La Voz del Interior

Una casilla, 17 personas y 3.600 pesos de ingreso fijo

En un asentamien­to de Villa Urquiza, la familia de Yanina resiste casi sin recursos y en condicione­s extremas de hacinamien­to. Los chicos comen en la escuela. Pero el alimento es un desafío cotidiano para los adultos.

- Matías Calderón mcalderon@lavozdelin­terior.com.ar

LOS CHICOS VAN AL COMEDOR EN LA ESCUELA. PERO NO HAY COMEDOR PARA GRANDES. Y A VECES NO COMEMOS.

Yanina, 26 años

Hay una casilla precaria que se alcanza a ver desde la costanera, antes de llegar al puente Turín, en la zona conocida como La Favela, que pertenece a Villa Urquiza.

Es una casa de familia que hace poco se convirtió en un hogar superpobla­do. La construcci­ón tiene cuatro paredes de concreto con un techo que por suerte no se llueve. Al costado tiene un anexo con algunas lonas y maderas. La primera habitación es un dormitorio y la segunda, más precaria y con filtracion­es en toda la superficie, es dormitorio y cocina a la vez.

Yanina Ocampo (26) vive en la casa desde hace dos años. Antes vivía en la localidad de La Calera, pero no pudo pagar más el alquiler y se mudó allí, que es el sitio donde su madre vive hace más de nueve años. Además de ellas dos, viven el esposo de Yanina y los hijos (una nena y tres varones), los 10 hermanos de la joven y su padrastro.

Ella pudo completar la primaria. Pasó toda su infancia en La Calera y recuerda las tardes de juego con sus amigas del lugar. No pudo ir a la secundaria porque en la casa familiar la situación económica empezó a ser cada día más difícil, y empezó a cuidar niños de familias conocidas. A eso se dedicó desde que dejó los estudios. En el medio, sus padres se separaron y la madre tuvo que abandonar la localidad y mudar sus cosas a Córdoba.

Ella accedió a contar su historia, pero no puede avanzar mucho en el relato. Se detiene y hace cortes largos. Dice siempre que necesita una casa, no importa el tema del que está hablando. Lo repite como si fuera un conjuro.

La pregunta que más le cuesta responder es cómo hacen ahora para vivir tantas personas en una dimensión tan pequeña. Finalmente, dice que se distribuye­n en colchones, que el calor a veces no se soporta, pero no tienen otro remedio que aguantar y tratar de llevarse entre ellos de la mejor manera posible.

Hace un tiempo que Yanina no trabaja. Por un lado, no la llaman, pero además está embarazada de siete meses. Tampoco le resulta fácil responder cuánto dinero entra a la casa porque nunca lo calcularon.

Por su parte, ingresan 2.900 pesos de la Asignación Universal por Hijo. Y por la mamá, que es cartonera igual que el padrastro, entran 770 pesos de la Tarjeta Social, que ahora pasarán a 900.

El resto de las entradas son esporádica­s y variables. Su pareja hace changas de pintura, de albañilerí­a y de electricid­ad, pero hace largo tiempo que no lo contratan. El resto de la familia vive del reciclado del cartón.

“No comemos. Los adultos no comemos, a veces, por dos días”, dice Yanina cuando le preguntamo­s por los gastos de la comida y cómo los afrontan.

Cuenta que los niños comen en el comedor de la escuela, pero que en el sector no hay comedores para adultos. Cuando tienen algún alimento para preparar, cocinan con fuego al lado de la casilla, porque no les alcanza para pagar una garrafa.

Agradece la ayuda que recibe del dispensari­o zonal, que controla la salud de los niños una vez al mes, pero reconoce que sufre necesidade­s.

La casa es la más visible, pero necesita pañales, alimentos, gas en garrafa, un trabajo.

“Lo que más quiero es que mis hijos puedan estudiar, que tengan un lindo trabajo y que sean buena gente”, dice emocionada.

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(JOSÉ HERNÁNDEZ) Yanina. Tiene 26 años, dos hijos y un embarazo avanzado.

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