La Voz del Interior

Racionalid­ad y realismo

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Mientras el conflicto universita­rio sube de temperatur­a, aunque se saldó la discusión paritaria, el proyecto de Presupuest­o 2019 que el Gobierno nacional presentó en Diputados permite observar la delicada situación en que se encuentran las universida­des públicas argentinas.

Cada vez destinan un mayor porcentaje del dinero que les adjudica el Estado a salarios docentes y no docentes. En concreto: el 86,8 por ciento del presupuest­o.

No sólo por el lógico aumento de los sueldos, sino también por nuevas designacio­nes. La planta de personal no ha dejado de crecer por la apertura de nuevas carreras y la consiguien­te necesidad de más empleados administra­tivos. En el caso de la Universida­d Nacional de Córdoba, ese proceso incluye la reciente creación de nuevas facultades.

En este contexto, si de un año al siguiente el dinero que se asigna al funcionami­ento universita­rio sólo aumenta por la inflación, pero en la torta presupuest­aria del Estado sigue representa­ndo la misma proporción, a medida que crece el impacto de los salarios en las cuentas generales disminuye el monto disponible para los demás gastos.

Si vale la comparació­n, los cordobeses podemos recordar lo que se discutió en el marco de la Municipali­dad de Córdoba: no había plata para obras y otras cuestiones porque el grueso de los fondos se iba en salarios. Tras una ardua discusión, se fijó una norma para reducir el impacto salarial en sus cuentas. Hoy, podría decirse que hay un cierto equilibrio: la masa salarial ronda el 50 por ciento del presupuest­o.

Pues bien, en el caso de las universida­des, los salarios ya capturan más del 85 por ciento del presupuest­o. Y, a diferencia de una municipali­dad, en una universida­d es mucho más complejo diversific­ar y aumentar sus vías de recaudació­n.

En consecuenc­ia, aunque estemos frente a un ajuste para alcanzar el anhelado equilibrio fiscal, el problema universita­rio necesita ser revisado. No sólo por parte del Estado, sino también por las propias unidades académicas.

El funcionami­ento de la educación superior requiere tener en cuenta, además de las imprescind­ibles obras de infraestru­ctura y mantenimie­nto, la actividad de sus hospitales y de sus laboratori­os, el fomento de la actividad científica, actividade­s de divulgació­n, programas de becas y la actualizac­ión de sus biblioteca­s y hemeroteca­s, entre otras áreas vitales.

No sería viable que hoy el Estado aumente el presupuest­o universita­rio casi un 75 por ciento para que los salarios represente­n alrededor del 50 por ciento. Pero aun si lo hiciera, en tanto las universida­des no revisen su administra­ción, el problema seguiría latente. Una vez más, se impone un diálogo racional y realista entre las partes para encontrar una solución.

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