Mestre ya volvió del punto de no retorno
Menos de un mes duró sobre la superficie de la política el llamado de Ramón Mestre a construir “Cambiemos a la cordobesa”. El intendente de Córdoba puso a rodar esa idea el 6 de septiembre, al tomar el mando del radicalismo provincial, cuando advirtió que Mauricio Macri no tendría poder de decisión sobre las candidaturas en ese espacio y desplegó un discurso incendiario contra Unión por Córdoba.
En el mismo acto, además de tensar la cuerda con sus socios del PRO, Mestre describió al gobierno de Juan Schiaretti como un poder feudal que maquilla la decadencia con cemento, que endeuda a los cordobeses, que destruye la institucionalidad y desfinancia a los municipios, que apaña al narcotráfico y que se asegura impunidad desde el Fuero Anticorrupción. Parecía un punto de no retorno y, sin embargo, Mestre ya está de vuelta.
Diez días después, en el velatorio de José Manuel de la Sota, el intendente comenzaba a desandar a toda prisa sus pasos y a reconstruir puentes con Juan Schiaretti. Mañana se cumple un mes de la muerte del exgobernador, y para Mestre esa tragedia tuvo efectos políticos profundos. Cambiemos a la cordobesa, esa noción tan similar al cordobesismo del exgobernador, ya es historia.
Fueron los números los que terminaron de cerrar ese capítulo del intendente contra Schiaretti: los de las encuestas que hoy miden en respaldo a la gestión de Unión por Córdoba esa enorme conmoción que generó la muerte de De la Sota, y en especial los números de las cuentas municipales. Los dos cálculos dan en rojo puertas adentro de la Municipalidad de Córdoba.
Mestre entendió al mismo tiempo que el sitial que se procuró en el radicalismo cordobés no se hace extensivo a todo Cambiemos, que sin asistencia provincial y nacional las finanzas del municipio tambalean, y que debe aliarse con la Provincia si aspira a evitar la pérdida total de los subsidios nacionales al transporte. La perspectiva de un boleto urbano a 40 pesos en enero es, lejos, la mayor amenaza para la gestión municipal.
El resultado de todos estos condicionamientos quedó a la vista la semana pasada. Mestre pidió formalmente la audiencia que durante más de un año reclamó entre denuncias en los medios, se reunió con Schiaretti el martes, y el jueves logró lo que más necesita: los recursos que la Provincia le retenía a la ciudad en el marco del enfrentamiento político.
No son cifras que compensen todo lo que le falta al municipio, pero ayudarán a pagar los sueldos indexados, que siguen siendo la medida de todas las cosas en el Palacio 6 de Julio. Y el servicio de la basura, que por su calidad parece que no se pagara, pero se cobra como si las calles estuviesen limpias. Tras casi siete años de gestión, el estado de los servicios urbanos tal vez sea el principal problema de Mestre. Nada de eso les quita razonabilidad a los reclamos del municipio por el modo en que parte y reparte los recursos coparticipables el Gobierno provincial. La rendición de Mestre no fue incondicional: el juicio por esa causa seguirá su curso. El cambio de actitud del intendente hacia Schiaretti implica, además, un gesto hacia Macri. Los dardos de Mestre contra el gobernador siempre fueron reprochados desde el corazón porteño de Cambiemos, que nunca dejó de confiar en lo que Schiaretti representa para la Nación en las negociaciones con los gobernadores peronistas.
La paradoja es que cuando Mestre frenó, el que aceleró en las críticas a la Provincia es Mario Negri, el cordobés con más llegada al macrismo y el rival más directo del intendente por la candidatura a la Gobernación.
Mestre controla por completo la estructura del partido radical, pero no controla a todos los radicales. Si Negri es una preocupación interna en el escenario provincial, el lanzamiento político de Rodrigo de Loredo y sus aspiraciones municipales son otra luz de alarma. Conservar la Municipalidad de Córdoba es un imperativo para el mestrismo, que en De Loredo ve a un futuro adversario antes que a un aliado.
En El Panal, celebraron las dos visitas de Mestre la semana pasada. Para Schiaretti, que exhibe por el país una imagen de “peronista racional y dialoguista”, el conflicto institucional con el intendente de la segunda ciudad del país y sus denuncias constantes de discriminación eran más que incómodos, y la flamante foto de la concordia es un triunfo.
Que el municipio se encuentre en problemas financieros, que la recaudación caiga para todos, que el boleto suba tanto en el servicio urbano como en el interurbano y que el futuro aumento de impuestos sea uniforme también alimentan el ánimo triunfalista que rodea a Schiaretti. En esta instancia, nadie sacará rédito político de la indignación de los contribuyentes: eso también es parte de la nueva relación entre el intendente y el gobernador.
EL CAMBIO DE ACTITUD DEL INTENDENTE HACIA EL GOBERNADOR SCHIARETTI IMPLICA, ADEMÁS, UN GESTO HACIA MACRI.