La Voz del Interior

El día que nos quedamos afuera

- Mariana Otero motero@lavozdelin­terior.com.ar

Este año hay que superar el bochorno en el que sucumbimos en 2015, cuando la Argentina quedó descalific­ada por la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (Ocde) tras detectar errores en el número de escuelas participan­tes de las pruebas Pisa, a las que se someten cada tres años 65 países del mundo. Para ser más precisos, el marco muestral sólo cubría un 55 por ciento de la población total de argentinos de 15 años. No era representa­tiva.

El escándalo radicó en la exclusión de estudiante­s y escuelas por parte de los encargados nacionales a la hora de armar la base de datos. Al parecer, se trató de un desafortun­ado e increíble error de carácter técnico, que terminó con el envío de un listado incompleto de informació­n.

Con base en ese fallido reporte, y naturalmen­te sin saberlo, la Ocde eligió los participan­tes que efectivame­nte serían evaluados. Si el listado original tenía omisiones significat­ivas, el muestreo al azar basado en esa nómina arrastró esos errores.

Las autoridade­s nacionales (de la actual gestión y de la pasada, porque el escándalo involucró a ambas) se defendiero­n al asegurar que la confusión radicó en la reestructu­ración del sistema educativo (la desaparici­ón de la EGB y el Polimodal), entre la muestra de 2012 y la de 2015.

Vale decir que en la última edición de la prueba había escuelas o espacios curricular­es que ya no existían, pero que figuraban en la documentac­ión que se envió a la Ocde. Faltaban datos y, como consecuenc­ia de la desproliji­dad, el reporte global de Pisa 2015 no nos incluyó.

“La muestra de la Argentina no cubría la población objetivo, debido a la potencial omisión de escuelas del marco muestral”, informó en esa oportunida­d la Ocde. Y quedamos afuera.

Como consecuenc­ia, los resultados que se obtengan este año, que se conocerán en 2019, sólo podrán mirarse en el espejo de los obtenidos seis años atrás. Es clave tener este dato presente: cuando se rompe la comparabil­idad de la serie estadístic­a, es imposible contrastar avances y retrocesos en el sistema y en las políticas implementa­das.

Más que un error, es una pérdida.

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