Expresiones peligrosas y repudiables
La libertad de opinión es un derecho consagrado en los sistemas democráticos a escala global, lo cual permite y habilita a los ciudadanos a expresar sus ideas sin ataduras, aun en situaciones de disensos sobre problemáticas de diversa naturaleza.
Sin embargo, en la Argentina de la crispación constante, aquel derecho se ve flagelado por personajes que caen en el agravio, en el insulto, en la amenaza. La batería de improperios es inmensa, pero en algunos casos provoca estupor.
Durante una entrevista, el exdirigente piquetero Luis D’Elía opinó que el presidente Mauricio Macri tendría que ser “fusilado en la Plaza de Mayo” por endeudar al país y por ser un “ladrón”. Lanzó la frase entre epítetos que rozaron a otros miembros del gabinete.
D’Elía es un exponente de la oposición que moldea su discurso en función de la bravuconada y de los exabruptos. Nada nuevo en él.
Pero se confunden quienes relativizan sus derrapes y lo ubican sólo como un marginal de la política doméstica.
Habría que señalar que D’Elía está en libertad condicional y que sus opiniones amenazantes lo pueden devolver al encierro en cualquier momento. Es oportuno, además, recordar que está procesado por la Justicia por su presunta participación en un “plan criminal ideado para encubrir y dotar de impunidad” a funcionarios iraníes por el atentado a la Amia de 1994.
En esa causa, están imputados también la expresidenta Cristina Fernández y otros exfuncionarios, además de lobistas iraníes y algún piquetero de palo y rostro cubierto muy ligado a D’Elía.
Es decir, no se trata de alguien que con ingenuidad vulnera aquel derecho a la sana opinión, sino de un provocador contumaz con prontuario en sede judicial.
Los malos augurios ahora le cobraron factura y quedó denunciado desde el Ministerio de Seguridad de la Nación por “instigación a cometer delito y por intimidación pública”.
Más allá de la repulsa generalizada y de las denuncias en su contra, es prudente agregar que la ciudadanía está agobiada de estos personajes y de los enfrentamientos cotidianos entre adversarios que recurren a descalificaciones inconcebibles.
Flaco favor le hace D’Elía a la convivencia en paz que anhelan los argentinos, muchos de ellos atemorizados por un futuro incierto en el contexto de un presente económico y social en crisis.
No se trata sólo de repudiar la amenaza y la falta de respeto a la investidura presidencial. Las expresiones encendidas aturden a la población, conspiran contra la necesidad de atenuar los discursos y quedan en el aire aun cuando después vengan dudosas explicaciones y pedidos de disculpa.