Elroldelosadultoses clave en los procesos de duelo infantil
Ante la pérdida de afectos significativos, los niños deben recibir atención, escucha y afecto de los mayores que los acompañan. La ayuda de un profesional en salud mental puede contribuir a que todos transiten mejor por ese delicado momento en la vida de
Lo peor que puede sucederle a un niño que atraviesa una situación tan disruptiva como la pérdida de un ser querido es vivir en un ambiente que “teje una conspiración de silencio en torno a la muerte”, decía el célebre psiquiatra, psicoanalista y pediatra inglés fallecido en 1971 Donald Winnicott.
De allí que los adultos de refe- rencia tienen un rol fundamental.
Ante el fallecimiento de un padre, de una abuela o de un amigo, por ejemplo, el niño no puede responder con madurez y, entonces, puede enfermar. Es entonces cuando el duelo, según Winnicott, es un logro en sí mismo que, para concretarse, necesita de adultos afectuosos que registren las necesidades que tiene el chico que está atravesando ese complejo proceso y que faciliten la expresión de sus emociones, sea tristeza u odio.
Además del silencio que en ocasiones puede instalarse en una familia cuando una pérdida importante acontece, está el que genera, en concreto, la persona que fallece (o que se va). Lo explica la terapeuta Elizabeth Chapuy, miembro de la Asociación Psicoanalítica de Córdoba y presidenta de la última y reciente edición del Congreso Argentino de Psicoanálisis: “El problema de la pérdida es la ausencia de la palabra: hay algo que queda mudo, que no está más”. “De ese vacío –agrega–, el adulto referente debe responsabilizarse de ponerle palabras. Hay que poder hablar con el niño. El colegio, la maestra, la familia y un terapeuta, todos deben poder acompañar”, propone.
La psicoanalista señala que “nunca debe creerse que, como el niño es chiquito, es mejor no mencionar el tema. No hablar de la pérdida la convierte en una experiencia traumática que genera una herida que no cierra fácilmente. El hacer de cuenta que no pasó nada no aliviará su angustia: la profundizará. Por eso, hay que consultar con un especialista: para que pueda ayudar a llenar ese vacío”, dice.
Caso
La Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) presentó el mes pasado un informe a propósito del recorrido terapéutico de una niña en duelo por la muerte intempestiva de su mamá. La nena, denominada Juana en la reseña, de entonces 6 años, fue asistida por el Servicio de Psicología Clínica de Niños (SPCN), dependiente de la Cátedra de Psicoanálisis Escuela Inglesa de la Universidad de Buenos Aires (UBA), que trata de manera gratuita a familias sin cobertura médica y en extrema vulnerabilidad psicosocial.
El informe –en el que también se incluye el proceso terapéutico de su abuela, tratada en un grupo de orientación– permite entender algunos conceptos que se ponen de manifiesto en el proceso de duelo infantil. También, reflexionar sobre el rol de los adultos. Es que, en sus páginas, las psicoanalistas Daniela Bardi, Laura Ramos y Ana María Luzzi relatan que la niña preocupaba especialmente a su abuela porque lloraba de manera constante, se enojaba con facilidad y no admitía culpa cuando rompía los juguetes de sus hermanos y los acusaba, además, de haber sido ellos los autores.
De acuerdo con Chapuy, no hay actitudes o reacciones normales o anormales, sino que, ante una pérdida, “al niño puede pasarle de todo. Puede enmudecer, hablar, angustiarse o irle mal en el colegio, entre otras cosas”. Lo importante es prestarle atención, acompañarlo y darle lugar a que se exprese.
El mundo interno de los niños está en plena construcción, lo que se hace por demás difícil con la muerte de una madre, como en el caso de Juana, o de otro afecto significativo. Esta es la razón principal por la que toma vital importancia la actitud de los otros adultos de referencia.
Las personas que rodean a los chicos “construyen su subjetividad. Entonces, perderlas tiene un alto impacto en su vida y en la construcción de sí mismos. Por lo tanto, que un niño haga un duelo es deseable en el sentido de que es necesario. El problema es cuando el chico no da cuenta de esta pérdida”, profundiza Chapuy. Es decir, si se comporta como si nada hubiera sucedido. De cualquier manera, “los adultos tienen que hacerse cargo y buscar ayuda profesional porque incluso es muy probable que, si la muerte ocurre en el ámbito familiar, también ellos estén sufriendo su propia pérdida”.