Un baño gratificante de teatralidad
Juan Carlos Gallego y Jorge Ricci ponen el cuerpo a un gran texto del segundo. Con dirección de Luciano Delprato, la obra se puede ver los viernes de agosto en DocumentA.
Jorge Ricci visita Córdoba para mostrar su obra más reciente, Con el agua al cuello. El epílogo de Actores de provincia, saga emblemática del teatro independiente nacido en Santa Fe varias décadas atrás, es una invitación a ver teatro, pensarlo y disfrutarlo.
El Gordo (Ricci) está en su silla de ruedas, solo en escena. La imagen impera, mientras mastica las palabras y traba conversación con un empleado del teatro (Juan Carlos Gallego) que barre y le suministra información. Lo que a simple vista es un sol con su satélite en movimiento se convierte en una relación de pares, una pareja por necesidad.
“Este es el territorio de la ficción”, dice el Gordo. De hecho, durante una hora el actor ocupa el centro y pasan cosas, reales pero imaginarias.
Jorge Ricci ha escrito un texto estupendo que puede verse como la poética del hombre de teatro frente a los dilemas de la actuación, su perdurabilidad y destino. Pero también, en el hecho concreto y físico, Con el agua al cuello propone el diálogo de dos tipos que imaginan una obra posible. Ricci es un eje poderoso, en sí mismo, mientras Gallego recorre el espacio creando situaciones y personajes. El actor entrerriano ofrece calidad y diversión, un cómplice perfecto para el público y para el partenaire que se gana un lugar en el corazón del Gordo.
Con el agua al cuello es un texto bello, simple, la postal de un actor solo, que se quedó sin grupo, instalado en el escenario aunque los técnicos le pidan que se vaya porque van a cerrar. Ricci problematiza y enriquece la posibilidad de un unipersonal, abre el juego y la obra cobra vuelo.
“Hay que dejar una pirueta, una metáfora”, dice el Gordo sobre el legado del actor, la misión que lo ocupa. Pero el futuro es una incógnita que nadie puede revelar. Metida en el recuerdo de los textos que vieron la luz junto al Teatro Llanura de Santa Fe, la melancolía desaparece por la magistral inclusión del otro personaje, el Nene, aparentemente ajeno a la lucha existencial del actor con su circunstancia.
Gallego es un poco clown, comediante, che pibe para los remates, el confesor y el que hostiga al hombre de la silla, abandonado a la desesperanza. Monumental trabajo del actor que acompaña a Ricci a la altura del texto. Porque la obra tiene muchos momentos de teatralidad en los que la palabra precisa debe ser acción. En este sentido, el juego de recreación de un policial tiene la gracia y la ternura que devuelven al teatro al territorio donde no llega la formulación teórica. Los personajes se hacen cargo del presente. Después, el Gordo y el Nene vuelven sobre la idea de hacer la obra necesaria. Se cierra el círculo. “Todo es teatro”, ha dicho Ricci por boca del Gordo. El público es testigo.