El mundo al revés
El gobierno del presidente Mauricio Macri tiene mucho más apoyo en la dirigencia internacional que el que recoge en su propia tierra.
En efecto, la dirigencia opositora, totalmente dispersa y sin representación alguna, sólo se une en una actitud pequeña y demagógica. Realiza así un desesperado intento por mantener los irritantes privilegios que producen políticos corruptos, gremialistas millonarios y Justicia cómplice para garantizar impunidad.
El apoyo que los países más importantes del mundo han dado a nuestro país –empezando por Estados Unidos y la Unión Europea, y siguiendo por China, Rusia y Japón, a lo que se suma el inesperado monto del crédito otorgado por el Fondo Monetario Internacional– demuestra la confianza que la comunidad mundial tiene respecto del rumbo que sigue el Gobierno para arreglar los enormes desajustes que dejó la asociación ilícita cristinista. Expresa, asimismo, la alegría de que salgamos del eje del mal Venezuela-Irán.
El cambio cultural producido en la opinión pública, que después de muchos fracasos ha comprendido que no podemos seguir gastando más de lo que producimos, no es percibido por la dirigencia política y gremial.
En una actitud mezquina y demagógica, en lugar de pensar en el bien común, esa dirigencia apuesta a contrapelo del mundo para obtener alguna pequeña ventaja de la crisis.
Estos marginales de la política, repudiados por la sociedad, como lo demuestran los índices de imagen negativa de los que gozan, ya no tienen lugar en el futuro de la patria.
Son los mismos que, de manera irresponsable, aplaudieron de pie el default declarado por Adolfo Rodríguez Saá.
La falta de imaginación de la dirigencia sindical, carente de representatividad y cuya única propuesta en los últimos 70 años ha sido declarar paros generales que producen cuantiosas pérdidas para el país, también indica su atraso respecto de los profundos cambios producidos en las relaciones laborales y la negativa a modificar una legislación de más de siete décadas.
Frente a este panorama, sólo podrá liderar una oposición con posibilidades de convertirse en un futuro en alternancia.
Y esta no es otra que aquella que comprenda que por la próxima década el rol que le cabe es acompañar con grandeza, persiguiendo el bien común y, como lo hace el mundo, impulsando las reformas políticas, laborales, tributarias, sociales que modernicen un Estado que atrasa décadas y que no tiene en cuenta los cambios que el nuevo milenio trajo consigo.
* Abogado