Aún hay que atravesar la tormenta de 2018 Lucas Viano
Si 2019 pinta sombrío para la actividad científica en el país, este año es oscuro como la noche más cerrada. La última novedad es una comunicación informal desde Conicet para que los institutos científicos realicen un análisis en un escenario de mínima, es decir, sin disponer de más fondos para cubrir gastos de funcionamiento para lo que resta de 2018.
La situación se anuncia como “eventual”, pero los directores de las unidades ejecutoras ya dan por descontado que el dinero que recibirán para cubrir los gastos corrientes en lo que resta del año será muy cercano a cero.
Esos fondos se utilizan para cubrir los gastos generales de investigación, como guantes descartables, elementos de laboratorio, limpieza de los edificios, insumos generales y el cuidado de los bioterios donde viven los animales utilizados en los experimentos.
Aquellos institutos que no están bajo el ala de una universidad también deben utilizarlos para pagar la luz y otros servicios.
No es el dinero que se invierte en la compra de reactivos o de otros insumos puntuales de cada proyecto, los cuales se cubren con los subsidios. Estos fondos, además de retrasados, están congelados en pesos, mientras que lo que se debe comprar es en dólares.
Se espera que la ayuda económica llegue sólo a aquellas instituciones en situación crítica. Es decir, laboratorios que, de no recibir un peso en 2018, directamente deberían cerrar.
Pero la ciencia, además de edificios, insumos, ratones e instrumentos de medición, requiere de personas.
Científicos, personal de apoyo y becarios recibieron un aumento de sólo el 15 por ciento para todo el año.
Un investigador en la categoría asistente, la primera en el escalafón, gana hoy unos 33 mil pesos. En 2017, cobraba 28 mil.
Es inevitable pasar esos montos a dólares, porque el trabajador científico es casi un commodity: puede investigar aquí o en un laboratorio de EE.UU. o de Brasil.
Ese salario en 2017 era de 1.555 dólares y hoy es de U$S 825. En otros países de la región, un becario doctoral recibe incluso más dinero que eso. La lectura que se hace es que se trata de una sutil invitación para irse del país. Pero, en buena parte de los casos, la vocación científica y los vínculos familiares son más fuertes que la alternativa de iniciar una nueva fuga de cerebros.
En este contexto, el Presupuesto de 2019 avizora un escenario ajustado, que no es más que la continuidad de la tormenta de 2018.
LA CIENCIA, ADEMÁS DE EDIFICIOS, INSUMOS, RATONES E INSTRUMENTOS DE MEDICIÓN, REQUIERE DE PERSONAS.