Una idea en debate, con tantos defensores como detractores
Hace décadas que la idea de la renta básica enfrenta en intensos intercambios dialécticos a sus defensores y a sus detractores: los primeros creen que es una forma de hacer frente al creciente desempleo y de crear una sociedad más justa; los segundos, que acaba con el principio del esfuerzo necesario para obtener una recompensa y que es imposible de pagar.
La digitalización creciente de la economía en los países industrializados está intensificando la polémica por los robots que están sustituyendo a los seres humanos como fuerza de trabajo, las computadoras que negocian las acciones y los algoritmos que chatean con los usuarios en los servicios de atención al cliente.
¿Qué pasa entonces con las personas que ya no son necesarias en el mundo laboral? No está claro que vayan a surgir nuevos empleos que sustituyan a los que se pierdan y en muchos sectores ocurre que, aunque haya empleo, no se gana lo suficiente para vivir, incluso si la persona tiene más de un trabajo.
También la demografía obliga a buscar alternativas, porque las pirámides demográficas se están invirtiendo y aumenta el número de jubilados, lo que hace que un menor número de trabajadores tenga que mantener a más cantidad de personas ancianas. El sistema de seguridad social podría
colapsar, así que es tiempo de buscar nuevas ideas.
Pero ¿de dónde sacar el dinero? Podrían participar más grupos que hasta ahora se comprometen poco –afirman los defensores de la renta básica–, por ejemplo, mediante un impuesto a la Bolsa o un mayor impuesto a la sucesión.
Algunos subsidios que se entregan en la actualidad podrían ahorrarse o incluirse en la renta básica. Pero la visión de la renta básica como bendición o maldición depende realmente de la imagen que se tenga del ser humano: ¿busca un sentido a su vida y una ocupación? ¿O necesita presión y ser obligado para ser productivo?