Por qué estos aportes son necesarios
Los subsidios al transporte nacieron en 2002, como un instrumento que permitía la recomposición de los salarios de los choferes minimizando el impacto en los usuarios, principalmente en la ciudad de Buenos Aires y en el Conurbano.
En 2004, el sistema fue reformulado por el hoy detenido Ricardo Jaime. Desde entonces, los aportes bajan directamente a las empresas concesionarias.
Los millones se fueron incrementando año a año. Con la llegada de Florencio Randazzo a Transporte, los controles se hicieron más estrictos. Circula que Randazzo encontró un esquema vulnerado por todos los frentes, con empresas que recibían fondos por ómnibus que no circulaban.
Así se lanzó la tarjeta Sube, con el objetivo de ordenar la entrega de subsidios. Y se congelaron los ingresos de nueva flota para que recibieran esos fondos. No obstante, entre 2013 y 2016 los aportes se incrementaron en un 218 por ciento y pasaron de 469 millones de pesos a 1.022 millones.
Con la llegada de Mauricio Macri a la presidencia de la Nación, se decidió equiparar los subsidios entre lo que recibe Buenos Aires y el resto del país.
Además, según pudo averiguar La Voz, se trabaja en un cambio radical: que no sean más las concesionarias las que reciban de manera directa los fondos, sino que sea a través de los usuarios.
En la ciudad de Córdoba, ya hubo una experiencia similar hace unos años, cuando la Municipalidad bonificaba parte del boleto a los pasajeros.
¿Deben ser eliminados los subsidios? Cualquier especialista en transporte responderá que no. En casi todas las ciudades más importantes del mundo hay esquemas de aportes para bajar los precios, según un estudio realizado por el portal Chequeado.com.
Y esos fondos cubren hasta el 50 por ciento del costo operativo de los sistemas. La razón es simple: no es posible pensar en una ciudad sustentable sin un transporte público bueno y accesible a los usuarios.