicar los ajustes porque, de todos modos, la sociedad se quejará por padecerlos. Si no hubiese estallado la pedrea opositora contra el Parlamento, los efectos hubiesen sido todavía más dañinos.
Todo hacía pensar que el Gobierno no iba a repetir el error de entonces. Pero sucedió de nuevo con las tarifas. En el Parlamento, los legisladores oficialistas vacilaban entre activar el lanzallamas o romper el vidrio del matafuegos.
La retirada de Monzó debería ser leída en la Casa Rosada como una grave pérdida de diversidad interna que sus opositores aprovecharán a corto plazo.
No porque Monzó piense en regresar a su identidad política original, sino porque demuestra la incapacidad del macrismo para contener todo aquello que no encuadre en el formato de una conducción nacional reducida a cuatro dirigentes. Tres de los cuales ya anunciaron su continuidad y su decisión de elegir a voluntad a sus compañeros de fórmula, mientras el cuarto se reivindica como el futuro armador de las listas.
Desde que Macri, Vidal, Rodríguez Larreta y Peña lanzaron tempranamente la campaña hacia las reelecciones, el peronismo tomó tres decisiones estratégicas: escalonar las elecciones distritales, reorganizar el partido sin el kirchnerismo y acentuar el perfil crítico contra la gestión económica. Apuntando a la segunda vuelta de la elección presidencial.
El eje que conforman Miguel Pichetto y Graciela Camaño en el Congreso es más riesgoso que el de Cristina y Agustín Rossi. Luis Barrionuevo es un dirigente desprestigiado. Pero no necesita prestigio, sino eficiencia política, para encolumnar a la dirigencia dispersa del justicialismo.
Es lo que se ha cansado de advertir Monzó, excluido de la mesa chica del PRO. Es lo que no alcanzan a ver los ejecutores de Peña. Convencidos de su suerte histórica: son la gente del futuro, destinada a jubilar al país que fue.
LA RETIRADA DE MONZÓ DEBERÍA SER LEÍDA EN LA CASA ROSADA COMO UNA GRAVE PÉRDIDA.