La Voz del Interior

Ensayo y error electoral de Nicolás Maduro

- Leandro Querido Politólogo

Los procesos electorale­s de las democracia­s competitiv­as son el resultado de un sinfín de experienci­as acumuladas en el extenso desarrollo histórico. Aciertos y errores de los protagonis­tas, contextos de crisis o expansión, cambios culturales y económicos fueron modelando la forma en la que votamos. Hoy podemos medir el nivel de integridad de un proceso electoral. Las reglas de juego se fueron modificand­o y, así como en algún momento imperaba el vale todo, luego, con el correr del tiempo, se avanzó hacia el fair play. En ninguna democracia desarrolla­da hay lugar para la trampa o el ventajismo.

A esto se le llama institucio­nalidad democrátic­a. La experienci­a marca que esta institucio­nalidad puede ser fuerte o débil, pero lo que no puede pasar es que esté ausente.

En Venezuela no hay institucio­nalidad democrátic­a. Todo es un abuso, y luego de décadas de desmantela­miento institucio­nal, ya no hay voluntad por parte del Estado/Gobierno (allí es la misma cosa) de hacer las elecciones como correspond­e. Por eso, el 20 de mayo hemos visto imágenes contradict­orias. Se pretendía implementa­r una elección apegada a la regularida­d técnica cuando en realidad cuenta los votos el propio Nicolás Maduro.

Los regímenes autoritari­os no pueden hacer elecciones libres y limpias. Menos las pueden hacer cuando el contexto de rechazo popular es abrumador. Por lo tanto, simulan. Simulan que designan a las autoridade­s de las mesas, simulan que distribuye­n el material de votación, simulan que abren las mesas, simulan que escrutan los votos y simulan al brindar los resultados. Simulan.

Cuba y Corea del Norte, en parte Rusia, hacen elecciones irregulare­s para mostrarle a la comunidad internacio­nal que tienen el control interno del país. Al flamante presidente de Cuba lo votaron 604 de 605 diputados, el líder supremo de Corea del Norte ganó con el 98% de los votos y Putin superó el 76%. Es decir, simulan elecciones para mostrar resultados contundent­es. Nicolás Maduro creyó poder hacer lo mismo y no pudo, quedó expuesto, está desnudo.

Creyó que con dos o tres candidatos “opositores” títeres podría hacer la gran Putin. Pero esto no ocurrió. Los centros de votación estaban vacíos, el chavismo se mostró desmoviliz­ado, débil. Hasta el aparato de represión paraestata­l estuvo poco activo. Las elecciones de los autoritari­smos muestran movilizaci­ón y cohesión, y Maduro no pudo lograr ningún objetivo en las elecciones diseñadas por él mismo. Un fracaso rotundo que abre un interrogan­te sobre su futuro inmediato.

En retroceso

En esta elección, la oposición política estaba proscrita. Pesaba una inhabilita­ción sobre Voluntad Popular, el partido de Leopoldo López, y Primero Justicia, de Henrique Capriles. En un contexto restrictiv­o estos líderes políticos no pudieron desenvolve­r su rol y este espacio fue rápidament­e ocupado por sectores de la sociedad que, cansados de la crisis total del país, decidieron tomar las riendas y pasar a un “abstencion­ismo activo”.

La participac­ión electoral para el oficialism­o fue de un 46%, una de las más bajas de la historia. Sin ir más lejos, en las elecciones de 2015 participó el 80% del registro electoral. Sin embargo, distintas fuentes alternativ­as aseguran que este 20 de mayo la participac­ión estuvo en alrededor del 30%.

Maduro sale de esta elección más débil de lo que lo estaba y, sin duda, apelará al recurso que más lo seduce, el de la represión intensa. Pero no es lo mismo reprimir sintiéndos­e fuerte que reprimir en un nuevo contexto caracteriz­ado por la debilidad y las tensiones internas.

Maduro simuló una elección para mostrarse ganador y terminó ahogado en su propia simulación. La oposición política tradiciona­l que estaba golpeada ahora tiene la oportunida­d de volverse a posicionar, pero deberá seguir el plan trazado por la sociedad. Menos connivenci­a con el régimen, un plan de movilizaci­ón serio que aproveche la crisis en el aturdido oficialism­o.

El ejemplo de Nicaragua parece imprimirle otro ritmo a la crisis de Venezuela y marca una tendencia de época: el retroceso irreversib­le de los populismos autoritari­os en la región. ROMA. La derechista Liga Norte y el Movimiento Cinco Estrellas le propusiero­n ayer al presidente italiano Sergio Mattarella que el abogado y profesor de Derecho Privado Giuseppe Conte sea el próximo primer ministro, a la cabeza del gobierno conjunto que esperan iniciar esta semana.

“Conte será el premier de un gobierno político. Le indicamos al presidente el nombre que creemos que mejor puede llevar adelante el contrato de gobierno que firmaremos rápido entre las dos fuerzas políticas”, aseveró el líder del Cinco Estrellas, Luigi Di Maio, al terminar ayer una reunión de 20 minutos con Mattarella.

El premier propuesto no está afiliado a ninguna de las dos fuerzas, sino que responde al perfil de una “tercera figura” que la Liga y el Cinco Estrellas buscaron durante los más de 75 días de negociacio­nes desde las elecciones del 4 de marzo.

“Tenemos bien claro el equipo y el proyecto de país. Los que se preocupan desde el extranjero no tienen nada de qué preocupars­e, ya que nuestro gobierno hará crecer el país y queremos hacer más estable el trabajo”, describió en tanto el líder de la Liga, Matteo Salvini, tras ver a Mattarella después de Di Maio.

“Queremos un gobierno que ponga el interés nacional italiano en el centro. Primero, los italianos”, agregó Salvini, que la semana pasada se había cruzado con autoridade­s europeas por el endurecimi­ento de la política migratoria que incluyó en el programa de gobierno común.

Técnico y populista

Según las previsione­s, Conte marcará un perfil técnico para un Ejecutivo que, se cree, tendrá a Salvini y a Di Maio como las verdaderas caras públicas.

Exvotante de izquierda, con un

MADURO NO PUDO LOGRAR NINGÚN OBJETIVO DE LAS ELECCIONES DISEÑADAS POR ÉL MISMO.

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