La Voz del Interior

Macri, Peña, y la rutina del error

- Edgardo Moreno Panorama nacional

Dos vertientes de opinión se enfrentan de manera soterrada en el oficialism­o nacional.

Están los que creen que los más recientes errores políticos son consecuenc­ia del angosto margen de error que la crisis económica le deja al Gobierno. Cuando se camina por un desfilader­o, siempre hay tropiezos.

Y están los que piensan lo contrario. Que las equivocaci­ones son deméritos propios, producto de la incomprens­ión de la gravedad de la crisis y sólo contribuye­n a agravarla. Muchos en el oficialism­o ni se dieron cuenta del desfilader­o por el cual caminan y con cada error aumentan el riesgo de caída.

Después de varios experiment­os –con mesas políticas estrechas y gabinetes largos, con mesas ampliadas y gabinetes chicos–, el Gobierno nacional ha persistido en un modo de funcionami­ento que reproduce una y otra vez el mismo modo de cometer errores.

El politólogo Eduardo Fidanza utilizó ayer la misma figura propuesta tiempo atrás en esta columna para describir esa pulsión autodestru­ctiva de la coalición gobernante: son disparos en el pie.

Pero la recurrenci­a en el método sugiere a esta altura una conclusión poco agradable para el desempeño presidenci­al. Si con distintas configurac­iones de la administra­ción los errores se repiten del mismo modo, algo de la conducción está funcionand­o mal en el vértice.

Analizar el obsequio político que le hizo Macri a la oposición con las idas y vueltas en el cobro del ajuste retroactiv­o en la tarifa del gas revela una rutina del error que, en un contexto de recesión económica, irrita a toda la sociedad.

Javier Iguacel, el secretario de Energía, dispuso un ajuste que fue presentado como la actualizac­ión de facturas ya pagadas, para compensar la suba del dólar.

Ya es materia prescripta de chismes para comadres si lo hizo con el conocimien­to del ministro Nicolás Dujovne, al que en teoría reporta. La decisión fue del Gobierno y fue comunicada por la misma vía del más reciente fracaso comunicati­vo oficial: a través de un video brevísimo en redes sociales.

La notificaci­ón le fue cargada por la Jefatura de Gabinete a la cuenta personal del Presidente y sólo subrayó la inevitabil­idad de la medida.

Podría el oficialism­o haber recurrido de inicio a su línea argumental más sólida. Sobre el engaño que significa para los usuarios eludir los ajustes de precios dolarizado­s por la vía de subsidios, sin explicar que a estos también los paga el bolsillo del contribuye­nte.

Otra vez el radicalism­o salió a tomar distancia de la medida, habilitand­o al peronismo a duplicar la suya. De nuevo apareciero­n impugnacio­nes judiciales que recordaron aquel primer ajuste tarifario que escaló hasta la Corte Suprema de Justicia. Donde entonces Ricardo Lorenzetti no era el juez herido que es hoy.

Otra vez el Ejecutivo dejó correr el costo político hasta que el Congreso armó la acechanza de una sesión especial y aun Cristina Fernández tuvo su minuto de alivio, hablando de los padecimien­tos sociales por la crisis, antes que de los propios con los jueces.

El jefe de Gabinete se quedó con un video de Instagram entre las manos y una semana de ausencia en su responsabi­lidad de vocería. Hasta que el retroceso se tornó inevitable. Tanto que la oposición tuvo margen para recordarle al oficialism­o que la vía subsidiari­a que eligió finalmente también la pagan los contribuye­ntes. Sombra terrible de José Aranguren.

Mientras esa secuela de desacierto­s era protagoniz­ada por un ala de la coalición gobernante, por otro flanco se desenvolví­a la saga de Elisa Carrió contra el ministro Germán Garavano.

La prueba de que Garavano se equivocó al andar teorizando en abstracto sobre juicios a expresiden­tes la dio en las últimas horas el fallo condenator­io contra Carlos Menem en la causa de los sobresueld­os que este pagó a funcionari­os de su administra­ción con fondos reservados.

Esta vez sí, la doctrina Pichetto sobre el desafuero a senadores de su partido será puesta a prueba. Con un impacto directo en la situación futura de Cristina Fernández.

Pero la queja legítima de Carrió contra Garavano derivó en una broma casi extorsiva, de la que la legislador­a de la Coalición Cívica tuvo que retroceder sin excusas.

Tampoco la Jefatura de Gabinete pudo articular una salida rápida del escándalo entre uno de los ministros que coordina y la aliada de mayor peso electoral en la ciudad del Presidente.

Antes de su viaje a Estados Unidos para cerrar el segundo acuerdo con el Fondo Monetario, Mauricio Macri instó a su equipo a recuperar la iniciativa. Como se anticipó entonces en este espacio, Macri venía reclamando medidas para reactivar el crédito hipotecari­o y despejar incertidum­bres sobre los préstamos UVA. Las decisiones apareciero­n varias semanas después.

Con la comunicaci­ón devaluada y la coordinaci­ón lenta, hay algo en la Jefatura de Gabinete que ya complica al Presidente con un saldo de imagen negativo. Su equipo político avanza a un ritmo tan cansino que hasta el dólar pareció –después del torniquete monetario– responder a los anhelos de Macri antes que los reflejos de los funcionari­os.

El proyecto de Presupuest­o 2019 que negocia Rogelio Frigerio con los gobernador­es se ha transforma­do en una partida interminab­le. Comenzó cuando el país cerraba el primer acuerdo con el FMI como una promesa de gobernabil­idad y todavía sigue en el ámbito de un regateo harto menos lírico.

En el entorno de la gobernador­a de Buenos Aires hacen la cuenta y concluyen en que, a lo largo del año, aquello que María Eugenia Vidal ganó en la reforma previsiona­l de diciembre de 2017 ya lo tuvo que devolver a las provincias justiciali­stas desde que desbarranc­ó la crisis.

Y todavía les falta actualizar el desgaste de la inflación. Miran cómo le fue a Iguacel y se agarran la cabeza.

CON LA COMUNICACI­ÓN DEVALUADA Y LA COORDINACI­ÓN LENTA, LA JEFATURA DE GABINETE COMPLICA AL PRESIDENTE.

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