La Voz del Interior

Once golpes, un cadáver en la cocina y un misterio por develar

- Claudio Gleser cgleser@lavozdelin­terior.com.ar Fernando Agüero Correspons­alía

Desde que los asesinos cerraron la puerta de la vieja casona, subieron al vehículo y arrancaron por el camino de tierra, el caso acumula un par de certezas y demasiadas preguntas.

Hace 13 días, a Patricia Rosa Saad (61) la mataron a golpes. A la mujer, una ingeniera jubilada, la encontraro­n boca abajo, vestida y asesinada en la cocina del chalé.

El forense contó 11 golpes en la cabeza. Los asesinos fueron al menos dos personas. Pero quien le pegó, la atacó de sorpresa cuando estaba parada frente a una mesa con papeles. Fueron tres golpes en la frente con un elemento que, hasta ahora, no se ha encontrado. Una vez que ya estuvo en el suelo, le siguió pegando en la parte posterior del cráneo.

Cuando la encontraro­n, los papeles estaban tirados. Fue el único desorden, si se quiere, que encontrarí­an luego los policías.

El horror se escribió entre la tarde del domingo 15 y la siesta del lunes 16 de julio en Tanti, a pocos kilómetros de Villa Carlos Paz, en el valle de Punilla.

A casi dos semanas de este alevoso crimen, el caso permanece sin novedades. No hay detenidos ni imputados. Mucho menos, sospechoso­s.

La fiscal Jorgelina Gómez trabaja con un selecto grupo de pesquisas de la Brigada de Investigac­iones de la Policía de Carlos Paz. Se le ofreció la ayuda de detectives de la Capital, pero la funcionari­a optó por seguir con su gente. Eso sí, llamó a investigad­ores de la Dirección de Investigac­iones Operati- vas de la Policía Judicial.

En la mesa de trabajo, la fiscal tiene por ahora algunas certezas y varios interrogan­tes. Se sabe la forma en que fue asesinada, la furia del ataque, la violencia desplegada, y que por lo menos uno de los agresores (no se sabe si hombre o mujer) conocía de antemano a la mujer. Patricia –o “la Turca”, como la llamaban– dejó entrar en la casa a quien terminaría por matarla.

Ahora bien, las preguntas son demasiadas.

¿Fue un asesinato en ocasión de robo como se suponía hasta hace horas? ¿Fue una venganza? ¿Fue una pelea? ¿Por qué? ¿Quién la odiaba de esa manera? ¿A quién le convenía su muerte?

Son varios los interrogan­tes, como saber con qué la mataron. Se habla de una pala, pero no hay certezas. El elemento no ha sido encontrado, pese a que hubo un intenso trabajo de perros adiestrado­s.

La tesis del robo perdió sustento por dos motivos: por un lado, la falta del desorden típico que suelen dejar los asaltantes en busca de dinero; por otro lado, en la casa se hallaron 10 mil pesos. Tampoco se llevaron ni si quiera el teléfono celular de la víctima. El aparato quedó en la cocina.

La fiscal y sus sabuesos tienen algunas sospechas, pero son cautos. No quieren filtracion­es. La sombra de varios casos impunes en Punilla (el crimen de Andrea Castana, ocurrido en el Cerro de la Cruz de Villa Carlos Paz, por caso) persigue a muchos.

Los investigad­ores rastrean en busca de testigos y de otras pruebas técnicas, como filmacione­s de cámaras. La víctima

Desde hacía bastante tiempo, Patricia vivía sola en una vieja casona familiar en calle Chaco al

100, enclavada en las bellas serranías de Tanti. Estaba soltera y no tenía hijos, pero sí varios conocidos.

La mujer, según confirmó la fiscal, se dedicaba a préstamos de dinero en la misma población. Era ingeniera jubilada.

Hasta hace algunos años, se dedicaba al alquiler de máquinas viales para obras en la región. Tenía fuertes vínculos de amistad con el exintenden­te Alejandro Pérez Baroni (hoy concejal) y con su esposa.

Precisamen­te, fue esta mujer quien la encontró muerta el lunes

16 de julio a la siesta cuando, según dijo, fue a su casa extrañada porque no respondía el celular.

La última vez que Patricia fue vista con vida fue el domingo anterior a la tarde. Estaba en su casa. Horas antes había andado por el centro de la población, según declararon distintos testigos.

Los estudios forenses determinar­on que ella habría estado parada cuando fue atacada. No habría tenido tiempo para defenderse. Recibió tres golpes por adelante. Ya en el suelo, la remataron con varios golpes más.

No fue maniatada ni amordazada. Y no hay rastros de los maltratos que suelen dejar los hechos de robo.

Reconstrui­r sus últimas horas es otro de los puntos en que se está centrando la pesquisa.

Hasta el momento, el trabajo de campo no ha dado con enemigos o con personas que le tuvieran recelo y fueran capaces de lastimarla.

En el suelo de la casa, sobre la sangre, se hallaron pisadas. Eso da la pauta de que el asesino (o la asesina) tuvo un cómplice con quien escapó en un rodado, cuyas caracterís­ticas tampoco están claras.

Los interrogan­tes siguen en pie en la población de Tanti por el crimen de Patricia Rosa Saad, una empresaria de la construcci­ón a quien conocían todos en esta pequeña localidad del valle de Punilla.

Y como pasa en los pueblos chicos, los rumores crecen en torno a lo que pasó el día en que mataron a Rosa y sobre cuáles fueron los verdaderos motivos que llevaron a los agresores a perpetrar un crimen con semejante saña. Más aún si no surgen datos precisos que permitan establecer cuál fue el real móvil del crimen.

Si bien desde la fiscalía de Jorgelina Gómez se maneja el caso con el rigor de un secreto de sumario estricto, hubo avances en las últimas horas sobre una pista motivada por cuestiones de vínculo, ya que la aparición de dinero en la casa de la víctima lleva a que se desestime, por el momento, el móvil del robo.

Tras la muerte de Rosa, en la investigac­ión hubo movimiento­s que no condujeron a buen puerto y se dejaron de lado, para pasar a ahondar en la búsqueda de elementos y de testimonio­s entre las personas que tenían algún tipo de relación con la mujer.

Los avances son lentos, y en Tanti reina aún la conmoción por el asesinato que profundizó la sensación de insegurida­d en la localidad serrana.

Es que este caso se suma a la aparición, semanas atrás, del cuerpo de Roberto Eduardo Naselli (35), quien tras varios meses de estar desapareci­do fue encontrado enterrado en un complejo de cabañas ubicado en el límite entre esa localidad y la vecina Villa Santa Cruz del Lago.

Las actividade­s de la empresaria, dedicada al alquiler de máquinas y a emprendimi­entos de la construcci­ón, sus últimos movimiento­s y los testimonio­s de quienes estaban más cerca de ella, que vivía sola en la casona de Tanti, serán claves para revelar por qué la mataron, lo que casi dos semanas después continúa siendo una incógnita.

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(LA VOZ / ARCHIVO) Casona. La víctima habría conocido a quienes la mataron.

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