A los 9 años, al 90% le gusta leer y la mayoría quiere cuentos de terror
En el tercer día de charlas y exposiciones en la Universidad Siglo 21, los jóvenes del Youth-20 (Y-20) comenzaron a estructurar los dos ejes principales que surgirán de la cumbre: el documento con recomendaciones de políticas públicas para el G-20 y el banco de proyectos sociales de acceso libre.
El primero consiste en un documento que expresará la voluntad de los sectores juveniles de los 19 países miembro, la Unión Europea y los países invitados en relación al futuro del trabajo, la educación y el emprendedurismo, entre otros temas.
Mientras que el segundo, “The social innovation warehouse”, según su denominación en inglés, tiene un fin estrictamente práctico.
Este proyecto, que recién estará disponible el sábado en el cierre de la cumbre, consiste en una suerte de banco de proyectos sociales, al que tanto gobiernos como organizaciones del tercer sector podrán acceder. Y podrán tomar cualquiera de ellos para aplicarlos en sus respectivos países y atacar una problemática concreta, como el hambre, las desigualdades y el crecimiento económico.
Todas estas propuestas creadas de manera colaborativa por los participantes del Y-20 tienen dos cualidades: son replicables y escalables.
Es decir que pueden ser aplicadas en cualquier parte del mundo con universos muy disimiles, desde pequeñas comunidades hasta grandes conglomerados urbanos. Estas dos aristas están estrechamente ligadas con la sustentabilidad, que ayer fue uno de los ejes centrales en la discusión.
Sustentabilidad
“Para generar proyectos que sean íntegramente sustentables se deben tener en cuenta tres patas: una económica, otra social y una ambiental”, señaló el argentino Jerónimo Batista, quien fuera el delegado que en la cumbre del año pasado le entregó a la canciller alemana, Angela Merkel las conclusiones finales del Y-20 2017.
La sustentabilidad es una condición que, estiman los jóvenes, debe ser trascendente a todos los proyectos y supone un abordaje en sintonía con uno o varios de los 17 objetivos de desarrollo sostenible definidos por la Organización de Naciones Unidas (ONU).
“En muchos casos los proyectos fallan por falta de fondos, por falta de sintonía entre la comunidad y quien lo aplica o porque la comunidad ya no cree en la efectividad de esa acción por diferentes razones”, explicó Lina Zdruli, invitada de Australia y quien creó un empredimiento para dar trabajo a mujeres refugiadas en Washington.
Señaló que para que este tipo de proyectos lleguen a buen puerto deben tener una dimensión integral, incorporando los emprendimientos para dar soluciones.
“Desde nuestra organización, les plateamos a los jóvenes que identifiquen un problema que tenga su comunidad, busquen una solución posible, que nos lo traigan para que lo evaluemos y nosotros nos encargamos de conseguir financiamiento”, explica la invitada iraní, Raya Bidshahri, quien es la fundadora de Aweaacademy, una startup educativa.
Un denominador común que atraviesa las discusiones del Y-20 es la necesidad de generar acuerdos con diferentes sectores.
Nada de princesas, príncipes valientes, hadas o superhéroes. Niñas y niños de cuarto grado prefieren los cuentos de terror. Esa es una de las conclusiones de la prueba Aprender, en el campo producción escrita narrativa, que evaluó a 5.001 estudiantes de todo el país.
Cuando se les preguntó a quienes realizaban la evaluación nacional qué tipo de cuentos era el preferido, el 41,5 por ciento respondió que los de miedo. Las docentes lo corroboraron en la misma prueba: el 34,8 por ciento de los docentes señaló que los más solicitados en el aula son del subgénero “mitos y leyendas”, seguidos de cerca por el terror, con un 31,5 por ciento de preferencia.
“El terror es uno de los subgéneros preferidos en este ciclo, probablemente porque fortalece la construcción de la identidad de un niño que disfruta de cuentos a los que no accedía cuando era más pequeño”, es una de las explicaciones de los expertos del Ministerio de Educación de la Nación.
Quizá la mejor noticia de este tramo de la evaluación Aprender es que prácticamente no hay niña o niño al que no le guste leer: “El 91 por ciento de los estudiantes afirmó que le gustaba leer, y también, que le resultaba fácil”, dice el informe de la evaluación que se realizó el año pasado.
Mejor aún: “La mayoría de los alumnos se autopercibe como lectores competentes. El hábito lector es una práctica consolidada y valorada en la muestra evaluada”, remarca el informe de la prueba Aprender 2017.
La prueba Aprender se realizó durante el año 2017 entre 1.966 alumnos que asistían a 138 escuelas de gestión pública y 3.035 de 177 Diferencias entre alumnos de escuelas públicas y privadas.
El 56 por ciento se ubicó en el nivel satisfactorio y el 16 por ciento, en el nivel avanzado. El 28 por ciento de chicas y chicos evaluados no llegó al nivel satisfactorio de lengua, en las tres dimensiones analizadas por la prueba Aprender.
Se registraron diferencias según el género: el 21 por ciento de las niñas tuvo un desempeño avanzado y el 57 por ciento, satisfactorio. Entre los niños, el 11 por ciento alcanzó el nivel avanzado y el 54 por ciento, satisfactorio.
escuelas de gestión privada de distintas regiones del país.
En este aspecto, las diferencias respecto del rendimiento entre alumnas y alumnos de los distintos sistemas de gestión salta a la vista: el 89 por ciento de quienes asistían a colegios privados logró niveles de desempeño en lengua materna satisfactorio o avanzado; mientras que entre quienes concurrían a escuelas estatales, sólo el 65,5 por ciento alcanzó esos niveles.
En nivel general (alumnas y alumnos de ambos sistemas de gestión), el 56 por ciento se ubicó en el nivel satisfactorio y sólo el 16 por ciento, en el nivel avanzado.