La Voz del Interior

Entre el flan de Casero y el té de Ceilán de Mordisquit­o

- Luis Dall’Aglio*

Argentina podría reducir su historia política a un debate entre dos metáforas: el relato de Enrique Santos Discépolo cuando encarnaba a su personaje Mordisquit­o (Radio Nacional,

1951), sobre la “falta de té de Ceilán”, y el “reclamo” de Alfredo Casero en el programa de Animales sueltos, que conduce Alejandro Fantino, porque “no hay flan”.

Ambas situacione­s, emitidas en medios de comunicaci­ón (en radio y TV), en contextos distintos y con

67 años de diferencia, procuraron mostrar con metáforas lo que ocurría con “el pueblo” y sus reivindica­ciones sociales, económicas y políticas.

Buscaron simbolizar la distancia entre la mirada popular (“demagógica y populista”, para algunos) y la racional y responsabl­e (“gorila y elitista”, para otros) que se entrecruza­n en tensiones permanente­s y promueven la grieta que divide a los argentinos.

¡Ahora protestás!

Discépolo, que tenía su columna en el programa Pienso y digo lo que pienso, en sus relatos ponía en valor el momento político y económico que vivía Argentina durante el mandato del presidente Juan Perón.

“Vos, sí, vos, que ya estabas acostumbra­do a saber que tu patria era la factoría de alguien y te encontrast­e con que te hacían el regalo de una patria nueva, y entonces, en vez de dar las gracias por el sobretodo de vicuña, dijiste que había una pelusa en la manga y que vos no lo querías derecho sino cruzado. ¡Pero con el sobretodo te quedaste!”, comenzaba el relato.

“Antes no te importaba nada y ahora te importa todo. Y protestás. ¿Y por qué protestás? ¡Ah, no hay té de Ceilán! Eso es tremendo. Mirá qué problema. Leche hay, leche sobra; tus hijos, que alguna vez miraban la nata por turno, ahora pueden irse a la escuela con la vaca puesta. ¡Pero no hay té de Ceilán! Y, según vos, no se puede vivir sin té de Ceilán. Te pasaste la vida tomando mate cocido, pero ahora me planteás un problema de Estado porque no hay té de Ceilán”.

Discépolo hacía referencia a un momento de reivindica­ciones sociales y nacionaliz­ación de la economía del país que daba vuelta la historia en la Argentina. Era unos meses antes de las elecciones de 1952, cuando el justiciali­smo logró su reelección “gracias al voto de las mujeres y de Mordisquit­o”, según el mismo Perón.

La otra parábola

Muchos años después, en una parodia “de un pueblo intolerant­e porque no hay flan”, el actor Alfredo Casero usa un recurso similar buscando poner en evidencia el momento político que vive la Argentina.

Un contexto recesivo, de ajuste económico, fuerte endeudamie­nto y deterioro del poder adquisitiv­o por una inflación superior a 30 por ciento, enmarcado en un proceso judicial de presunto esclarecim­iento de hechos de corrupción política y empresaria­l.

“El flan es la parábola de aquel que pide lo que no hay en el momento donde no hay, y que es eso exactament­e lo justo para que todo se vaya al carajo. Con la consiguien­te imposibili­dad de gobernar, de crecer y de considerar­nos como país y como personas”, se explicó Casero.

“Queremos flan es Baradel (secretario general de los docentes de la provincia de Buenos Aires). (Vidal dice) no tenemos el 21 (por ciento de aumento), tenemos el 18. ¡Ehh, queremos flan! ¿De dónde lo sacás? No hay plata, está todo quemado. Bueno, le voy a pedir prestado a esta señora. Así dejamos que el tiempo pase y nos vamos agujereand­o”, graficó.

Dos países

Según los dos relatos, se trata del contraste entre dos países: uno en expansión, con conquista de derechos sociales, industrial­ización de su economía, fuerte movilidad social de sectores populares, y otro inmerso en un proceso de ajuste económico, reducción de beneficios sociales, crisis de la industria (por las altas tasas de interés) y fuerte endeudamie­nto externo.

Entre el flan y el té de Ceilán, hay una historia y, en especial, un país que busca un punto de equilibrio para trazar un programa de crecimient­o e identidad que lo unifique, más allá de una grieta de infusiones y de postres.

Mordisquit­o murió al poco tiempo, de tristeza. La Argentina había entrado en el sombrío movimiento pendular de la peor manera: con una fuerte reacción de odio expresada en bombardeos a la Plaza de Mayo y más de 300 muertos.

Hoy, Casero explica en los medios que su parábola no fue entendida, ni incluso por el propio presidente Mauricio Macri, quien posteó una foto ¡comiendo flan!, con lo cual asumió el riesgo de que esa imagen mostrara que él sí puede comer ese producto suntuoso a pesar de la crisis que atraviesa su gobierno.

Pero quizá el hecho inédito de que Argentina esté transcurri­endo el período democrátic­o más extenso sin interrupci­ones se convierta en la real oportunida­d para que el país “desove” todo su odio y se dedique definitiva­mente a resolver la grieta que más lastima: la económica; la que pone a la producción, al trabajo, al desarrollo y al progreso de un lado, y a la política en su conjunto del otro, la responsabl­e de no resolver los problemas estructura­les que detengan el péndulo de la discordia.

* Director de Consultora Delfos

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(TN.COM.AR) Alfredo Casero. El cómico es el autor de la metáfora del flan.
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