La Voz del Interior

Moderar las expectativ­as

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El presidente Mauricio Macri, en su visita de esta semana a Vaca Muerta, sostuvo que la explotació­n de gas y petróleo no convencion­ales en esa zona representa “una revolución positiva para la Argentina”.

“No vamos a parar hasta que exportemos 30 mil millones de dólares en gas y petróleo”, abundó. Hace unas pocas semanas, de paso por Córdoba, dijo que Vaca Muerta generará 500 mil puestos de trabajo.

En las regulares autocrític­as a las que nos han acostumbra­do el Presidente y su gabinete, un elemento se repite cuando se comparan los anuncios iniciales con los resultados posteriore­s: el propio Macri o sus ministros admiten haber sido demasiado optimistas.

Lo más razonable, entonces, para no cometer el mismo error, sería optar por la mesura. Y, en todo caso, una vez que se hayan eliminado del discurso oficialist­a las afirmacion­es grandilocu­entes y efectistas, sostener con férreos argumentos las proyeccion­es de un futuro venturoso que se decidan comunicar.

Es cierto que Vaca Muerta representa una oportunida­d para el país y están empezando a verse resultados positivos. Pero es también cierto que representa, si no una amenaza, al menos un foco de conflicto y de tensión en el mediano plazo.

La producción de gas y petróleo en Vaca Muerta le permite al Gobierno ahorrar dinero en la generación de electricid­ad: lo que se extrae sirve para reducir las importacio­nes.

Pero hay otra ventaja, más importante aún: Argentina podrá volver a exportar gas natural a Chile dentro de un mes, después de no poder hacerlo durante 11 años. Es decir que no estamos lejos de un equilibrio energético.

Hoy, los dos principale­s productore­s son YPF y Tecpetrol, del Grupo Techint, que en un año y medio invirtió 1.400 millones de dólares. Y todavía le falta desembolsa­r unos mil millones de dólares más, según el plan anunciado en 2017. Como hay otras siete compañías trabajando en Vaca Muerta, la producción de gas y petróleo se dinamizará mucho más, en el corto plazo. Entonces, disfrutare­mos de un superávit energético.

Ahora bien, mientras Argentina avanza en el tema, el resto del mundo se ve forzado a retroceder: el Protocolo de París contra el cambio climático expresa la imperiosa necesidad de renunciar al uso de los combustibl­es fósiles para frenar el calentamie­nto global. Por supuesto, Argentina no puede ir contra este acuerdo internacio­nal.

En otras palabras, los eventuales beneficios de Vaca Muerta están encerrados entre paréntesis.

Las autoridade­s debieran elaborar su análisis a partir de este punto problemáti­co para que se aproveche la situación de la mejor manera posible y se reduzcan los riesgos al máximo.

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