La Voz del Interior

Los nuestros en Rusia

Los perfiles de los dos cordobeses que integran la lista de 23 que va al Mundial. Cómo eran antes de ser las estrellas que son hoy en Juventus y en Boca.

- Agustín Caretó acareto@lavozdelin­terior.com.ar

Quién era Dybala antes de ser “la Joya”

Paulo Dybala tenía apenas 10 años cuando sus goles comenzaron a verse por todo Córdoba. El pequeño de Laguna Larga sorprendió a todos al marcar el gol más rápido del torneo en el tradiciona­l certamen de Fútbol Infantil.

Pero su paso por la pantalla de El Doce fue tan breve como brillante. Paulo estaba representa­ndo a un colegio de Río Segundo y no a uno de su ciudad, algo que está prohibido por el reglamento del torneo.

“Tuve que representa­r al colegio San Luis Gonzaga, quedamos descalific­ados por culpa mía”, supo contar Dybala. Claro está, el error fue de los “grandes” que hicieron trampa para intentar sacar ventaja con un jugador que ya daba señales de ser un distinto.

Por esos días el niño era figura en Sportivo de Laguna Larga y su papá Adolfo lo llevó a una prueba de jugadores a Instituto, donde finalmente terminó debutando con apenas 17 años.

“Era menudito, pero uno se dio cuenta en el acto que era buen jugador. Yo le dije a Paulo y a su padre que lo quería y que se quedara en el club nomás, salvo por una cosa que tenía que cambiar. ¡Vino con la camiseta de Boca a la primera práctica! Así que le dije: ‘Nene, no se puede acá venir con la camiseta de otro club’”, contó tiempo atrás Santos Turza, el legendario cazatalent­os de la Gloria.

Su ángel guardián

Mientras demostraba todo su talento en las divisiones inferio- res de AFA en Instituto, a los 15 años su vida cambió por completo: la muerte de su papá fue el golpe más duro por el que pasó y hasta tomó la decisión de volverse a Laguna Larga.

Jugó seis meses en Newell’s de aquella ciudad pero en la Gloria lograron convencerl­o para que pegue la vuelta. Paulo tenía el sueño de ser jugador profesiona­l y tomó fuerzas para dejar a los suyos e irse a vivir a la pensión del club.

“Al principio fue muy duro, yo hablaba con mi familia y les decía que quería volverme. Estaba muy acostumbra­do a otra cosa, al pueblo y a la tranquilid­ad, y me fui a la ciudad. Fue un sacrificio. Mi vieja (Alicia) y mis hermanos (Gustavo y Mariano) me hablaban constantem­ente y me insistían en que tenía que aguantar”, confesó Dybala.

Un par de años después, ocurrió una historia más conocida por todos: un periodista le advirtió a Darío Franco que Miguel “el Monito” Fernández no podía jugar en el debut ante Huracán por acumulació­n de amarillas.

Ahí fue cuando el actual DT de Instituto comenzó a ver con buenos ojos la posibilida­d de sumar a Paulo junto a Nicolás López Macri y Pablo Burzio a la delantera. Finalmente fue victoria por 2-0 con una gran actuación de los “pelados” de arriba.

Por aquellos días Dybala dividía sus horas entre las prácticas y los libros, ya que había tomado la decisión de terminar el secundario en un colegio cercano a La Agustina :“Está bueno tener tiempo para no pensar sólo en el fútbol. Me gusta compartir tiempo con mis amigos y compañeros”, decía el delantero en octubre de 2011.

Así era Paulito. Hincha de Instituto y de Boca, fanático de La Barra, amante de las películas épicas (vio unas 30 veces la película El Gladiador), admirador de Juan Román Riquelme y Lionel Messi. Y así sigue siendo al día de hoy. Solo que ahora no se puede tomar más un “fernecito” entre amigos, ya que cuenta con una dieta más estricta. “Los primeros años que llegué a Italia no comía bien y eso me complicó muchísimo”, aseguró.

Pero de algo no hay dudas: el crack de la Juventus no se convirtió en otra persona al ser “la Joya”. Cada vez que puede, se da una vuelta por el barrio para ver a los amigos del pueblo. Lo mismo hace por Alta Córdoba. Y lo hará, segurament­e, otra vez en unos meses. Claro está, en esta ocasión será después de su primer Mundial. Cumpliendo un sueño. El mismo que tenía su padre.

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En 2009. Paulo fue alcanzapel­otas del Chateau en Argentina-Ghana.

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