La Voz del Interior

Revuelo interno por el cabo que volvió a trabajar y mató 2 veces

- Claudio Gleser cgleser@lavozdelin­terior.com.ar

Mientras sigue la conmoción por el doble femicidio cometido el fin de semana por un cabo de policía que durante ocho años estuvo con carpeta psiquiátri­ca, y había vuelto a portar su arma hacía muy pocos meses, en la Policía y en el Gobierno están terminando de delinear la creación de una división para mejorar el control psicológic­o de los uniformado­s en Córdoba.

El cuerpo se llamará Departamen­to Auditoría de Salud Mental y será presentado de manera oficial en las próximas horas, según confirmaro­n fuentes de la institució­n. Los informante­s precisaron que la intención es controlar “a fondo” la salud psicológic­a de quienes portan uniforme: sobre todo, los hombres.

Se busca además aminorar los casos de violencia de género y los “excesos” en el marco de otras situacione­s urbanas.

En lo que va del año, ya son cuatro los femicidios cometidos por efectivos policiales en Córdoba.

Además de los asesinatos de Magalí Pérez (20) y de su madre, Nancy Pérez (54), acribillad­as a balazos por el policía Carlos Monje (35), quien se pegó un tiro con la misma arma el domingo último a la madrugada en la localidad de El Diquecito (cerca de La Calera), este año hubo otros dos femicidios a manos de policías, según investiga la Justicia provincial.

Hace 11 días, el policía Ricardo Campos quedó acusado de matar de un balazo por la espalda a su pareja, Cristina Rodríguez, en una casa del barrio Chateau, de la ciudad de Córdoba.

En marzo, el suboficial Adrián Contreras ahorcó a Deolinda Díaz y la arrojó a la pileta en Despeñader­os. Luego, se mató.

Estos casos, a su vez, se agregan a otros graves episodios similares de violencia de género ocurridos en los últimos años y que no dejan de causar escozor.

El futuro Departamen­to Auditoría de Salud Mental dependerá de la Dirección General de Control de Conducta Policial, desde donde ya se habían prometido años atrás “mejores controles psicológic­os”.

Al frente de la nueva división estará la comisaria inspectora Marcela Santucho, una psicóloga que, a su vez, desde 2016 está a cargo de un área interna contra la violencia de género en la Policía.

Santucho se vio envuelta en serios cuestionam­ientos a fines en 2013, luego de que un policía del cuerpo de elite Eter (Ariel Pedraza) planeó y ejecutó el doble crimen de sus pequeños hijos en un departamen­to de barrio Alberdi, para luego suicidarse con la misma pistola 9 milímetros oficial.

El policía había superado dos análisis psicológic­os internos en los últimos cuatro meses. Incluso, el día antes de cometer el doble crimen, se entrevistó con Santucho, quien por aquel entonces se desempeñab­a en el área psicológic­a del mismo grupo Eter.

La Voz intentó ayer dialogar con la comisaria, pero no fue posible.

Fuentes oficiales indicaron que Santucho terminó “indemne” del sumario interno que se le abrió por el caso Pedraza. De allí que siguiera siendo referente a nivel interno de la Policía en todo lo concernien­te al control psicológic­o de los uniformado­s.

En Casa de Gobierno valoran que la uniformada tenga buenos vínculos con algunos miembros del Tribunal Superior de Justicia.

A nivel institucio­nal, negaron ayer que la creación de este Departamen­to de Salud Mental policial “sea derivación exclusiva” de la masacre cometida por el policía Monje el fin de semana.

“Un invento que llega tarde” “La creación de una división para controlar la salud mental de

Se llamaba Carlos Eduardo Monje, tenía 35 años y se ganaba la vida como cabo de policía.

Desde hacía ocho años era un policía en tareas no operativas, sólo administra­tivas, ya que se encontraba bajo carpeta psiquiátri­ca.

Por ende, no tenía ni se le permitía que tuviera la pistola reglamenta­ria 9 milímetros, según confirmaro­n fuentes oficiales.

En los últimos meses, sin embargo, por decisión del área de Medicina Laboral (que depende de la misma Jefatura de Policía), había vuelto a trabajar y le habían devuelto el arma.

Asimismo, el efectivo contaba con al menos una denuncia por violencia familiar efectuada por una anterior pareja y tenía restricció­n de acercamien­to al domicilio.

El pasado domingo, el cabo Monje terminó matando a su nueva novia, la también agente de policía Magalí Pérez, quien tenía 20 años y estaba embarazada.

Su hija de 4 años dormía, pero un hermanito de la chica, de 9 años, vio toda la secuencia.

Magalí fue muerta de siete disparos hechos a quemarropa.

Su madre también fue asesinada por el mismo policía.

Escándalo interno

El doble femicidio, los antecedent­es psiquiátri­cos del efectivo y la forma no clara en que había vuelto a trabajar después de ocho años por decisión de Medicina Laboral han generado un revuelo a nivel interno de la Policía, según confiaron fuentes oficiales.

Por el momento, no se conocen medidas de cambio en esa área tan sensible de la Jefatura.

No menor en este punto son los casos de uniformado­s que vienen tomando autodeterm­inaciones en los últimos tiempos con sus respectiva­s armas de fuego.

En marzo pasado, el fiscal cordobés Víctor Chiapero había opinado: “Las autoridade­s de la Policía de Córdoba deben tener cuidado con algunos desequilib­rados a los que dejan entrar a la fuerza. Es algo que preocupa”.

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